Friedrich Merz, canciller de Alemania tras sufrir una sorprendente derrota en la primera votación del Bundestag

Friedrich Merz se ha convertido este martes en el nuevo canciller alemán, después de una jornada frenética en la que ha necesitado dos votaciones secretas para ser investido en el cargo y se ha evidenciado la fragilidad de su mayoría con los socialdemócratas. El Bundestag ha elegido esta tarde al democristiano Merz, que sucede al socialdemócrata Olaf Scholz, con 325 votos a favor y 289 en contra. En la votación de la mañana, el nuevo canciller se había quedado a seis votos de la mayoría absoluta, lo que ha sumido por unas horas a Alemania en una crisis política del todo inesperada y sin precedentes.
La elección de Merz cierra una crisis inédita que había dejado al país en un limbo político y a los legisladores, observadores y socios europeos desconcertados y en busca de fórmulas para salir cuanto antes del bloqueo. La rápida solución tras el fracaso del candidato en el primer voto permite a la primera economía de Europa, y el país más poblado, tener un canciller y un Gobierno en condiciones de afrontar la recesión y el ascenso de la extrema derecha, que podía sacar réditos de esta crisis democrática.
Pero el episodio —el primer voto fallido y el adelanto del segundo al mismo martes para no prolongar la incertidumbre— no es una anécdota, pues evidencia la fragilidad de la coalición gobernante en un momento de estancamiento económico e inestabilidad internacional. Es un contratiempo para Merz y también para la imagen de Alemania, un país que hasta hace poco era ejemplo de estabilidad y moderación.


Merz gobernará, como se ha visto este martes, con un Parlamento sin una mayoría sólida y con la extrema derecha como primera fuerza de oposición, con 152 diputados. Los escaños de la coalición, solo 12 más que el umbral de la mayoría, no bastarán para darle siempre la garantía de que sus leyes se aprobarán. Es la realidad de la nueva Alemania, con un paisaje político más fragmentado y polarizado, más parecido al de otras democracias europeas.
La Bolsa de Fráncfort cayó un 1,1% tras conocerse que Merz no había obtenido la mayoría. En la noche del lunes, el canciller saliente, el socialdemócrata Olaf Scholz, ya se había despedido oficialmente del cargo en una ceremonia militar.
Lo que sucedió durante este 6 de mayo de 2025 se escrutará e investigará durante tiempo. La coalición de democristianos y socialdemócratas cuenta con 328 escaños, lo que significa que 18 o han votado en contra de su propio candidato o se han abstenido. Al ser el voto secreto, se desconoce su identidad.
La sorpresa mayúscula en la primera votación ha sembrado el desconcierto en un Bundestag donde, en unos minutos, se ha pasado de la calma y el ambiente casi festivo de un día de relevo democrático a una agitación inédita. Nunca, desde la fundación de la República Federal en 1949, un canciller había fracasado en la primera votación, pues este es el país que se precia de su previsibilidad, y en teoría los socios de coalición llegaron al hemiciclo creyendo tenerlo todo bien atado. No era así.
El resultado ha retrasado varias horas la agenda del día, en la que todo estaba listo para el traspaso de poderes. El presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, debía nombrar a Merz por la mañana, antes de que este jurara solemnemente el cargo. El candidato frustrado posiblemente confía en retomar la agenda internacional, que durante parte del día quedó en el aire. Este miércoles prevé visitar París y Varsovia y enviar una señalar de que Alemania vuelve a la sala de mandos de Europa.

Si la segunda votación por mayoría absoluta hubiese fracasado, se habría requerido una tercera que requeriría solo una mayoría simple, como la que ha obtenido en la mañana del martes. Para convocar esta votación a toda prisa y apagar cuanto antes la crisis, fueron necesarios dos tercios de los votos de la Cámara, entre ellos los de Los Verdes y La Izquierda.
La diputada de Los Verdes Ricarda Lang, expresidenta del partido, calificó a quienes, en la mayoría, votaron en contra de “irresponsables”, y se preguntó por el interés de estos diputados de arriesgarse a debilitar a su propio Gobierno y ayudar al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania.
“Me puedo imaginar dos cosas”, dijo la diputada ecologista. “Una, que hay descontento en el SPD con el contrato de coalición y con la política de nombramientos. O que una parte de la Unión [CDU/CSU] juega con fuego para dañar a su propio canciller y crear inestabilidad”.
La búsqueda de los culpables ha empezado. Democristianos y socialdemócratas consultados en el Bundestag echan la responsabilidad en el otro campo, aunque admiten que, al ser secreto el voto, es imposible saber con certeza quiénes son los culpables.
Como en las novelas de Agatha Christie, abundan los sospechosos con motivos variopintos para cometer el crimen. Alguien, en la mayoría parlamentaria de democristianos y socialdemócratas, ha querido enviar un mensaje a Merz, un político veterano que se ha creado con los años una nutrida nómina de enemigos en sus filas y en las de los rivales.
Uno de los ministros democristianos designados, en una conversación en los pasillos del Bundestag, atribuía la sorpresa a una rebelión en las filas socialdemócratas. Según estas teorías, estarían insatisfechos con la jefatura del SPD y sus nombramientos para los ministerios en la coalición con los democristianos. O querrían hacerle pagar a Merz pecados pasados, como el voto en febrero junto a la extrema derecha para endurecer las leyes de inmigración. Según un diputado bávaro, el culpable no cabría buscarlo en el campo conservador, pues sembrar el caos va precisamente, según este argumento, en contra de los valores conservadores.
Los socialdemócratas replican que, al contrario, en sus propias filas nadie señaló que iba a votar en contra, como suele suceder cuando se prepara un voto de disenso. En un referéndum entre militantes, el 85% voto a favor del contrato de coalición con los democristianos, aunque la participación fue baja, un 56%. La rebelión, según este argumento, vendría más bien de los descontentos en la CDU/CSU, que todavía no ha cerrado las heridas de los años de Angela Merkel.
Merz, de carácter impulsivo y ubicado en el ala más conservadora y liberal, nunca fue un líder especialmente querido. El resultado en las elecciones del 23 de febrero, una victoria menor de lo esperado, mostró su vulnerabilidad. El giro en las semanas posteriores, cuando abandonó la defensa del déficit cero en favor del endeudamiento para invertir en defensa e infraestructuras, llevó a muchos, en su campo, a acusarle de “falta a la palabra”, de “traición” y de haberse acercado en exceso a sus futuros socios socialdemócratas. Un sector del partido, además, cree que debe suavizarse el cordón sanitario que actualmente se aplica a AfD, partido que los servicios de inteligencia acaban de calificar como “extremista de derechas”.
El diputado democristiano Johann Wadephul, elegido como futuro ministro de Exteriores, en declaraciones a la salida del hemiciclo, intentó calmar los ánimos asegurando que lo ocurrido forma parte de la “normalidad democrática y parlamentaria”. La situación “es grave”, dice el diputado socialdemócrata Nils Schmid, “pero gestionable”.
Merz, en todo caso, empieza con mal pie, tocado por el fuego amigo. Un pato cojo en el mismo momento de asumir el cargo.
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