Boris Cepeda: ‘El virtuosismo es solamente la parte deportiva’

Boris Cepeda: ‘El virtuosismo  es solamente la parte deportiva’

Boris Cepeda asomó como un niño prodigio en el piano y ahora es un músico destacado que vive desde hace muchos años en Alemania, a donde fue a estudiar música.

¿Por qué el virtuosismo parece tan esencial?

Es lo que a uno le inculcan en educación musical. Obviamente debe haber alguna destreza, una base técnica. Si no tienes los suficientes recursos técnicos, es difícil de acercarse a lo que Bach tenía en su mente. Me fascinaría estar unos 10 minutos en una iglesia, escondido en alguna parte, y escucharlo, tal como él hacía con sus famosas excursiones de 300 km a pie solamente para escuchar a un gran maestro de su tiempo. Pero eso del virtuosismo también ha desfigurado el sentido por la música; es solamente la parte deportiva, si se puede decir así.

¿Cuándo se dio cuenta?

Me di cuenta tempranamente. Tenía un profesor búlgaro a los 13 o 14 años. Era de una escuela bastante complicada, de tradición rusa, muy exigente, en la que la parte de la destrucción psicológica del alumno tiene un papel muy preponderante. Me dijo: eres muy bueno, pero tienes que despedirte de eso del niño prodigio. Apenas cumplas 15 o 16 años, eso va a desaparecer por completo y nadie más se va a acordar de ti. Lo que tienes que hacer es trabajar seriamente. Me marcó mucho. Y eso ayudó a que comenzara a ser sincero conmigo mismo y perder esa áurea de niño prodigio.

¿Tuvo sus dudas?

El único momento en que tuve dificultad de decidir qué es lo que iba a ser, si ingeniero o pianista, fue a los 15 años. Fue una grave crisis de identidad al terminar el colegio. Yo tenía una gran oferta del Gobierno francés para estudiar en París. Y también en Estados Unidos. Eso ya era presión porque obviamente tenía que decidir. En el caso de Francia hubiera tenido que interrumpir mis estudios escolares y yo no quería eso. Fue un momento difícil porque le había cogido el gusto a las matemáticas.

¿En el colegio le invitaron a formar parte de una banda de rock?

(Se ríe) Creo que me tenían demasiado respeto porque tenían la imagen de que estaba completamente metido en la música clásica.

¿Habría aceptado?

Sí. En contra de los clichés, yo nuca fui ese niño introvertido, difícil, que vive en su propio mundo, sino bien normal, aunque siempre con las dificultades que tenía al provenir de una familia humilde en un colegio privado. Siempre hay esas diferencias de clase. Sí hubo el aprecio de mis compañeros por lo que hacía, pero era demasiado aprecio, demasiado respeto, diría yo (se ríe).

¿Pasó alguna vez por el Conservatorio?

Estuve un año.

A muchos no les sienta…

La situación ha mejorado bastante. En mis tiempos, la reputación de los conservatorios era mala. Mi papá decía que no iba a aprender absolutamente nada. El problema es que si tienes mala reputación es difícil de corregir para promocionarse de otra manera. El nivel está mejor, pero la reputación no ha cambiado, porque es estatal, porque no tiene aún el nivel superior y siempre hay el problema de la acreditación.

Ahora hay universidades con carreras en música…

Eso no existía en mi época, hace 25 años. Ningún conservatorio ofrecía la posibilidad de ir a un instinto superior.

¿Debe ser el Teatro Sucre el lugar para la consagración?

Tengo un poco de dificultades con esta perspectiva de la consagración, y darle espacio solamente a los grandes artistas. ¿Cómo definir a un gran artista? Yo he tenido la suerte de haber estado en el Teatro Sucre a los 6 años sin ser un gran artista. No creo que debemos limitar, sobre todo porque es nacional y es financiado por los impuestos de los quiteños. Ahora el problema es independiente de este debate élite-popular. Si no tienes los fondos suficientes, da lo mismo. ¿Cómo se va a sostener un teatro que tiene una función que la ha cumplido y que puede estar peligrando?

Es una tensión…

Me recuerda un poco a cierta época reciente. Una vez quería hacer un concierto en Riobamba. Había el concepto de descolonización. Y me dijeron que el piano está embodegado y no me lo iban a prestar porque no consideraban el piano como un instrumento andino. Entonces, si iba con alguna propuesta de promoción de nuestra cultura andina, con mucho gusto(risas).

Es como un adolescente que solo escucha rock.

Me costó un tiempo entender de dónde vino ese fanatismo adolescente y de una ideología dogmática. Desde lo histórico estoy de acuerdo con la descolonización, pero estamos renunciando a una gran parte de nuestro acervo intelectual. Me dejó completamente loco esa mezcla de conceptos, de inseguridad en la percepción del arte y que en ciertos momentos se agudizó. Hay ecuatorianos y latinoamericanos que no solamente hacen salsa, que unen la música tradicional con conceptos más académicos.

Trayectoria

Estudió en la Universidad de Bellas Artes de Bremen. Es director de estudios musicales del Teatro Municipal de Münster. Es uno de los 1 800 pianistas que ha sido reconocido ‘artista Steinway’.