Gustavo Corral: ‘El cine es una herramienta transformadora’
El estudio de Gustavo Corral Wandemberg es un museo de filmadoras y proyectores de cine, algunos que se usaban en los años 30. Y tiene sentido: su nombre surge cuando el cine era algo muy artesanal en el país. Dirigió la película ‘Montonera’, que se estrenó en 1982. Un año después, poco antes del gobierno de León Febres Cordero, aparecía el grupo Alfaro Vive Carajo.
Vaya momento para estrenar una película sobre Alfaro.
Efectivamente, y como trataba de los montoneros de Alfaro, el grito característico era ¡Viva Alfaro, carajo! Y en la película se lo dice varias veces. Casi simultáneamente surge el movimiento Alfaro Vive Carajo. Me llegaban comunicados pensando que yo era un simpatizante. Y la gente del Gobierno pensaba lo mismo. Para qué voy a mentir: sí era medio simpatizante, pero no tuve una relación orgánica.
Hubo detenidos por ese film.
Supimos que a unos chicos que fueron a proyectar la película en Esmeraldas los secuestraron, torturaron y decomisaron la película. Como no tenían de qué acusarlos, los dejaron libres. El Ministerio de Defensa emitió un comunicado en el que prohibía la exhibición de la película en el país.
Algo que no se cumplió.
Por suerte. Pero en ese momento fue una especie de un tiro en la sien porque yo había hipotecado la casa de mis padres para hacer la película. Con este decreto dije ‘marché’ y marcha la casa de mis padres.
¿Y cómo lo solucionó?
Hubo una acuerdo entre la UNP, la Casa de la Cultura y el Municipio para exonerar de impuestos a las películas nacionales que se exhibían en los cines de la ciudad. Ya había gente que filmaba películas. Hice una versión corta, que se amplió a 35 mm. Y por eso pude pagar la hipoteca.
¿Cambió el título?
Siguió llamándose ‘Montonera’. Creo que no se dieron cuenta. No aparecía el título en la cartelera de los periódicos; solo decía “corto nacional”.
Usted fue parte de la generación que reivindicó a Alfaro.
Era una figura cimera que rompió toda la imposición de la oligarquía serrana y -mal que bien- Alfaro sí tenía ideas transformadoras. No las pudo llevar totalmente a cabo; quizá la gente que lo rodeaba le impidió convertir su ideal en hechos, pero sin duda fue un elemento modernizador. Era quien podía representar de mejor manera los ideales de transformación. No te hablo de izquierda ni de partidos, sino del ideal.
¿Un ideal que mantiene?
Me dediqué al cine porque lo veía como una herramienta para la transformación de la sociedad. Y lo sigo creyendo así. Te hace pensar, reflexionar, te pone ante una realidad diferente a la tuya sobre la cual debes tomar una actitud. No digo que afecte al 100% de las personas que miren una obra de arte, pero creo que es algo que debe cumplir el arte auténtico.
¿Te persiguió el gobierno de León Febres Cordero?
La verdad, no. Sería inventarme algo si te dijera que sucedió así.
En años en que casi no se hacía cine en el país, ¿se imaginó de niño que se iba a dedicar a eso?
Cuando estaba en cuarto curso, mi papá me consiguió una cámara y un tío tenía un laboratorio de fotografía. Iba con la cámara a todas partes. Luego iba a revelar donde mi tío. Me fue entrando el gustito por esto. Mis papás querían que estudiara arquitectura. Estuve dos años y por suerte, Velasco Ibarra cerró la Universidad.
¿Por suerte, dice usted?
Sí. Y por suerte me enamoré de la que es ahora mi esposa. Su papá era director ejecutivo del entonces Inheri (recursos hidráulicos) y le llegó una donación de Suecia, vaya a saber por qué, de un proyector de cine de 16 mm. Mi cuñado, Ramiro Bustamante, me lo mostró y le dije por qué no hacer cine: si hago fotos, ¿qué me lo impide? Obviamente no tenía la menor idea de hacer cine.
Pero le tentaba la idea.
Claro, pero es más: ya había aprendido a editar. Con este proyector pedía prestada películas a las embajadas porque en ese tiempo te las prestaban. Se me ocurría editarlas de una manera diferente. Las cortaba, pegaba y las reconstruía. Los de las embajadas no se enteraban nunca y yo descaradamente las despedazaba.
¿Y cómo las pegaba?
Con esmalte de uñas y luego las raspaba con una gillete. El efecto terminaba siendo el mismo.
Y así nomás se lanzó al cine.
Compré unos rollos de 16 mm . Con mi cuñado y mi señora hicimos una película de Velasco Ibarra y el asesinato de Milton Reyes. Tuvimos que inventar la manera de revelar la película. Con unos tanques de 50 galones y bandejas en el fondo revelaba, lavaba y fijaba. En el baño de la casa la colgaba para que se secara. Pero era en negativo y no había cómo verla. Me inventé una forma de copiar la película para que sea positiva: enrollaba película virgen y negativo en rollo y las cargaba en la cámara; en el lente le ponía un tubo con un foco de tal manera que entraba luz por el lente. Arrancaba la cámara y el negativo pasaba delante de la película virgen y la imprimía. Y -¡oh sorpresa!- era positiva. Exhibimos la película en la Universidad Central.
¿Cómo se llamaba la película?
Ni tenía nombre. Era una crónica de Velasco sin sonido. Yo iba narrando la película mientras se proyectaba. En realidad, era un homenaje a Milton Reyes. Doné la película la a la Universidad. Muchísimos años después me enteré que estaba en la embajada de Ecuador en Polonia. ¿Por qué? No sé.
Con Kino hizo mucho.
Te puedo decir que la experiencia en Kino fue de alguna manera dual. Por una parte estaba mi deseo de hacer cine de arte, transformador; por otra, estaba la necesidad intrínseca de producir y ganar en el ámbito comercial. Esto hizo que, de hecho, por los años 90 me separara. Y en el año 2000 entré a dar clases de producción cinematográfica en la Universidad San Francisco, cuando mi hijo Nicolás comenzó a trabajar conmigo en animación.
Trayectoria
Fue uno de los fundadores de la productora Kino, que desde los años 70 fue una de las más importantes del país. Dirigió la película ‘Montonera’, sobre los seguidores de Eloy Alfaro. También fue profesor de producción cinematográfica de la U. San Francisco.
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