El cantón Mejía abre sus haciendas para hacer turismo rural
Descansar con tranquilidad y respirar aire puro a más de 3 200 metros de altura es la propuesta de la ‘Ruta de las Haciendas’, para este verano y vacaciones escolares en la Sierra.
Estos establecimientos están rodeados de montañas y bosques. En su oferta se propone al turista que conozca cómo viven los chagras y compartan las labores típicas del campo, como alimentar a los animales, madrugar al ordeño de la leche y participar en el procesamiento del queso.
Este paseo rural es uno de los programas que promociona el Ministerio de Turismo para este mes de vacaciones en la Sierra y Amazonía y aprovechar el feriado del 10 de agosto, que comenzará este fin de semana.
La idea es reactivar la economía de las haciendas turísticas, afectadas por el covid-19.
El recorrido se inicia en el Hotel de Campo Sierra Alisos y termina en la Hostería Papagayo, ubicadas en el cantón Mejía, en Pichincha. En esta ruta participan siete propiedades y todas cumplen medidas de bioseguridad.
El Hotel de Campo Sierra Alisos, en el sector de Tambillo Alto, tiene un camino serpenteante de piedra compuesto por un corredor de grandes árboles, que dan el nombre a este lugar turístico.
El alojamiento es una pequeña construcción de dos plantas, tipo rústica y edificada con madera, piedra y barro. En uno de los grandes ventanales de la cabaña, el quiteño Gabriel Sánchez mira el bosque de alisos desde donde se puede ver el volcán Cotopaxi.
Su propietario, Raúl Guarderas, cuenta que la casa fue remodelada hace 10 años y actualmente cuenta con 7 habitaciones para el hospedaje.
El lugar tiene un bosque de alisos de 19 hectáreas. A los turistas se les ofrece un recorrido por 11 000 metros de camineras y el avistamiento de una variedad de aves. El hospedaje de una noche vale USD 59 por persona e incluye el desayuno y el uso de las instalaciones.
A poca distancia, siguiendo la carretera asfaltada de la vía Tambillo-Mejía, por un camino de segundo orden, está la hacienda La Alegría. Un grupo de jinetes da la bienvenida.
En el ambiente se respira tranquilidad. Con una casona de más de 100 años de antigüedad, los huéspedes saben que llegaron a un lugar lleno de historia. Patricia Espinosa es la anfitriona de esta hacienda ganadera, en donde al turista le muestran las destrezas de los chagras con el caballo y la cuerda. “La gente conoce de cerca la cultura chagra que se está perdiendo”, comenta.
La construcción, con paredes de 80 centímetros de ancho, techos de teja y madera decorada con antiguos muebles, es una de las más tradicionales de este cantón turístico. En el patio principal está una pila tallada en piedra.
Mauricio Torres, quien labora desde hace 14 años en la hacienda, dice que cuentan con siete cabañas para el hospedaje. Están decoradas con objetos antiguos, como piedras de moler, lámparas y otros adornos que dan un toque rústico.
El recorrido continúa por la vía Panamericana con dirección a Machachi. Por un camino de piedra se llega a la hacienda El Rejo, a 3 000 metros de altitud; tiene 36 hectáreas.
Desde este lugar se observan los volcanes Cotopaxi, Cayambe, Rumiñahui, Antisana, Sincholagua, Pasochoa y Los Illinizas. “Es una vista impresionante y un paisaje envidiable para descansar y disfrutar de la naturaleza”, cuenta Gabriel Garrido, un turista que llegó con su familia, de Amaguaña.
En esta hacienda ganadera se elabora yogur griego y con sabores de higo, arándanos, mortiño y frutilla, cuenta Pilar Calderón, administradora.
La joven enseña al visitante sobre la elaboración de ese producto, el queso de hoja y el ordeño de las vacas.
Francisco Tamariz, propietario de la hacienda, indica que están a 60 minutos de Ambato y Quito, y a 3 kilómetros de la vía Panamericana con dirección al volcán El Corazón. Este lugar tiene 10 habitaciones para alojamiento. El costo por día es de USD 45 por persona.
La Ruta de las Haciendas finaliza en la Hostería Papagayo, en el sector de Aloasí. El sitio fue una hacienda de propiedad de la Marquesa de Solanda, esposa de Antonio José de Sucre.
Lenin Rivera es el guía y recuerda que la casa tiene más de 200 años. Fue un sitio de alojamiento y alimentación de los soldados. La casa mantiene su estructura original; funcionan el restaurante y la cafetería.
Los paseos a caballo, o cosechar en su huerto legumbres y hortalizas son las opciones.
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