'Ya no madrugo, pero sí extraño ir a la escuela'
‘Mi mami es mezcladita: brava y cariñosa conmigo. ¿Cuándo se enoja? Si no le hago caso pronto, después de que me pide que me lave los dientes o el rato que me manda a traer la mochila, para hacer los deberes. También cuando soy desordenado con mis cosas; suele decirme que arregle todo.
Algo que me gusta mucho es que cuando me voy a dormir, al acostarme y también al despertarme, me abraza y me da muchos besos. Yo también la mimo, le doy abrazos y la lleno de besos.
En mi casa, en el sur de Quito, por la Ciudadela Ibarra, vivo con mi mami Nelly Becerra, de 43 años; mi ñaño mayor, Kevin, de 22 años; y mi abuelita Marieta Cuji, de 75. Yo cumplí 8, en febrero.
Si yo pudiera pedir un deseo, sé lo que me gustaría. Quiero que esto pase. Antes le tenía más miedo al covid-19, hoy ya no tanto. Pero necesito que les vacunen a mi abuelita y a mi mami. Tengo fe en Dios, como me dicen las dos: por eso mantengo la esperanza de que pronto esta pandemia se va a terminar, para estar más tranquilos los niños, los padres y todas las familias del país y del mundo.
Parecía que no podía pasar, pero los niños sí extrañamos la escuela. Yo, por ejemplo, sí tengo ganas de volver a estar en clases allá, en la Unidad Educativa Juan Pablo Segundo, de Fe y Alegría.
Este año voy en tercero de básica B. Tengo algunos compañeros y amigos. Cuando estamos en Zoom no nos podemos entretener como antes.
Todo ha cambiado desde que vino este virus. Todavía me acuerdo cómo era mi escuela. Antes bajábamos una cuesta desde mi casa, para coger un bus. Siempre me llevaba mi mami Nelly. Para no atrasarme a las clases y no tener problemas para encontrar el transporte, ella siempre me levantaba a las 06:00.
¿Por qué tan temprano? Es que en mi escuelita las clases empezaban a las 07:00. Yo sí me acuerdo de eso. Ya hace mucho tiempo que no vamos para allá; sí quisiera volver, pero no se puede.
Ya creo que pasó más de un año desde que nos dijeron que no podíamos volver a nuestras aulas. Yo pensé que pasaríamos poquito tiempo en nuestras casas. Decían que sería una cuarentena y yo en mi mente estaba seguro de que se trataba de 40 días. Cuando en las noticias aparecían hablando de ese virus me ponía triste, se veían cerradas todas las escuelas.
A mí me gustaba llegar y ver a mis compañeros, a mis profesores. Una parte del colegio que me gustaba mucho era el recreo. Es muy feo no tener recreo. En ese momento yo salía al patio y me comía mi colación. Y siempre intentaba acabarme todo rapidito, para ganar uno de los columpios en el jardín que tenemos. A veces también jugábamos un poco de fútbol y a las escondidas.
Mis mejores amigos de allá son Gabriel, Aarón y Dillan. Ahora apenas los veo un poco por el Zoom. Las clases son más cortitas, de 08:00 a 09:00 y a veces hasta 09:40. La profe María Elena Calvopiña nos dice las reglas: apagar el micrófono, prender la cámara y para hablar hay que levantar la mano con emoticones. Con ella aprendemos sobre las oraciones, multiplicación y pronto división. Y tengo otros profes, Mary y Víctor y la ‘teacher’ Sandra. Lo más difícil para mí es el inglés; mi mami no sabe.
Algo bueno es que no tengo que madrugar tanto; entonces sentía sueño y debía lavarme la cara para estar despierto. Ya nunca me levanto a las 06:00 sino a las 07:00 y hasta 07:40, para alcanzar a desayunar mi huevito, jugo de naranja o de tomate y dos pancitos. Si mi mami tiene plata, hay cereal con yogur.
Al principio ni mi mami ni yo sabíamos manejar la compu, pero nos enseñó mi ñaño Kevin. Yo uso la de escritorio y él, una portátil. En las clases virtuales ya no nos dicen las reglas antiguas: ‘no hay que pelear con los compañeros’, ‘hay que respetar para que nos respeten’. Algunos peleaban conmigo para que me retire de los columpios, solo había tres.
Ahora juego con mis primos, de 8 y 13 años. Salimos con las bicicletas a la vereda de la casa. Mi hermano me enseñó a manejar en esta pandemia. El resto del día paso encerrado. A veces le mando mensajes a mi papi Galo Méndez, que es guardaespaldas; me llevaba a veces a comer pollo. Cuando se acabe la pandemia me dice que vendrá para llevarme a dar una vuelta.
También extraño salir con mi mami y mi abuelita al Quicentro Sur. Cuando mi mamita tenía dinero nos invitaba a tomar helados. Pero ella no sabe que yo calladito me como los helados de chocolate, coco y maracuyá que ella prepara, para vender en USD 0,25 y 0,50. Yo me cojo casi todos los días. Abro la refrigeradora y me corro a un lugar, para comer escondido, sin que nadie se entere”.
¿Quién es?
Mateo Alejandro Méndez Becerra tiene 8 años. Vive en el sur de la capital. Le gusta comer repe, pollo frito y pescado. En esta pandemia, su madre le ha enseñado a cocinar tallarines con pollo. No le gusta la col. Su hermano mayor tiene 22.
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