El escándalo Watergate: qué llevó a Richard Nixon a convertirse en el primer presidente de EE.UU. que dimitió de su cargo hace 50 años
El escándalo Watergate es hoy en día símbolo de corrupción y conspiración.
Lo que comenzó como un robo en un edificio de Washington terminó con la renuncia del presidente número 37 de Estados Unidos, Richard Nixon, el 8 de agosto de 1974.
“Nunca he sido un desertor. Dejar la presidencia antes de que termine mi mandato es abominable para cada instinto de mi cuerpo. Pero como presidente, debo poner los intereses de Estados Unidos en primer lugar”, dijo Nixon en un mensaje emitido por radio y televisión.
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El hecho sacudió la política y la sociedad estadounidenses.
Fue el primer y único mandatario del país en dimitir, un hecho que marcó un punto de inflexión en la confianza ciudadana hacia quienes ejercen el poder.
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El caso Watergate tuvo cuatro momentos clave que culminaron, hace 50 años, con la caída de Nixon.
1. El robo
Todo comenzó con un supuesto robo.
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El 17 de junio de 1972 cinco hombres —tres cubanos, un cubano-estadounidense y un estadounidense— entraron de madrugada en la sede del Comité Nacional del Partido Demócrata, ubicado en el complejo de edificios Watergate en Washington D.C.
En ese lugar se centralizaba la campaña del partido, que aspiraba a derrotar a Nixon en las elecciones de noviembre de ese año.
El conserje del edificio notó algo sospechoso y llamó a la policía, que detuvo a los cinco individuos.
Al día siguiente, The Washington Post, uno de los principales diarios del país, reportó el hecho con algunos datos que comenzaron a levantar sospechas.
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Por ejemplo, los supuestos ladrones estaban vestidos de traje, usaban guantes quirúrgicos y llevaban equipos de escucha y cámaras de fotos.
Además, tenían casi US$2.300 en efectivo.
Con estos datos, Carl Bernstein y Bob Woodward, dos jóvenes reporteros del Post, comenzaron a investigar el caso.
Para ello fue crucial “garganta profunda”, una fuente anónima cuya identidad fue revelada tres décadas después: se trataba de Mark Felt, el entonces subdirector del FBI.
Con su ayuda, los periodistas le dieron un vuelco a la trama: empezaron a encontrar conexiones entre el supuesto robo y la Casa Blanca.
2. Los “plomeros” cubanos
La primera prueba de este vínculo fue publicada en agosto de 1972: un cheque de US$25.000 para la campaña de reelección de Nixon había sido depositado en la cuenta bancaria de uno de los ladrones.
Las indagaciones de los reporteros también revelaron que algunos de los involucrados en el robo habían participado en operaciones de la CIA contra el régimen de Fidel Castro.
Pero esta fue solo la punta del ovillo.
También encontraron que el fiscal general John Mitchell controlaba un fondo secreto para recopilar información sobre miembros del Partido Demócrata.
Y todo apuntaba a que las órdenes venían de la Casa Blanca.
En aquel entonces, Nixon se encontraba sobre el final de su primer mandato y desde la Casa Blanca un comité dirigía la estrategia para su reelección.
Aunque Nixon se perfilaba como el favorito para ganar las elecciones, no tenía el camino allanado.
Uno de sus principales obstáculos era no haber cumplido con la promesa con la que llegó a la presidencia en 1968: poner fin a la guerra en Vietnam.
Esto ocurría en un momento en el que los movimientos de defensa de los derechos civiles y contra el conflicto bélico estaban en plena efervescencia.
Además, en 1971 una filtración escandalosa conocida como los “Papeles del Pentágono” había dejado mal parado al mandatario.
Estos documentos secretos sobre el conflicto en Vietnam filtrados al diario The New York Times revelaban cómo se había engañado al público sobre lo que ocurría en la guerra.
Tras este escándalo, Nixon creó dentro de la Casa Blanca una Unidad de Investigaciones Especiales, más conocida como la unidad de “Los plomeros” porque su tarea era detener cualquier filtración.
Es en este punto donde esta historia se cruza con la de Watergate.
Uno de los “plomeros”, G. Gordon Liddy, fue transferido al Comité para la Reelección de Richard Nixon.
De ahí salió la orden para espiar a los demócratas en las oficinas del edificio Watergate y encontrar cualquier documento que pudiera perjudicarlos.
Pero mientras esta información salía a la luz, la popularidad de Nixon seguía intacta.
De hecho, arrasó en las elecciones de noviembre de 1972.
3. El encubrimiento de la Casa Blanca
Todo dio un giro dramático en febrero de 1973, cuando las investigaciones llegaron al Senado.
En las audiencias públicas del caso, que fueron seguidas en televisión por millones de estadounidenses, varios testigos coincidieron en que si bien Nixon no había dado la orden directa de espiar a los demócratas en Watergate, sí había mandado a encubrir los vínculos del caso con la Casa Blanca.
Pero no solo salieron a la luz detalles de Watergate.
También se conoció que la red de espionaje y conspiración se había convertido en casi una cultura de “el fin justifica los medios” en la Casa Blanca.
Incluso se dieron detalles de la financiación ilegal de muchas de las operaciones ilegales y de contribuciones al Partido Republicano a cambio de favores políticos.
Sin embargo, una de las revelaciones más graves fue la que destapó el sistema de escucha telefónica y de conversaciones que el propio presidente Nixon tenía instalado en la Oficina Oval.
El mandatario se justificó diciendo que había instalado ese dispositivo para escribir sus memorias.
La batalla feroz por las grabaciones marcó el principio del fin del segundo mandato de Nixon.
4. La caída de Nixon
Según los expertos, el proceso que acabó con la renuncia de Nixon puso a prueba la independencia de los poderes en Estados Unidos: la Justicia, el Senado, el Congreso y el Poder Ejecutivo.
El historiador Dafydd Townley, de la Universidad de Portsmouth en Reino Unido, le dijo a BBC Mundo hace algunos años que este acontecimiento marcaba “el fin de la relación entre la presidencia y la gente”.
Y agregó: “En última instancia, la vínculo entre el pueblo estadounidense y la confianza que tenía en el Poder Ejecutivo desapareció en 1974. Y realmente no ha vuelto”.
Primero fue la disputa entre el Senado, que quería obtener las grabaciones del despacho de Nixon, y el presidente, que se negaba a entregarlas alegando razones de seguridad.
Pero el drama se intensificó cuando renunciaron varios funcionarios del Departamento de Justicia, incluido el fiscal general, mientras que otros eran despedidos en medio de la presión desde la Casa Blanca para sofocar la investigación de la Cámara Alta.
Hubo una fuerte condena por parte de la opinión pública y algunos calificaron este episodio como un intento de golpe de Estado por parte del gobierno, por interferir en la Justicia.
Las grabaciones finalmente se hicieron públicas cuando lo exigió la Corte Suprema de Justicia el 24 de julio de 1974.
Una de ellas puso al presidente en el centro de la conspiración.
En el audio se escuchaba cómo Nixon conversaba con uno de sus asesores sobre cómo la CIA debía bloquear las investigaciones del FBI en el caso Watergate, solo seis días después de que la prensa reportara el supuesto robo.
De inmediato, el Congreso inició un proceso de juicio político o impeachment contra Nixon, acusándolo de obstrucción de la Justicia y abuso de poder.
Quince días más tarde Nixon renunció a su cargo.
A los pocos días de asumir, su sucesor, Gerald Ford, perdonó a Nixon y muchos analistas piensan que esto causó aún más desilusión en la sociedad.
Sin embargo, otros expertos afirman que el caso también demostró que, a pesar de sus fallas, las instituciones en Estados Unidos son fuertes y funcionan de manera independiente.
En lo que muchos coinciden es que este fue uno de los episodios más turbios de la política estadounidense en el siglo XX. (I)
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