La medallista es la inspiración de los niños de Pusir Grande
Eloina Arce dudó sobre el repentino interés de su hija Tamara Salazar en la halterofilia, en 2009. “Eso es para hombres”, le dijo entonces la carchense a su heredera, quien 12 años después llegó a convertirse en medallista olímpica.
“¡A mí sí me gusta!”, respondió convencida Tamara, quien tenía 12 años, y finalmente recibió la bendición de su madre para dedicarse a esta disciplina deportiva. Su decisión también tuvo el apoyo de su padre, Horacio Salazar, y sus cinco hermanos, todos nacidos en Pusir Grande, comunidad rodeada de tierra y hierba, donde la gente se dedica a la agricultura. La localidad está ubicada en el cantón Bolívar, del Carchi.
En la comunidad, se formó como estudiante y deportista. Se graduó de bachiller en la Unidad Educativa Pusir Grande. En el gimnasio de la Federación, en cambio, se entrenó con sacrificio, tenacidad y alegría. Así lo cuenta su descubridor, el cubano Julio Yaque, quien reside en el sector y trabaja en la Federación Deportiva del Carchi.
Él reconoció las capacidades innatas de la deportista y pidió permiso a los padres de la carchense para que acudiera a entrenarse. A los dos meses de prácticas, Tamara ganó una medalla de plata en los Juegos Nacionales: ese fue el inicio de una carrera que la llevó a la élite olímpica.
En su tierra, los niños y niñas la admiran por conseguir la medalla de plata en Tokio. Fue la segunda presea plateada y la quinta medalla en las participaciones olímpicas de Ecuador. Los infantes quieren imitarla y llegar a un podio olímpico. De eso da fe su hermana Mayra Salazar, quien entrena a los jóvenes de una de las escuelas de halterofilia de la Federación Deportiva del Carchi.
“Hay más interés por las pesas desde que Tamara estuvo en Tokio”, dice orgullosa y la elogia. “Tamara se ha sacrificado mucho por este deporte, pues ha debido viajar constantemente y eso la ha alejado de la familia, pero ahora tiene su recompensa”.
Tamara, de 24 años, siente ese aprecio de su gente cuando recorre el sector con su cabello frondoso y pañuelos coloridos en la frente. A ella le gusta lucir bien y siempre muestra una sonrisa cuando la felicitan. Le gusta la cosmetología, y cuando el tiempo se lo permite se dedica a esta actividad. Como buena carchense sabe bailar la bomba. También disfruta del reguetón y de la salsa choque, que escucha durante sus entrenamientos.
A Tamara le agrada el fréjol y los gandules, sobre todo si los prepara su mamá. En su comunidad (Pusir Grande, en Carchi) cultivan fréjol. Ella es la cuarta de seis hijos de la pareja conformada por Eloina Arce y Horacio Salazar. Sus hermanos son Mauricio, Ronnie, Mayra, Geovanni y Pablo.
A los niños y adolescentes les comenta que deben sacrificarse por sus sueños. “A ellos les digo que se enfoquen si es que tienen algún sueño o alguna meta”, expresó la deportista en una de los homenajes, en Carchi.
La pesista vive con sus padres. Con ellos y sus hermanos pasó las festividades de fin de año. Los Salazar Arce quemaron un año viejo cerca de la medianoche y compartieron una comida.
En los últimos cuatro meses, tras la participación en Tokio, la ecuatoriana permaneció en Pusir Grande la mayor parte del tiempo. Solo salió a ciudades como Quito y Manta para recibir homenajes y regalos. Entre estos reconocimientos, obtuvo una beca completa de estudios en la Universidad San Francisco de Quito. Escogió la carrera de Comunicación Social.
Tamara estudia virtualmente, tres veces a la semana, en su anhelo de llegar a ser una profesional. Sin embargo, con el nuevo año sus prioridades cambiaron. En estos días retomará la preparación para llegar a sus segundos Juegos Olímpicos, en París 2024.
Su agenda de 2022 contempla la participación en los Juegos Bolivarianos de Valledupar, Colombia, entre junio y julio próximos. También se proyecta a los Juegos Sudamericanos de Asunción, previstos para octubre. Forman parte de las competencias del ciclo olímpico.
La ecuatoriana quiere volver a otro podio olímpico y tiene el apoyo de su madre Eloina, quien al inicio dudaba de su inclinación a las pesas y ahora es su principal respaldo. “Cuando Tamara ganó la medalla, fue algo indescriptible y todavía lloro de la emoción”, cuenta su mamá.
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