Bajar las altas temperaturas es un reto para las ciudades
Las agencias de noticias dieron cuenta esta semana de por lo menos 486 muertes repentinas debido al calor en la provincia canadiense de British Columbia, con temperaturas que se han acercado a los 50 grados Celsius. Y organismos internacionales que van desde la ONU hasta el World Economic Forum advierten que las grandes ciudades serán las más afectadas por el aumento en las temperaturas causado por el calentamiento global.
Por esta razón, científicos y urbanistas ya evalúan desde hace años formas de evitar que este tipo de desbordes en los termómetros afecten la calidad de vida de la gente. Y las investigaciones han mostrado que el asfalto juega un papel muy importante, debido a que el asfalto y el hormigón de las calles y avenidas son excelentes acumuladores de calor, lo absorben durante el día y lo liberan de noche. Solo en Quito hay una red vial de 8 500 kilómetros; si bien no se trata de una ciudad en la que se podría recrear la popular escena de freír un huevo en la calzada, durante los últimos 10 años sí se han registrado días con temperaturas más características de las provincias de la Costa.
Una de las iniciativas más aplaudidas a escala internacional fue la del proyecto piloto de la Autoridad de Obras Públicas de Qatar, que pintó un pequeño tramo de 200 metros en Doha, su capital, con un material criogénico que ayuda al enfriamiento y evita el deterioro. Implementado en el 2019, ahora se ha extendido a varios espacios abiertos, como parte de la estrategia de sostenibilidad que se mostrará a quienes visiten el país petrolero con motivo del Mundial de Fútbol 2022.
En Phoenix (EE.UU.) se dieron a conocer a inicios de junio las pruebas de un producto sellador de asfalto que refleja la energía del sol en el espacio para que el pavimento no absorba el calor. Además, investigadores de la Universidad de Arizona analizan otra tecnología que podría refrescar aún más el ambiente: un “material de enfriamiento radiactivo pasivo”, que refleja e irradia energía, por lo que la superficie es en realidad más fría que la temperatura del aire.
Otra estrategia muy replicada es la de los ‘cool roofs’ (techos fríos), que forma parte de la estrategia climática de California desde el año 2014. Estas cubiertas en las edificaciones, además de ser de colores claros -incluso calles enteras en esa zona han sido pintadas de blanco- utilizan materiales especiales que en lugar de absorber la energía del sol la reflejan, lo que contribuye a un menor gasto en aire acondicionado.
Es que las grandes hileras de casas blancas que se han visto por siglos en las orillas del mar Mediterráneo no son casualidad. La Ademe, que es la agencia francesa de medio ambiente y energía, explica que a temperaturas de 26 grados centígrados una casa con un techo de color oscuro puede calentarse hasta 80 grados.
Mientras tanto, definitivamente la mejor opción para paliar los efectos de los climas extremos en las urbes son las áreas verdes. La recomendación de la Organización Mundial de la Salud es 9 metros cuadrados por habitante; información reciente de la Empresa Pública de Movilidad y Obras Públicas (Epmmop) da cuenta de que la capital ecuatoriana llega a 22 metros cuadrados por habitante.
En cualquier escenario, el World Economic Forum ha recomendado considerar opciones como Bosco Verticale, un conjunto de dos edificios de departamentos en Milán (Italia) que desde el 2014 luce en sus balcones y terrazas 480 árboles grandes y medianos, 300 árboles pequeños, 11 000 plantas y 5 000 arbustos. Es el equivalente a 20 000 metros cuadrados de bosque.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Corporación Andina de Fomento (CAF) ponderan también los distintos proyectos impulsados para promover los huertos urbanos en Quito. Además de ser una iniciativa favorable con el entorno, se convierte en un importante aliado para favorecer la seguridad alimentaria.
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