El Gobierno de Starmer endurece el discurso ante el auge de la derecha populista de Nigel Farage

El Gobierno de Starmer endurece el discurso ante el auge de la derecha populista de Nigel Farage

La señal de que un Gobierno o un partido político comienza a tomarse en serio a un rival está siempre en el tono de los adjetivos que le dedica. Wes Streeting, ministro de Sanidad de Reino Unido y uno de los políticos más carismáticos y populares del laborismo británico, ha acusado esta semana al líder de Reform UK, Nigel Farage, de tener una visión “triste y derrotista” (miserabilist y declinist fueron los términos ingleses que utilizó) del país. Pero también ha advertido a la izquierda de la necesidad de tomarse en serio la amenaza de la derecha populista. Ha sido el ataque más contundente hasta la fecha contra una amenaza que sufren conjuntamente los partidos tradicionales. Aunque el primer ministro, Keir Starmer, tiene más motivos para estar preocupado.

Por primera vez desde que existe Reform UK, una encuesta de YouGov realizada esta semana ha situado a esta formación, que muchos de sus críticos tachan de extrema derecha, como la más votada. La intención de voto del partido de Farage sería del 25%, frente a un 24% del Partido Laborista y un 21% del Partido Conservador. Aunque la ventaja es todavía mínima, y entra dentro de un margen de error de hasta cuatro puntos porcentuales, resulta muy relevante que los resultados coloquen a la formación en la misma parrilla de salida.

Aparentemente, deberían ser los tories, recién apartados del Gobierno y todavía en proceso de construir una estrategia de oposición, quienes estuvieran más preocupados. Pero otro estudio reciente de la organización Hope not Hate, dedicada a analizar y combatir la amenaza de la extrema derecha, señala dónde está la verdadera alarma. El Partido Laborista obtuvo una amplia mayoría parlamentaria en las elecciones de julio del año pasado, favorecida en gran parte por el sistema electoral mayoritario, que premia en exceso al candidato más votado de cada circunscripción. En muchos territorios, la segunda fuerza más votada fue Reform UK. Y los estrategas del Partido Laborista saben que muchos de sus votantes tradicionales, que abandonaron a la formación seducidos por el Brexit y Boris Johnson, no han regresado al redil de modo definitivo. El discurso antisistema y antiinmigración de Farage les sigue seduciendo. La resurrección en Estados Unidos de Donald Trump, amigo y aliado de Farage, ha dado alas y esperanza al político populista.

Según el análisis detallado de Hope not Hate, territorio a territorio, Reform UK, que en las pasadas elecciones logró por fin entrar en la Cámara de los Comunes con cinco diputados, podría hoy obtener un mínimo de 76 representantes, simplemente con un trasvase de votos procedente de los partidos tradicionales de apenas un 3%. Y de esa cifra, dice el estudio, cerca de 60 diputados arrebatarían su escaño a los laboristas.

“La base electoral de Reform UK no la compone un bloque monolítico. Supone una coalición de personas frustradas con los partidos y la política tradicional, seducidas por la promesa de ‘arreglar el sistema”, explica Nick Lowles, director ejecutivo de la organización antirracista. La mezcla agruparía a conservadores tradicionales, clase obrera, jóvenes radicales, la vieja derecha autoritaria e incluso un grupo de moderados que desearían mayor intervención del Estado para arreglar la vida pública.

Contundencia contra la inmigración

Un grupo de unos 40 diputados laboristas, que se ha bautizado a sí mismo como el Grupo de la Muralla Roja (Red Wall Group), ha reclamado a Starmer un discurso más contundente contra la inmigración, para frenar la amenaza de Farage. La Muralla Roja es la zona delimitada por las Tierras Medias de Inglaterra donde el voto de la izquierda estaba prácticamente asegurado, hasta que el Brexit y su carga antisistema y xenófoba lo cambió todo.

“En mi circunscripción, el asunto clave es la inmigración. Y no estamos siendo lo suficientemente contundentes a la hora de explicar todo lo que estamos haciendo”, ha exigido Jo White, diputado por la circunscripción de Bassetlaw, e impulsor del grupo.

La ministra del Interior, Yvette Cooper, ha puesto en marcha una política de deportaciones que ha devuelto ya a sus países de origen a más de 17.000 solicitantes de asilo que han visto denegada su pretensión. El Gobierno de Starmer, consciente de la impopularidad de esta dureza entre cierto sector de sus votantes, ha decidido evitar cualquier mensaje triunfalista, con lo que sigue dando alas al discurso catastrofista de Reform UK.

Farage, que domina el escenario y se crece ante un micrófono, convierte en un circo cada una de sus intervenciones en la Cámara de los Comunes. Este miércoles acusó a Starmer, durante la sesión de control al primer ministro, de abandonar a suerte a los ancianos que han dejado de percibir las ayudas anuales para la factura del gas y la electricidad.

Starmer tenía ya preparada la estrategia diseñada por el Partido Laborista. “Habla usted de pánico, pero el único pánico que deberían tener todos los que le escuchan es por la posible pérdida del Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés), porque lo que usted propone es su privatización”, respondía a Farage el jefe de Gobierno británico.

Aunque el programa electoral de Reform UK sigue defendiendo una sanidad pública universal y gratuita, Farage, de gatillo fácil y locuacidad incontrolada, ha sugerido en alguna ocasión que debería recurrirse a un sistema de seguro privado, como el estadounidense.

El Partido Laborista ha decidido suministrar al político populista su propia medicina y presentarle como la mayor amenaza de un servicio público, el NHS, que a pesar de su deterioro sigue siendo muy apreciado por los británicos.