Jorge Mateus: ‘En el escenario no tengo ningún pudor’
Jorge Mateus es uno de los referentes del teatro que se ha hecho en el país en las últimas cuatro décadas. En este tiempo ha conjugado sus facetas de actor, director, diseñador de vestuario y dramaturgo con la docencia. Esta charla tuvo lugar en una cafetería de La Floresta, un barrio en el que vivió durante muchos años.
¿Cómo es vivir más de media vida subido en un escenario?
Empecé con el teatro a los 17 años y estoy a punto de cumplir 70. Decidí dedicarme a este mundo cuando estaba en tercer curso del colegio. Ha sido una forma de vida interesante, pero llena de claroscuros. El escenario es como mi casa; es el lugar en el que me siento seguro y donde logro comunicarme mejor con la gente, más que en la vida real. Soy capaz de hacer cualquier cosa, no tengo ningún tipo de pudor cuando estoy ahí. Sin embargo, siempre he sentido una especie de fragilidad frente a la profesión.
¿Y qué pasa en su vida cuando no está en un escenario?
No soy una persona nocturna y nunca fui de fiestas y de discotecas. Leo bastante y veo cine. Mucho de mi aprendizaje como actor y director viene de las películas que he visto. Soy de Riobamba, una ciudad donde en mi adolescencia había muy poco teatro, pero mucho cine. Estaban el teatro León, el Maldonado y el Roxy; y yo veía todas las películas que proyectaban.Esos años fui acólito, no porque me interesara ser cura sino porque me encantaba el ritual de vestirme, ponerme la túnica y aprenderme el texto en latín, pero sobre todo porque me pagaban y con esa plata me iba al cine.
Entonces, con el tiempo usted cambió el ritual de acólito por el ritual de la actuación.
Algo así. Hace años que no voy a la iglesia, pero creo que ahora ya no hay acólitos como los que había en esa época. Era todo un ritual y una representación, porque primero había que ayudarle a vestir al sacerdote y luego uno se ponía su túnica. Era como hacer teatro; creo que ahí está un poco el porqué escogí está profesión.
¿Cómo era la vida en Riobamba en la década de los años 60?
Era como la de toda ciudad provinciana de esos años, no había taxis, ni buses, todo se hacía caminando. A mí nunca me gustó. Desde que tengo uso de razón mi sueño fue dejar la ciudad y eso fue lo que hice. Tampoco me gustaba el colegio, pero tenía la conciencia de que, para salir de la ciudad a estudiar lo que quería, debía terminar mis estudios secundarios. Era un estudiante más que siempre intentó pasar desapercibido, lo que sí hacía era leer mucho.
¿O sea que no añora ese paisaje andino de sus años de juventud?
No, en realidad el paisaje andino no me gusta tanto. Me gusta más el mar, aunque nunca voy. Nunca me he identificado mucho con lo andino; la razón fundamental para eso es que mi bisabuela materna, que murió de 103 años, era negra. Siempre me contaba sobre su vida, sobre todo de su participación en las guerras en los tiempos de Eloy Alfaro. Era una gran narradora y ahí me imagino que está el germen de esta pulsión que tengo por crear.
En los años 60, todos los actores querían trabajar con el director italiano Fabio Pacchioni.
Cuando Pacchioni estuvo en Ecuador yo todavía estaba estudiando, pero cuando vivía en Riobamba vi ‘Libertad, libertad’, uno de sus espectáculos. Esa obra convocó a toda la ciudad, porque ahí trabajaba Toti Rodríguez, que había llegado de Francia y que antes había ganado el Miss Ecuador. Todos la queríamos conocer. Recuerdo que el teatro León estaba repleto. Ver esa obra fue una de las cosas que me ayudó a seguir con mi decisión de ser actor.
Vivió unos años en la España de Franco. ¿Cómo era la vida de los ecuatorianos en ese tiempo?
No había muchos ecuatorianos. Recuerdo a los dos otavaleños que eran empleados del torero Luis Miguel Dominguín, padre de Miguel Bosé. En ese tiempo, España era muy provinciana. Llegué al final de la dictadura de Franco. La represión no era como en los primeros años, pero cuando ibas en grupo a algún lugar todavía te separaban. Cuando Franco enfermó, las personas del piso en el que vivía compraron champán y lo guardaron en la refrigeradora. Cuando falleció, lo primero que hicimos fue sacar esa botella y festejar a gritos; claro que también hubo mucha gente que lo lloró.
¿Qué es lo que más recuerda de esa época de transición en España?
En la cultura hubo cambios muy importantes. A raíz de eso pude ver ‘El adefesio’, de Rafael Alberti con María Casares, como protagonista y quien había vivido exiliada en Francia. Se empezaron a hacer obras que tenían desnudos, como ‘Equus’, de Peter Shaffer. También recuerdo el desnudo de Marisol en la revista Interviú; el famoso destape del que hasta hora se habla, porque en tiempos de Franco ella era la actriz de aspecto angelical.
¿Cómo nació el grupo de teatro El Callejón del Agua?
Antes de regresar de España había trabajado como docente, de extra en un montón de películas y también de modelo, pero volví porque sentí que allá todas las obras ya estaban hechas, a veces se repetían tres y hasta cuatro montajes de la misma pieza. En cambio acá, donde la tradición es menor, había un montón de obras del teatro clásico y del contemporáneo que quería hacer. Entonces, El Callejón del Agua fue un grupo que nació de esa necesidad.
¿Y cómo le fue en esa faceta de modelo, en Madrid?
Me mandaban a ‘casting’ en los que había hombres espectaculares, los veía y me sentía una cosa chiquita. Todos iban con sus ‘books’ y portadas de revistas y yo iba tal cual. Un día me llamaron a un ‘casting’ en el que no importaba el físico, sino las manos. Estuve con muchos hombres que en sus años de juventud habían sido galanes y que en ese momento ya nadie reconocía. Me dio un ataque pensando en cómo personas que en sus años mozos fueron galanes, a sus cuarenta hacían ‘casting ‘de manos. Eso me deprimió muchísimo.
Trayectoria
Estudió en la Real Escuela Superior de Arte Dramático, de Madrid. Tiene un Diplomado Superior en Artes Escénicas por la Universidad Central del Ecuador. Fue Director de la Carrera de Teatro de la Facultad de Artes de la UCE. Creó el grupo El Callejón del Agua.
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