La UE busca afianzar su estrategia de rearme tras el impulso del gasto militar acordado en la OTAN

La UE busca afianzar su estrategia de rearme tras el impulso del gasto militar acordado en la OTAN

Para buena parte de los líderes europeos convocados este jueves en Bruselas al Consejo Europeo de junio, el trayecto es corto. Muchos viajan directamente desde la casi vecina La Haya, la ciudad holandesa donde la OTAN ha pactado el mayor incremento de gasto en defensa de su historia. El acuerdo alcanzado este miércoles en la cumbre de aliados, una de las más tensas de la historia de la Alianza, elevará la partida militar de la actual meta de 2% del PIB nacional a un 5% en 10 años. Un acuerdo con el que los 27 miembros de la UE —23 de ellos también países aliados— esperan impulsar y coordinar sus propios esfuerzos en materia de seguridad y defensa, ámbitos en los que el bloque también ha dado un salto cualitativo sin precedentes en los últimos meses ante las tensiones mundiales, particularmente la guerra de Ucrania.

La expectativa es grande. Tanto, que en las conclusiones de la última cita de los jefes de Estado y de Gobierno europeos, bajo la presidencia rotatoria de Polonia, hay constantes referencias a la cumbre de La Haya como palanca para avanzar también entre países comunitarios. “El Consejo Europeo subraya la necesidad de seguir aumentando sustancialmente el gasto en la defensa y seguridad europeas y de invertir mejor juntos”, señalan las conclusiones de la cita de este jueves —y quizás viernes— en la capital belga, a las que ha tenido acceso EL PAÍS. El texto no estaba totalmente cerrado precisamente por la cumbre de La Haya, con la esperanza de poder agregar la referencia del “compromiso realizado en la cumbre de la OTAN por los Estados miembros que también son miembros de la OTAN”.

Que hay sentido de urgencia lo dejan claro también la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y la alta representante para Política Exterior y Seguridad, Kaja Kallas, en una carta a los líderes enviada en vísperas de la nueva cita. “Debemos prepararnos, y debemos estar preparados, para proteger a nuestros ciudadanos, nuestros intereses y nuestra Unión en todos los escenarios posibles”, escriben las dos mandatarias a los Veintisiete.

Pero la imprevista amenaza del presidente estadounidense, Donald Trump, a uno de los suyos, España, por haber cuestionado el 5% impuesto por Washington y lograr negociar una vía más flexible abre una gran incógnita de cara a la nueva reunión. Antes de volver a la Casa Blanca, Trump anunciaba desde La Haya represalias comerciales contra España: “Es el único que se niega a pagar. Vamos a hacer que pague el doble”, prometió, visiblemente irritado. Aunque no habló específicamente de “aranceles”, la amenaza es preocupante porque se produce cuando se acerca vertiginosamente el plazo límite que el republicano ha impuesto para la entrada en vigor de los aranceles que amaga con aplicar a todo el bloque europeo. Esa fecha es el 9 de julio, sin que haya por el momento noticias de avances en las negociaciones contra reloj que desarrolla Bruselas para buscar una solución. Trump puede imponer aranceles concretos a España (es decir, a los productos que España venda a Estados Unidos), pero esta tiene que responder a través de la UE, puesto que la política comercial es competencia exclusiva de la Comisión Europea y los acuerdos comerciales europeos no son de países individuales, sino de todo el bloque comunitario.

Bruselas no ha querido entrar por el momento en el nuevo pulso, bajo el principio de que no responde a “comentarios o amenazas”. Pero sí ha querido recordar que el bloque está “completa y profundamente implicado en negociaciones” de las que espera una solución “negociada y mutuamente beneficiosa”. En caso contrario, ha agregado una portavoz comunitaria, “todos los instrumentos y opciones siguen sobre la mesa”.

Pero con parte de los testigos del duelo abierto entre Trump y Sánchez nuevamente sentados en torno a otra mesa compartida, es difícil que la cuestión no surja en Bruselas de una u otra manera. También debido al malestar que algunos países habían mostrado, más o menos explícitamente, con el desplante de España, que finalmente podrá intentar cumplir sus compromisos de gasto en capacidades militares con el 2,1% del PIB —España considera que le basta— en vez de la meta del 3,5% a la que se han comprometido el resto de aliados hasta 2035.

Hablar de guerra, rearme y amenazas de todo tipo —desde la militar que supone Rusia y su apetito imperialista más allá de Ucrania a los ciberataques o las amenazas híbridas— ha dejado de ser un tabú en Europa. “La era del dividendo de la paz ya pasó”, advirtió la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al anunciar a mediados de marzo un instrumento de préstamos por 150.000 millones de euros para apoyar las compras conjuntas de equipos de defensa por parte de los Estados miembros, el denominado mecanismo SAFE. A la par, propuso una especie de cláusulas de escape nacionales que permitirán que los países puedan gastar en defensa hasta un 1,5% más del PIB fuera del techo de déficit sin ser penalizados por la normativa europea. Hasta 16 Estados miembros han manifestado su interés por hacer uso de la cláusula de escape. No así España —al menos no por ahora—, porque considera que no lo necesita para llegar al 2% de gasto en defensa al que sigue aferrada. Y países como Dinamarca, históricamente reacios a aumentar el gasto a la hora de negociar, como tocará a partir de julio, el presupuesto multianual de la UE, han abandonado su frugalidad en aras de las nuevas necesidades de defensa.

Volodímir Zelenski junto a Donald Trump, durante un encuentro este miércoles en La Haya.

Consciente de que pese a las aseveraciones de Trump, que en La Haya aseguró que está “al 100%” con los aliados, el apoyo de Estados Unidos en materia de defensa es más frágil que nunca, la UE quiere acelerar también otros instrumentos o vías de financiación de defensa. Al mismo tiempo, el bloque cierra alianzas con socios extracomunitarios. El último ha sido Canadá, otro miembro de la OTAN cuestionado por Trump, este mismo lunes. Su primer ministro, Mark Carney, hizo una escala en Bruselas previa a La Haya para sellar un acuerdo de seguridad y defensa que permitirá que las empresas canadienses puedan optar al programa de créditos SAFE. En las últimas semanas, la UE ha cerrado sendos acuerdos de defensa con Australia y Reino Unido, otro socio de la OTAN.

Más allá del gasto militar, Ucrania fue otro de los asuntos clave de la cumbre de la OTAN, aunque lejos del protagonismo que adquirió en cumbres anteriores.

En La Haya, los líderes europeos quisieron dejar claro a su socio que sigue siendo una prioridad -y que la supervivencia de Ucrania, y las garantías de seguridad para Kiev, son fundamentales también para la seguridad del Viejo Continente, pese a la resistencia de Washington a aprobar nueva ayuda militar a Kiev.

Toda la OTAN, incluido Estados Unidos, está “completamente comprometida” a mantener a Ucrania en la lucha para repeler la invasión rusa, declaraba el secretario general de la Alianza, Mark Rutte, en una entrevista concedida a la agencia Reuters tras la clausura de la reunión.

En un vuelco de fortuna, tras el plantón recibido hace una semana en la cumbre del G-7 en Canadá, el presidente ucranio Volodímir Zelenski, llegó este miércoles incluso a mantener una bilateral con el presidente estadounidense, Donald Trump, quien se mostró inusualmente elogioso hacia él. El republicano, en un paso que parecía impensable cuando abroncó públicamente al aliado en el Despacho Oval en febrero, se mostró además, tras el encuentro de 50 minutos, abierto a facilitar armamento al país agredido por Rusia, tras el recrudecimiento de los ataques de Moscú.

Ese visto bueno era uno de los grandes objetivos del líder ucranio en su participación en la cita atlántica. El otro, arrancar el sí de Trump a la imposición de sanciones más duras contra Rusia.

Hasta ahora, Trump no había dado señales en ningún momento de querer facilitar armas a Kiev. De hecho, durante su etapa de peores desencuentros en febrero con Zelenski llegó a cancelar los suministros de equipos que ya había aprobado el Congreso anterior y el presidente demócrata Joe Biden. Ahora aludía incluso a los Patriot, los misiles defensivos que Ucrania considera imprescindibles para resistir el empuje ruso. Esos misiles, o esos sistemas -no está claro si se refería solo a los proyectiles o también a las baterías- “son muy difíciles de conseguir” pero “veremos si podemos poner algunos a su disposición”, señaló.

La reunión fue la guinda de las últimas 48 horas para el presidente ucranio, a quien los líderes europeos quisieron arropar. Ya antes de su llegada, el secretario general de la Alianza, Mark Rutte, anunciaba que los europeos -que temen un posible ataque ruso sobre alguno de sus miembros a lo largo de los próximos 10 años- casi han doblado sus promesas de asistencia militar a Kiev; de los 20.000 millones de euros comprometidos en los tres primeros meses se ha pasado a 35.000.

Aunque finalmente Zelenski no acudirá a Bruselas en persona este jueves, el futuro de Ucrania estará también en lo más alto de la agenda europea. Frente a la mención de pasada —una frase— en la declaración de La Haya, las conclusiones de los Veintisiete dedican casi la cuarta parte de su espacio a manifestar su “inquebrantable” apoyo europeo al país frente a la ofensiva rusa. Los Veintisiete abogan en este sentido a seguir presionando a Moscú hasta que muestre “verdadera voluntad política de concluir la guerra de agresión, acordar un alto el fuego y comenzar negociaciones fructíferas”, de acuerdo con el borrador del documento europeo. Prometen para ello redoblar las presiones mediante más sanciones, pese a que no parece que vayan a lograr sacar adelante en esta nueva cita el 18º paquete sancionador que fue anunciado a bombo y platillo.