El costo de la menstruación se discute en las familias ecuatorianas

El costo de la menstruación se discute en las familias ecuatorianas

Una mujer menstrúa un promedio de 30 años en su vida. En ese tiempo, ellas van en un proceso de búsqueda de alternativas para sentirse cómodas y seguras, lo que incluye no manchar su ropa.

Unas, por ejemplo, ocupan las tradicionales toallas sanitarias o los tampones desechables. Otras, en cambio, apuestan por opciones ecológicas, como las compresas de tela y las copas menstruales.

Mishel, de 11 años, prefiere lo más tradicional. Su período comenzó cuando cumplió los 9, hace apenas dos años. “Fue emocionante”, recuerda la adolescente, que recién terminó el sexto año de básica.

En la escuela le enseñaron sobre la primera menstruación o menarquía. Generalmente sucede entre los 10 y los 16 años; aunque suele adelantarse -como ocurrió con ella-.

Luego de ello, el proceso se llama menstruación y es parte del ciclo de preparación del cuerpo de la mujer para un posible embarazo, le indicaron.

Su madre, Liliana Morán, de 40 años, también le habló del tema. Lo hizo sin vergüenzas ni tabúes. Por ejemplo -cuenta- le explicó cómo ponerse correctamente una toalla sanitaria. “Tomó un interior y me explicó cómo iban la parte de arriba, la de abajo y los ajustes”.

Para la mujer, oriunda de Milagro, dialogar con su hija sobre la salud sexual y reproductiva es fundamental. Así se asegura de que la joven tenga información correcta sobre el funcionamiento de su cuerpo.

“Cuando era joven había mitos. Mi abuela no me permitía bañarme, comer limón con sal o fritada en esa fase; supuestamente se mancharía el rostro”.

Hoy, eso ha cambiado. Mishel no crece con esos prejuicios, practica básquet, a diario, y aunque teme mancharse el pantalón, sabe que su organismo está funcionando bien.

Para Karla Andrade, ginecóloga y obstetra infanto-juvenil, es importante que padres hablen con las hijas desde edades tempranas. Con ello se interiorizará la información, utilizarán los nombres correctos de sus órganos sexuales y naturalizarán estas etapas.

“Así se logrará prevenir embarazos, por ejemplo”. Además -dice- se debe generar conciencia sobre el uso de los insumos. Hace tres años, en el país, el gasto anual en toallas era de USD 42, según un estudio realizado por la Fundación alemana Friedrich Ebert Stiftung en América Latina.

Si se multiplica ese monto por el número de mujeres en edad reproductiva (4,4 millones) la cifra llega a USD 185 millones por año, según el documento; sin contar precios de jabones íntimos, pastillas para cólicos, ginecólogo, etc.

Liliana Morán y su hija Mishel, de 11, hablan abiertamente sobre la menstruación. La joven usa toallas desechables. Foto: Valeria Heredia / EL COMERCIO

Estos costos levantaron las alertas sobre el acceso desigual. Global Menstrual Collective, que agrupa a más de 10 organismos, calcula que 500 millones de mujeres y personas menstruantes (trans y no binarias) en el mundo viven limitaciones en sus períodos.

Por ello, en varios países se ha regulado el tema. Colombia fue el primero en Latinoamérica en eliminar el IVA
a toallas y tampones, en 2016. Se hará lo propio con la copa.

En Ecuador, a inicios de junio, se presentó el Proyecto de Ley de Higiene Menstrual a la Asamblea. Aún no ha sido calificado por el Consejo de Administración Legislativo (CAL).

Johanna Moreira (ID) es la proponente, quien afirma que aún hay mujeres que no logran acceder a estos productos. Por eso algunas prefieren ausentarse a clases, por ejemplo.

La quiteña Mayte Guerra cree que ese proyecto de ley les ayudaría; ella, por ejemplo, decidió buscar opciones más económicas y también saludables. Tiene 26 años, cinco usando la copa menstrual.

Al contrario de lo que se cree, dice, colocársela es fácil. Primero la desinfecta en agua hervida; se ubica en cuclillas, la dobla y la introduce en el conducto vaginal. “No toma más de un minuto; no hay dolor”.

Además, es segura, ya que no se producen ‘derrames’ producto del flujo abundante. Para ella, el cambio fue la mejor decisión; no solo ha ahorrado, sino que “es un granito de arena”, para cuidar el ambiente.

Camila Dávila, quiteña de 39 años, concuerda con ella. Usa toallas ecológicas, desde hace 15 años. Son compresas de tela 100% de algodón, delgadas y absorbentes, por lo que no hay derrames. “Las toallitas duran de dos a tres años; depende del cuidado. Son muy seguras”.

Para el ginecólogo Francisco Cepeda, del Hospital San Francisco, del IESS, usar los insumos adecuados ayuda a tener una menstruación digna y evitan problemas de salud.

Siete de 14 mujeres acuden a su consulta por complicaciones relacionadas con el período: dolores o sangrado intenso e infecciones graves.