“El sueño de estudiar en Estados Unidos se volvió una pesadilla”

“El sueño de estudiar en Estados Unidos se volvió una pesadilla”

Miles estudiantes de América Latina con Estados Unidos como próximo destino se sienten estos días dos veces víctimas de los ataques de Donald Trump: por universitarios y por latinos. De todas las batallas que ha abierto el republicano en cuatro meses, la que libra contra la universidad ha resultado la más sorprendente de todas. La guerra económica y la persecución migratoria formaban parte del guion del candidato hoy presidente, pero nadie vio venir su interés por laminar la considerada mejor academia del mundo.

EL PAÍS ha hablado con cuatro jóvenes latinoamericanos que hasta hace muy poco se sentían unos privilegiados. Pensaron que habían logrado lo más difícil, una plaza entre miles de candidatos de todo el mundo, pero el presidente Trump no los quiere en las aulas estadounidenses. La semana pasada, su Administración ordenó a todas sus embajadas la cancelación de las entrevistas para visados de estudiantes.

En el curso 2023-2024 estudiaron en universidades del país 1,1 millones de extranjeros. Pero Trump sueña ahora con unos Estados Unidos con menos universitarios y menos extranjeros. Sobre vaciar las universidades, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, trató de explicar lo inexplicable hace unos días: “Aprendices, electricistas, fontaneros: necesitamos más de eso en nuestro país y menos graduados LGBTQ de la Universidad de Harvard”.

Muchos de los estudiantes que llegarán entre agosto y septiembre a Estados Unidos se encuentran estos días en medio del proceso para obtener el visado, otros ya lo han conseguido. Pero con visa o sin ella, todos se sienten señalados: empiezan a creer que vienen a estudiar a un país donde ya no son bienvenidos.

Manuel Beltrán

28 años, Colombia

Para Manuel Beltrán, ir a estudiar a Estados Unidos no es un proyecto individual. Será él el que se siente en las aulas de la Universidad de Columbia, pero el sueño de su familia viaja con él. “El esfuerzo de las personas que venimos del sur global es colectivo y familiar”, dice por teléfono desde Bogotá. Conseguir una plaza en una de las universidades más prestigiosas del mundo es una carrera de obstáculos. Beltrán dedicó más de un año a preparar la admisión, frenó su vida laboral e hizo cuentas junto a sus padres. Tenía claro que la experiencia merecería la pena y sería clave para su futuro a su vuelta a Colombia, donde aspira a trabajar en la Administración pública.

Estos meses previos debían ser de ilusión, pero están siendo más bien de angustia. Sus padres los llaman casi a diario, están “muy asustados” por las noticias que llegan cada día desde Estados Unidos. La última, la cancelación de la visa a los estudiantes chinos; también el freno a las entrevistas para los visados de estudiantes. A Manuel, la visa F-1 le llegó justo cuatro días antes del anuncio. Es un alivio, pero no es suficiente.

—Mis padres piensan que incluso mi seguridad puede estar en riesgo. No sé si nos encontraremos xenofobia o exclusión, ser latino en Estados Unidos puede llegar a ser un problema.

En la ofensiva de Trump contra las universidades, solo Harvard ha alzado la voz y se ha posicionado claramente en contra de las presiones del Gobierno. Otros centros han optado por manejar las exigencias de la Administración republicana de una forma más dócil para evitar una mayor retirada de fondos federales. Columbia fue el primer gran centro que sufrió recortes y de un día para otro desaparecieron las opciones de financiación para los estudiantes extranjeros. Fue el primer golpe para Beltrán. Después, se esfumó la posibilidad de una beca Fulbright, el emblemático programa con financiación federal para estudios en el extranjero que también es víctima de los recortes. “La carga económica la asumirá mi familia, pero ahora la incertidumbre es si somos aceptados o bienvenidos a Estados Unidos”.

Con la determinación de no cambiar un plan de vida en el que ha invertido tanto, Beltrán busca alojamiento en Nueva York, a donde llegará en agosto. La Universidad de Columbia se ha puesto en contacto con él y con el resto de futuros estudiantes de vez en cuando para interesarse por su estatus migratorio y el estado de sus visados, pero no mucho más. “Entiendo que es parte de la academia gringa: somos sus clientes, si alguien no va, habrá otro en la fila que ocupará la plaza”.

Antay Miranda

23 años, Chile

Lo que siente Antay Miranda estos días es angustia. Con una beca aprobada para ser estudiante de intercambio en la Universidad Estatal de San Diego y un boleto de avión ya comprado, solo espera su visado. “Tenía mucha ilusión hasta hace una semana. Pero ahora el sueño americano se está convirtiendo en una pesadilla. Tengo sentimientos encontrados, quiero estar allá para abrirme nuevos horizontes, pero al mismo tiempo siento incertidumbre y miedo de que, tal vez, sea discriminada”, dice en una conversación telefónica.

La preocupación ha crecido. En Chile, el único país latinoamericano en el programa de exención de visa con Estados Unidos, se han conocido casos de revocación de visados en el último momento, lo que ha reconocido el canciller del Gobierno de Gabriel Boric, Alberto van Klaveren. A pesar de que las medidas de Trump no están centradas específicamente en el país sudamericano, sí comienzan a afectar a algunos chilenos, incluyendo a los que cursan estudios en la Universidad de Harvard.

La última espiral fue la suspensión de visas para estudiantes de intercambio. Fue eso lo que puso nerviosa a Antay: “Me sorprendió. Yo tengo cita en el Consulado estadounidense en Chile la próxima semana. No sé si me la aprobarán o no. Si la rechazan, ya invertí plata y es una plata que nadie me devolverá. Me arrepiento de haber comprado el pasaje”.

Antay está valorando qué hacer, piensa que eligió mal su destino de intercambio, que habría sido mejor mirar hacia Europa: “Siento pena y ganas de llorar, pensé que la oportunidad de Estados Unidos era ahora”.

María Ruiz quiere estudiar la maestría en Fotoperiodismo y Documental en el International Center of Photography en Nueva York.

María Ruiz

31 años, mexicana

María creía que el mayor obstáculo iba a ser el económico, pero desde que fue aceptada en la maestría en Fotoperiodismo y Documental en el International Center of Photography en Nueva York no ha dejado que eso, ni la incertidumbre, el clima antimigrante o las últimas noticias sobre la congelación de las citas para visas de estudiantes le quiten la ilusión de cumplir su sueño. “Yo ya lo había decidido. Sabía que la cuestión migratoria y lo de las visas se había complicado con Trump, pero me habían dicho que las de estudiantes eran mucho más fáciles”, dice un día después de que se anunciaran las nuevas medidas .

Aunque ella todavía no tiene cita, porque aún está en el proceso de sacar su pasaporte mexicano, no se da por vencida. “La escuela nos envió un correo en el que dicen que a ellos no les han notificado nada y que sigamos con nuestros trámites. También nos dicen que si aún no hemos tenido nuestra cita, nos ofrecen una sesión previa para prepararnos. Algunos compañeros estaban preocupados porque tenemos que pagar la primera parte del curso este sábado, pero nos han dicho que si nos rechazan la visa, nos devuelven el dinero”.

Hasta hace poco su mayor preocupación era sumar el dinero para pagar el programa, en el que es una de las 18 personas aceptadas de todo el mundo entre cientos de aplicaciones. Incluso abrió una página de donaciones para tratar de juntar los 15.000 dólares que le costará la maestría, pero este jueves recibió la noticia de que le darán una beca completa. Es una sensación agridulce en medio de tantas dudas. Pase lo que pase, se consuela porque aunque este año no lo logre, la escuela le guardará la plaza hasta 2027. “Creo que es un momento en el que también hay que contar qué está pasando, ¿no? Más allá del miedo, me gustaría hacerlo”.

Anónima

29 años, cubana

“Es complicado ser cubana y no sentir preocupación”. Aunque prefiere no decir su nombre por temor a represalias, no quiere dejar de explicar lo que significa para tanta gente el clima de terror que ha instaurado Trump, especialmente para los cubanos. El próximo año, esta cubana de 29 años y que vive en España, tiene plaza para estudiar un doctorado en la Universidad de Pensilvania.

Agradece el apoyo de la universidad, que le ha garantizado su puesto, pero el miedo nunca se va. “Como cubana me siento muy triste por la sensación de que la libertad de expresión es difícil de sostener. Me causa infinita impotencia revisar mis redes sociales para eliminar o silenciar ideas que puedan ser un peligro para mi entrada y permanencia en un programa de doctorado”.

Quiere ir a Estados Unidos a estudiar porque lo ve como una oportunidad única, pero se siente en constante riesgo. “Sigo considerando que es un país con muchísimas oportunidades y cuyas universidades tienen un prestigio académico y rigor científico que no creo que se vaya a desvanecer tan fácilmente ni en tan poco tiempo”. Su intención de llegar en septiembre sigue firme, aunque ni ahora ni entonces se sentirá completamente tranquila: “Mi condición de cubana me hace preocuparme el triple y actuar antes de que sucedan muchas cosas”.