Ancianos de Oña, en Azuay, afrontan la pandemia en la soledad

Ancianos de Oña, en Azuay, afrontan la pandemia en la soledad

Viven en absoluto abandono en sus casas, en el cantón azuayo de Oña. Las hermanas Hermosina e Hilda Galarza, quienes tienen más de 80 años, se esfuerzan para atenderse por sí solas.

Ninguna se casó ni tuvo hijos. Hermosina es la mayor. Viste una pollera, suéter y chalina desgastadas. Camina lento y descalza por los angostos corredores de su pequeña vivienda de adobe, ubicada en la comunidad de Morasloma.

Sale una vez al mes a cobrar el bono (USD 90) y el año anterior -por la pandemia del covid-19– casi nunca salió. “Nos dijeron que esa peste mata a los viejos, que no salgamos y gracias a Diosito nos regalaban comidita”, cuenta Hermosina.

Oña es uno de los cantones con más adultos mayores de Azuay, en función al tamaño de la población, que es de 4 000 habitantes. De acuerdo con un reciente estudio municipal, de ese total, 863 pertenecen a la tercera edad y algunos viven en condiciones de abandono por sus familiares, como las hermanas Galarza.

Al recorrer los diversos poblados se los encuentra cultivando, pastoreando, conversando con vecinos o descansando en los portales de sus casas de adobe, como lo hacían antes de la pandemia.

Pero aún tienen miedo al contagio, pese a que Oña es el cantón con menos casos en Azuay. Según el Ministerio de Salud Pública, durante toda esta pandemia solo se han registrado 35 infectados.

El COE cantonal creó la mesa ocho del Sistema Integral de Protección de Derechos para identificar las necesidades y atender a los adultos mayores.

Para Paúl Zhañay, director del Consejo de Protección, entre los derechos vulnerados estaban el laboral, la falta de atención médica, interrupción del quehacer diario y desabastecimiento de alimentos e insumos de bioseguridad.

“Los ancianos se sentían solos y encerrados”, dice Zhañay. A Hermosina se le complicó su salud porque en el 2020 dejó de tomar los medicamentos para la artritis. “Es muy triste esta soledad”, comenta cuando atiza la brasa donde cocinaba guineo para alimentar a su cerdo.

Sus siete perros la acompañan siempre. El humo también le ha afectado su ojo izquierdo, que casi no lo abre. Por eso, ya no realiza las tareas que le demandan mayor esfuerzo como lo hace su hermana menor Hilda, quien a las 05:30, en medio del frío, ordeña la vaca.

Una rutina similar se registra en el poblado de La Cocha-Chiqueros. “Afuera solo compramos la sal”, comentan Bárbara Morales y Segundo Arias, ambos de 87 años. Ellos cultivan hortalizas, verduras, trigo, cebada, maíz, papas y alguna fruta. En febrero pasado, la helada les secó los cereales, pero ya volvieron a sembrar. También, tienen una vaca, dos borregos, 10 gallinas y cuyes.

Su vecina es Himelda Fárez, de 80 años. Según ella, con esas actividades se distraen, salen de sus casas, conversan y se sienten activos.

Los cultivos y la crianza de animales es parte de la cotidianidad, por eso nuestros adultos sobrevivieron a la pandemia, indica Rosario Arias, exdirigente de Morasloma.

Hasta enero pasado, los adultos también recibían comida preparada y kits de alimentos del Municipio, Prefectura, Ministerio de Inclusión y organizaciones internacionales.

Además, en función de sus vulnerabilidades identificadas antes y durante la pandemia, el Consejo de Protección de Derechos elaboró la Ordenanza de Atención Integral para Adultos Mayores, que fue aprobada el martes pasado, en segunda instancia.

Esta norma establece políticas públicas de atención prioritaria, derechos de los adultos mayores y deberes de las instituciones, la familia y la sociedad. Ahora, se elabora el reglamento para su aplicación.

Un tema importante es la seguridad jurídica en la tenencia de las propiedades, porque han identificado casos de violencia patrimonial por parte de vecinos o herederos, “que se aprovechan de la inocencia de los adultos para apropiarse de los bienes”, cuenta Zhañay.

Eso lo confirman Arias y Morales, quienes tienen vecinos que perdieron sus propiedades. “A nuestra amiga Virginia le hicieron firmar un papel para sembrar en su terreno y cuidar de ella, pero se quedó en la calle”, señala Arias.

Según él, hay casos de personas de la tercera edad que han firmado poderes a favor de otras personas para que les cobren el bono, pero solo reciben una parte del dinero o nada. “Esos abusos ocurren porque nos ven solos”.

En la pandemia, el Consejo de Protección se preocupó de que a ningún adulto se le retirara el bono y de que sean inmunizados contra el covid-19.

El Municipio colaboró con el traslado de estas personas desde sus casas hasta el punto de vacunación. Entre los beneficiarios están las hermanas Galarza, Morales, Fárez y Arias. Según el Ministerio de Salud, en Oña, el 98% de estos adultos ya fue inmunizado.