El sorprendente éxito del Barcelona con una plantilla con escaso valor de mercado y que el año pasado no ganó ni un título

El sorprendente éxito del Barcelona con una plantilla con escaso valor de mercado y que el año pasado no ganó ni un título

El Barça se proclamó campeón de la Copa del Rey con una formación insólita si se atiende a los once futbolistas que jugaban en el momento en que el árbitro pitó el final del partido en La Cartuja: Szczesny; Koundé, Cubarsí. Araujo, Iñigo Martínez; Gavi, Eric García, Fermín; Lamine, Pau Víctor y Raphinha. El portero polaco ya se había jubilado y estaba con un pitillo en la boca y un palo de golf en una mano cuando fue contratado en octubre para sustituir al lesionado Ter Stegen. Koundé discutió mucho con los entrenadores por querer jugar de central y no de lateral antes de marcar el gol del triunfo contra el Madrid. Iñigo y Araujo figuraron durante un tiempo en la lista de transferibles, de la misma manera que las dudas eran máximas sobre Raphinha. Y Cubarsí, Gavi, Eric, Fermín, Lamine son jóvenes vinculados a La Masia mientras que Pau Víctor fue fichado definitivamente en julio del Girona.

Incluso con la inclusión de los sustituidos durante el partido —Pedri, De Jong, Olmo, Ferran y Gerard Martín— y de los lesionados —Ter Stegen, Balde y Lewandowski— no sería la nómina de una plantilla de máximo nivel si se atiende a su valor de mercado, de la misma manera que muchos de los futbolistas no figurarían entre los mejores en sus puestos en las clasificaciones de los campeonatos de Europa. Hay un dato todavía más elocuente: a excepción de Olmo y Pau Víctor, los protagonistas son los mismos que la temporada pasada no ganaron ni un solo título, si bien varios formaron parte de la Liga conquistada hace dos años con un defensor de la cantera como Xavi. La idea de juego y el sentido de equipo solo han cuajado desde la llegada de Flick. El Barça ya no solo vuela y divierte cuando juega, sino que es capaz de ganar títulos como la Copa y aspirar a conquistar la Liga y la Champions.

Los despechados y los desconocidos se han convertido también en figuras con el técnico alemán, protagonista del cambio futbolístico y anímico, así como de las rutinas y hábitos de trabajo, tan exigente y estricto como también paternalista y próximo, reiterativo en un mensaje escuchado también a la salida de Sevilla: “Yo estoy aquí para crear un ambiente en el vestuario, para que los jugadores disfruten y jueguen al máximo nivel, que vean que en el club creemos en ellos. Dar y tener mucha confianza”, afirmó Flick. Habla en plural de generar una “atmósfera buena del vestuario”, de que son “una familia” y de “tener una mentalidad fantástica”, la manera de subrayar que la tarea es colectiva —“es cosa de todos”— e incluye, por tanto, a sus ayudantes, a los cuidadores, a los empleados y especialmente a los preparadores físicos, una parcela decisiva liderada por Julio Tous.

El mensaje del entrenador ha calado en los futbolistas, tanto en los jóvenes como en los veteranos, todos a una en las celebraciones de la Copa. “Estaba hablando en el hotel con Ronald [Araujo] y le dije que daba igual si nos marcaban uno o dos goles porque este año no pueden con nosotros. Y lo hemos demostrado”, declaró Lamine a Barça One. “Nos dijimos y convencimos de que íbamos a ganar”, rubricó Íñigo Martínez. El descaro de los juveniles es tan manifiesto como el compromiso de los mayores en un grupo que huye de las excusas por orden del propio Flick.

La determinación del técnico y sus futbolistas se ha extendido también a una afición que acudió en masa a Sevilla. Las obras del Camp Nou han provocado que el equipo no tuviera el calor de su hinchada en Montjuïc. La presencia de turistas ha sido tan notoria como la excedencia de abonados del Barça en el Estadio Olímpico.

La ciudad de Sevilla y La Cartuja fueron el punto de encuentro de la afición y el equipo de Flick. “Ha sido impresionante ver a tantos aficionados”, subrayó el entrenador, agradecido a los 30.000 seguidores que se movilizaron por la Copa. La sensación es que también ha empezado un cambio generacional en el barcelonismo que se aprecia en las celebraciones: “En el Barça de Messi, los jugadores celebraban los títulos con sus hijos; en el Barça de Flick, los jugadores lo celebran con sus padres”, escribió el periodista David Saura en X. El optimismo se impone por el carácter y la competitividad de un equipo de Flick que no se rinde, convencido de que puede remontar, incluso partidos complicados contra el Benfica, el Atlético o el Madrid. Las alternativas en el marcador de la final fueron una prueba de fe para los aficionados del Barça.

El desgaste de la Copa, sin embargo, fue tan extremo, con la disputa incluso de una prórroga, que obliga a preguntar por el cansancio de los jugadores ante la visita este miércoles del Inter. El fútbol azulgrana se distingue por su intensidad y exigencia física y, por tanto, los muchos partidos acumulados inciden en la fluidez, el rigor, la velocidad del juego y la presión, el signo de distinción del plantel de Flick. Ya se sabe que el equipo es imperfecto y también que se sobrepuso a un “noviembre de mierda” —palabra del entrenador— cuando perdió tres partidos seguidos: Las Palmas, Leganés y Atlético. El marcador ayuda en cualquier caso a combatir la fatiga y el Barça viaja alegre y con el viento a favor, una “energía muy positiva” según se escucha en la ciudad deportiva, avalado por los resultados que indican que en 2025 solo perdió un partido en Dortmund de 28, empató cuatro y ganó 23.

La pérdida de frescura se combate con la toma de buenas decisiones, un buen posicionamiento en el campo y con las rotaciones después de que jugadores como Héctor Fort y Ansu Fati reclamaran más protagonismo y lo tuvieran ante el Mallorca. Todos quieren participar del momento decisivo y aspiran a ser reconocidos por los títulos después de tener un reconocimiento generalizado por su buen juego durante una temporada que empezó muy bien en la gira por Estados Unidos. Ahora el desafío es recuperar fuerzas para enfrentar la eliminatoria con el Inter —este miércoles en Montjuïc y el martes 6 en Milán— y después —el domingo 11— la decisiva visita del Madrid en la Liga cuando en medio queda la cita del sábado en Valladolid. El mérito, de todas maneras, se considera mayúsculo si se tienen en cuenta las expectativas, la precaria situación económica y se visualizan partidos como la final de Copa.

El Barça juega y rinde mucho más de lo esperado.