Los vecinos del Hospital del IESS son testigos del dolor de familiares de pacientes contagiados con covid-19
Todos los días, sin importar la hora, se encuentran cara a cara con personas contagiadas de covid-19 que acuden en busca de atención. Los moradores y dueños de negocios ubicados a lo largo de las calles Moraspungo y Pinllopata, en la Cooperativa 10 de Agosto de El Calzado, se acostumbraron a observar cómo diariamente arriban pacientes y son ingresados al Hospital Quito Sur, del Seguro Social.
Hace un año, ese centro fue declarado centinela, es decir de atención prioritaria para infectados. Ser vecino del hospital no es sencillo.
Los moradores dicen ser testigos de la desesperación y de la ansiedad de los pacientes y familiares de quienes contrajeron esa enfermedad.
Desde la acera que bordea al hospital, vecinos y transeúntes pueden ver el área de emergencias, que está completamente saturada. Allí, unos pacientes esperan en sillas y otros permanecen acostados sobre colchonetas. Algunos están conectados a tanques de oxígeno.
“Hasta acá se escucha lo que los parientes lloran cuando alguien muere con ese mal”, cuenta Sara Rodríguez, propietaria de un cibercafé que recibe a decenas de clientes al día.
Por más medidas de bioseguridad que tomó, cuenta, se enfermó de covid-19 hace un mes y medio. Se recuperó, por fortuna. Sospecha que una de las personas que acudió a su negocio la contagió. También llegan clientes a revisar sus cuentas de correos electrónicos y recibir noticias sobre exámenes PCR realizados días atrás.
“Algunos se alteran y gritan: ‘¡no puede ser!’. Otros lo toman con calma, parece que la gente le perdió el miedo a la pandemia”, dice.
La mujer recuerda que hace seis meses, en su local, una señora se enteró de que su padre falleció. Mientras sollozaba, le comentó que no recibió atención adecuada.
Jericó B., de 16 años, vive al frente del hospital junto a sus padres. Cree que se infectaron cuando salieron de compras al mercado de El Camal, también en el sur. Ellos presentaron fiebre, dolor del cuerpo y perdieron los sentidos del olfato y gusto. Tenían un restaurante, pero lo cerraron por temor a contagiarse nuevamente.
Lo más duro de vivir en ese sector es oír las ambulancias y ver cómo llegan los pacientes sin respirar, algunos sin poder ni caminar. Siento que es un riesgo de vivir cerca del hospital. Cuando sale de su casa, trata de pasar por allí lo más rápido posible. No se acerca y al llegar a casa se desinfecta el calzado. Se lava las manos de forma permanente y siempre lleva una botella con alcohol.
Lo mismo hace Luis Tenesaca, mesero de un restaurante del sector. Todos los días atiende a gente que tiene allegados que fueron internados por coronavirus. Por eso, desinfecta las mesas y sillas cada 20 minutos. Se lava las manos más de cinco veces al día. “La gente llora desesperada, grita. La situación en este sector es muy difícil. Hay mucha tristeza porque nos toca convivir con ese dolor”.
Rolando Baquero tiene una tienda de abarrotes a pocos metros del ingreso a la casa de salud. Asegura que la gente viene al hospital con desesperanza. Algunas personas incluso sospechan que sus allegados perderán la batalla, debido a que su salud se encuentra muy deteriorada. En su local compran pañales para adultos, utensilios de aseo personal, agua, cremas contra las escaras.
No se ha contagiado de coronavirus, siempre se cuida. Preocupado, el comerciante cuenta que cada vez llegan más personas. La situación se ha vuelto crítica en las últimas semanas. Sabe sobre la indisciplina de la gente y plantea una alternativa: quienes no cumplen las restricciones deberían recorrer los alrededores del hospital del IESS, para que conozcan la realidad de la emergencia sanitaria y el dolor de las familias.
El jueves pasado, la Secretaría de Salud del Municipio mostró, a través de tres indicadores, que los casos de covid-19 en Quito continúan en aumento, pese a que se mantienen las limitaciones de aforo en los comercios y la restricción vehicular en toda la ciudad. Hasta el jueves, según la Secretaría Municipal de Salud, 119 personas esperaban por una cama en terapia intensiva y otras 57, un lugar en hospitalización.
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