Los fenómenos naturales, una presión latente en el Ecuador

Los fenómenos naturales, una presión latente en el Ecuador

Un estudio del Banco Mundial sobre estrategias de Gestión Financiera ante el Riesgo de Desastres Naturales revela que Ecuador está muy expuesto y vulnerable al cambio climático y sus secuelas.

Por su ubicación geográfica, características climáticas, hidrológicas y geofísicas está amenazado por sismos, inundaciones, erupciones volcánicas, entre otros. Estos han causado enormes pérdidas de vidas humanas y efectos negativos en la economía.

Los sismos han generado la mayor pérdida histórica en los últimos 50 años, con valores por USD 8 467 millones. A estos se suman los efectos climáticos por el Fenómeno de El Niño y de La Niña, con USD 4 373 millones.

El terremoto de 2016 representó un costo de reconstrucción de USD 3 344 millones, de los cuales el 67% fue financiado directamente por el sector público. El estudio también estima que las pérdidas por posibles sismos de gran magnitud, en un período de retorno de 200 años, pudieran alcanzar los USD 30 582 millones.

Asimismo, los volcanes representan un riesgo constante, ya que por la limitación económica solo se estudia al 15% de ellos.

De acuerdo con el ‘Atlas de Espacios Geográficos Expuestos a Amenazas Naturales y Antrópicas’, en el país se han contabilizado 27 volcanes potencialmente activos. El 39% de la población ecuatoriana está expuesta a sus amenazas, un valor en constante crecimiento debido a la expansión de los asentamientos urbanos.

Paralelamente, los efectos de la época lluviosa son constantes en el país. Históricamente, las provincias de la Costa han sido las más afectadas, sobre todo por la influencia del fenómeno de El Niño, con Guayas a la cabeza, con más de un centenar de inundaciones en los últimos 50 años.

El agua se acumula en la tierra, la afloja y finalmente se convierte en grandes cantidades de masa. La vialidad se interrumpe y hay zonas que se quedan afectadas por este descenso de lodo y rocas.

La creciente de los ríos y posterior desbordamiento tiene una relación directa con las anegaciones, que perjudican principalmente a las viviendas.

Los datos del Servicio Nacional de Gestión de Riesgos y Emergencias (Sngre) dan cuenta de que estos problemas ocurren con mayor frecuencia en el segundo semestre de cada año, y se extienden hasta los nueve meses posteriores, con intensidades variables que tienden a disminuir en junio.

Los deslizamientos concentran en promedio el 49% de todos los nueve eventos peligrosos reportados a causa de las lluvias, en los dos tramos del temporal registrado entre 2020 y 2022.

El 25% corresponde a las inundaciones y el 26% restante está dividido entre colapsos estructurales, socavamientos, aluviones, hundimientos, vendavales, granizadas y tormentas eléctricas.

Luis Reina, exdirectivo de la de­saparecida Defensa Civil, dice que hay dos factores que contribuyen a que los desprendimientos de masa sean las principales amenazas.

En primera instancia, dice, está el hecho de que en la cordillera, en la Sierra, se haya permitido el incremento demográfico. Esto incide en la acumulación de agua que se vierte desde los cerros, lo que causa el derrumbamiento de la tierra tras una saturación.

Por otra parte, existe un exceso de humedad en tierras que naturalmente la concentran por estar en partes altas y donde la nubosidad influye directamente en esa carga. Por esa razón, la Sierra es la que mayores problemas tiene en cuanto a deslizamientos. Unas 10 provincias de esta región tuvieron inconvenientes de ese tipo en los dos períodos analizados.

Los incendios forestales son otra amenaza latente. Entre 2015 y 2021 se registraron más de 34 500 eventos de este tipo. En promedio, cada año el país pierde el equivalente a 1 500 canchas de fútbol en ­cobertura vegetal.