Un Ecuador enorme cae en las garras de ‘Dibu’
¡El partido de la Copa América…! Que fue todo: dramatismo, guerra, juego, cielo, infierno, suerte, frustración, euforia, emoción, decepción, esperanza, despedida, guion… Toda una película. Ecuador regresa una vez más a casa antes de lo soñado en esta competición que le es tan adversa. Eso sí, con honores, con palmadas y loas, con un horizonte luminoso después de haber dejado la sangre sobre el césped del NGR Stadium. La suerte, que lo mimó frente a México, le dio vuelta a la cara ante Argentina. Una Argentina que avanza a semifinales sin brillo, quizás sin merecerlo, titubeante de juego; aunque con un arquero monstruoso, gigantesco como Dibu Martínez, cuya mente podría competir mano a mano con la de Nadal o la de Djokovic. Él se puso otra vez la capa en la tanda de penales, voló a izquierda, a derecha y es el responsable fundamental de llevar a la Albiceleste a las semifinales. Salvó a Messi, a todos. Uno a uno en el juego, 4-2 en los penales.
El libreto contempla docenas de escenas límite que confirman el fútbol como el rey de reyes de los deportes y entretenimientos. Un partido cambiante e impredecible. Argentina partió como amplio favorito por su condición de campeón mundial, de equipo sólido, de plantel dorado, pero Ecuador lideró las acciones desde el inicio con decisión y peligrosidad. Tuvo tres arremetidas a fondo, en el primer cuarto de hora, en las que saboreó el gol, solo le faltó morderlo. En la tercera, Jeremy Sarmiento, frente a frente con Dibu, pateó para gol, pero este arquero colosal salvó el tiro a lo Kolo Muani. Argentina estaba sorprendida, aturdida. No jugaba, no llegaba, no imponía. Ecuador le aplicó una presión alta y le complicó los planes de dominar y circular, como hace siempre. Ecuador, además, salió a hacer valer su famoso biotipo e impuso un partido físico, en el que no le gana nadie, porque tiene atletas espectaculares. No es que Argentina estuvo mal, Ecuador lo hizo ver mal.
Pero los grandes equipos tienen una carta guardada siempre. Primero, serenó el juego de la mano de Mac Allister y empezó a llegar al otro arco. Y vino el gol en un córner de esos cargados de veneno que manda Messi, bien cerrados, Mac Allister lo peinó hacia atrás y Lisandro Martínez lo remachó sin oposición. Alexander Domínguez estaba dentro del arco. “¿Por qué un arquero de dos metros no salió a cortar un centro al área chica…?”, preguntan los tuiteros. Pasa que la bola llegaba tan olímpica que eligió quedarse y el desvío de Mac Allister lo condenó. Sin hacer nada trascendente, Argentina estaba 1-0 arriba. ¿Injusto…? El que hacía un gol se llevaba la novia.
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Argentina hace tiempo está sin juego, porque el mediocampo, que es la cocina del fútbol, no prepara ni una tortilla. Bajo De Paul, errático Mac Allister (levantó mucho anteanoche) e imponible Enzo Fernández en una actuación como para perder el puesto. Es realmente difícil hacerlo tan mal. Y Messi que no estaba físicamente para jugar. Aun así, mandó el centro del gol y le puso una pelota de ensueño a Enzo Fernández que el volante no supo definir. Si les cambiaban la camiseta, nadie iba a advertir que esos eran de Argentina. Hasta Cuti Romero estaba desconocido.
Y no era que estaban relajados, sino que eran superados por un Ecuador que por fin decidió dejar su actitud timorata de los juegos anteriores y atacar. Mérito grande, porque cuando Argentina se pone en ventaja es muy difícil sacarle la pelota; la empieza a circular y uno pierde la noción del juego. No te la deja oler. Claro que esa Argentina no estaba para nada y Ecuador sí para mucho. Enzo Fernández dos veces desperdició el posible 2 a 0 y llegó el entreacto.
En el segundo tiempo, otra vez Ecuador predominó y apretó con la fuerza física y la vocación guerrera de esta generación que no termina de ser dorada, porque para eso es preciso dar una vuelta olímpica. Para plateada hay que llegar a una final. Los de Scaloni, peor que en la primera etapa. Frente a todos, Argentina se mostró vulnerable y sin recambio. La sostuvo el carácter. Entró, como siempre, Lo Celso, quien lleva años en la selección y no es revulsivo. Se va Lautaro Martínez, un hombre cuyo único defecto es cierta lentitud, la cual no puede contra estos zagueros ecuatorianos que están para las Olimpiadas. Julián Álvarez para correr, pero el tema era jugar. Y no hay juego últimamente.
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Ecuador seguía insistiendo y al minuto 60, por fin, iba a empatar. Penal claro por mano de De Paul. Va Enner Valencia, que estuvo toda la noche más para pelear que para embocarla. Y la manda al palo. “Pues ahí sí se cae Ecuador”, piensan todos… Y no, no se cae, sigue, sigue buscando un destino mejor que ese que muestran las estadísticas, en las que nunca pudo vencer a la Celeste y Blanca en una Copa América. Y se van los minutos entre emociones, broncas, rispideces y entradas duras. El catalán Sánchez Bas sacude el árbol del banco y hace cinco cambios, refresca el equipo y sigue persistiendo. Esa fue la diferencia: Argentina jugó los últimos quince minutos pensando en el pitazo final; Ecuador, en el gol. El juez uruguayo Matonte le corta un ataque de gol a Nico González, detiene la acción para atender a Cuti Romero, caído. Insólito. Y cuando ya el reloj tenía la lengua afuera y no había tiempo para más, goooooooooolllll de Ecuador. Minuto 92 con 53 segundos: el alemán-ghanés-ecuatoriano Yeboah tiró un centro sobre el área, Kevin Rodríguez anticipó en lo alto a ese muro que es Otamendi y la metió al segundo palo, inatajable. Uno a uno, más justo. Y en la agonía total, a los 96 minutos y 15 segundos, Minda le pone un balón en la cabeza a Jordy Caicedo, que se devora el triunfo mandándolo afuera. Increíble… Era el 2-1. Lo ganaba, lo ganaba Ecuador…
Pero van a los penales. Messi inaugura la serie mandando el suyo al travesaño. Los dos máximos artilleros históricos de Argentina y Ecuador fallan un penal cada uno, así es el fútbol. Y ahí aparece ese gigante del arco que es Dibu Martínez para tapar dos remates en forma notable, volando, para aumentar su leyenda, la de su mente de acero.
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Ecuador encontró dos delanteros importantes, incisivos, que pueden enriquecerlo aún más: Alan Minda y John Yeboah. Y Sarmiento hizo una gran Copa. El saldo es bueno, aunque amargo: se le va otro torneo y sigue sin coronar, a pesar de tener un plantel magnífico; sin siquiera llegar a una semifinal.
Cuando arrancaba la madrugada, en el vestuario, como para quitarle toda épica a una actuación heroica, como para asesinar su propio orgullo, la Federación Ecuatoriana comunicó el despido del técnico Sánchez Bas. Ahora vendrán entrenadores franceses, asesores ingleses, aguateros alemanes… (O)
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