Vinicius busca en la Champions contra el Arsenal la salida al laberinto de los penaltis

Caminando sobre el alambre como nunca, o como siempre, el Real Madrid regresa adonde fue feliz hace menos de un año: a la Champions, a Londres, la ciudad en la que atrapó su 15ª Orejona en Wembley, apenas una decena de kilómetros al este del Emirates, escenario en el que se estrena en partido oficial esta noche en la ida de cuartos de final contra el Arsenal (21.00, Movistar).
El equipo de Mikel Arteta es un mecanismo estructurado, el menos vulnerable del torneo, que sin embargo llega ya sin opciones en la Premier. El de Ancelotti, que durante unas horas el sábado se hizo a la idea de que se le había ido la Liga, se presenta arrastrando la idea de que aún tiene pendiente encontrar una estructura que le permita exprimir su fastuosa colección de atacantes. “No creo que estemos tan mal como dicen las críticas”, dijo ayer Courtois. “Desde dentro sentimos que lo hacemos bien. Estamos aquí, estamos vivos en las tres competiciones”.
El Madrid regresa adonde fue tan feliz con uno de los futbolistas que más contribuyeron a esa dicha un tanto emborronado. El Bernabéu silbó a Vinicius desde el primer balón que perdió el sábado contra el Valencia. Y todavía más cuando luego desperdició un penalti que podría haber empatado el partido. Vinicius ha terminado enredado en algo que se ideó para impulsarlo al Balón de Oro. Con Benzema en Arabia, el cuerpo técnico estudió las opciones y acogió la indicación de entregar los lanzamientos al brasileño, pese a que los datos que manejaban lo desaconsejaban. Además, él nunca se ha sentido cómodo en los 11 metros.
Falló el primero, en el partido de pretemporada contra el Barça en julio de 2023, marcó los siete siguientes con el Madrid y con Brasil, y después cayó en una serie de tres fallos en los cuatro últimos lanzamientos, según el recuento de Opta.
Sin embargo, tozudo y competitivo, se aplica casi a diario a tratar de dominar una técnica que le resulta esquiva. Los especialistas clásicos no se ejercitan cada día. Según una fuente con acceso a los entrenamientos en Valdebebas, la insistencia y la frustración provocan que el empeño se le haga bola. Le ha dado tantas vueltas a la búsqueda de una rutina exitosa que se ha saturado y parece cada vez más perdido. El último episodio fue el pobre lanzamiento que le detuvo el fin de semana Mamardashvili. La ejecución fue tan predecible que al portero del Valencia le habría bastado con mirar un breve vídeo que lleva días circulando en las redes que relaciona el pie con el que hace la paradinha con el lado que escoge. El sábado se apoyó en la derecha y escogió ese flanco, como siempre.
Solo tres semanas antes había desperdiciado el anterior, en la vuelta de los octavos de la Champions en el Metropolitano. Aquel también lo descifraba el vídeo: sin paradinha, tira alto y más bien centrado, y ese se fue a la grada.
En el club cada vez hay más personas, de los despachos a la caseta, convencidas de que debe dejar los penaltis. Ancelotti no quiso zanjarlo ayer: “Lo hemos pensado y mañana intentaremos manejarlo”. Incluso en el entorno del brasileño creen que, pese a que él lo seguirá asumiendo como un reto, le hace más mal que bien. Lo que empezó como un atajo al Balón de Oro que se le escapó en octubre por un puñado de votos, ha derivado en una trampa. Su gente ha observado que los fallos dan paso a largos minutos de mal juego, lo que atiza aún más el descontento de la grada.
El borrón de los penaltis añade otro elemento a la agitación de un curso extraño para Vinicius. La desaparición en el vestuario de liderazgos como el de Kroos y Carvajal en el momento de entrega institucional máxima a su objetivo del Balón de Oro, contribuyó a que su carácter volcánico se descontrolara más a menudo. Quien había funcionado tanto como rescatador del Madrid pasó a suponer a veces un riesgo de descarrilamiento. Nunca había visto tantas tarjetas como esta temporada: 0,36 por partido, más del doble de las 0,15 de la 2021-2022, la última al lado de Benzema. A partir de ahí se disparó: 0,30, 0,32 y ahora 0,36.
La confianza de Ancelotti
De fondo, además, sonaba siempre la música de la tentación de Arabia Saudí. Sus agentes se reunieron al menos dos veces hace casi medio año y recogieron el interés desmesurado del país por contratarlo. El Madrid, que se remite a los 1.000 millones de cláusula de un contrato que vence en 2027, citó hace semanas a los agentes para conocer sus intenciones. Él mantiene que quiere quedarse. El club le trasladó una oferta que les pareció demasiado cercana a lo que gana ahora y los agentes dejaron su cifra. La cuestión quedó suspendida ahí. Vinicius no tiene prisa por renovar. Su gente cree que si sostiene el rendimiento de las últimas campañas el Madrid le firmará más.
Pese a los pitos de la grada y las broncas de Modric y Bellingham por su escasa intensidad, Vinicius conserva el fuego de la reacción en momentos grandes y en circunstancias desesperadas. El martes pasado, en la vuelta de la semifinal de la Copa contra la Real, el técnico italiano le amenazó con cambiarle, e incluso llamó a Brahim. Señalado y con el marcador en contra, el brasileño prendió la chispa: asistió a Bellingham después de una jugada extraordinaria y con otra provocó el córner del siguiente gol.
Pese a los remolinos que navega, lleva ya 34 contribuciones al gol (20 tantos y 14 asistencias), tantas como en toda la temporada pasada. Esta noche regresa adonde fue tan feliz, la Champions, donde ningún futbolista ha contribuido a más goles que sus 44 desde el curso 2021-2022, el primero en el que ganó el torneo. Ancelotti no tiene dudas tras los pitos del sábado: “No necesito hablar con él. Sé perfectamente que podría haber jugado mejor. Cuando piensa que no ha jugado bien, sé que el partido siguiente lo va a hacer mejor”.
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