Macron acepta la dimisión de Bayrou y ya busca un nuevo primer ministro

El primer ministro de Francia, François Bayrou, ha presentado esta mañana su dimisión. El jefe del Estado, Emmanuel Macron, la ha aceptado y busca un golpe de efecto nombrando a un primer ministro de la forma más rápida posible para evitar que la incertidumbre se instale en el país en una semana clave, en la que Francia afronta protestas en la calle y la revisión de la calificación de su capacidad de pagar la deuda pública. La dimisión de Bayrou ya ha provocado que la prima de riesgo francesa, que mide la confianza en las finanzas públicas del país, sea este martes la más elevada de la zona euro.
Baryou perdió este lunes la moción de confianza que había convocado en el Parlamento para verificar el apoyo que tenía su plan de recortes de 44.000 millones de euros para afrontar la deuda pública francesa, que supone el 113% del PIB. El primer ministro no recibió siquiera el apoyo de todos los aliados que hasta ahora le habían permitido gobernar. Dentro del grupo de Los Republicanos, el grupo conservador ahora minoritario, 13 diputados votaron en contra de la confianza a Bayrou y 27 a favor. Los otros 9 del grupo se abstuvieron. Un dato que anticipa una fractura en los actuales aliados en la Asamblea y obliga a Macron a interrogarse sobre la viabilidad de nombrar a un primer ministro socialista, que sería rechazado por Los Republicanos. “Es algo inconcebible”, advirtió su presidente, el ministro del Interior, Bruno Rétailleau.
Ni Los Republicanos ni el Partido Socialista (PS), con la vista puesta en las elecciones municipales de la primavera, quieren formar parte de una misma coalición. Pero ninguno de los dos desea tampoco una disolución y unos nuevos comicios legislativos. Eso los condena ya sea a participar en el próximo gobierno o como mínimo a no censurarlo.
Macron tiene pocas opciones. Algunos medios publican hoy conversaciones para situar al actual ministro de Defensa, Sébastiene Lécornu, al frente del nuevo Ejecutivo. No está claro, sin embargo, que su elección fuera digerible por los socialistas, pieza clave para afrontar los presupuestos y no sucumbir a otra moción de censura.
La semana será complicada. Fitch, una de las tres grandes agencias de calificación financiera del mundo, podría bajar la nota que otorga a Francia, la que mide la capacidad que tiene un país para pagar su deuda sin dificultades. Una degradación de la misma podría frenar las inversiones o aumentar los intereses que el país paga por financiarse en los mercados. El otoño pasado, la agencia advirtió de que bajaría la nota francesa en caso de “incapacidad para aplicar un plan creíble de consolidación presupuestaria”.
El entorno del presidente de la República aboga por ir rápido, mientras que manifestantes celebraron, el lunes por la noche, frente a los ayuntamientos de varias ciudades de Francia, la caída del gobierno Bayrou. Estaban convocados por el movimiento Bloqueemos todo, que invita a los franceses a expresar su ira el miércoles 10 de septiembre. Todas las organizaciones sindicales llaman a una jornada de movilización el 18 de septiembre. Y el día 22, Macron debe acudir a la ONU para expresar el reconocimiento de Francia al Estado palestino. Un gesto para el que convendría mostrar una cierta fortaleza.
Las señales, sin embargo, no son buenas. La caída de Bayrou ha provocado un vuelco histórico en los mercados de la zona euro. La deuda francesa es la que cotiza con una mayor prima de riesgo de toda la zona euro. En la apertura de esta mañana el bono francés a 10 años cotizaba con un diferencial de 82 puntos básicos sobre la deuda alemana, referencia en Europa, un punto más que Italia; según datos de Bloomberg. Solamente en un breve periodo de diciembre de 1998 se había dado una situación como esta. Actualmente, el bono francés a 10 años cotiza con un interés del 3,479%, frente al 3,474% italiano, por encima también de las referencias a este plazo de Lituania, Grecia, España o Eslovaquia.
En el limbo quedan, además, los recortes presupuestarios de 44.000 millones que este consideraba urgentes para atajar el endeudamiento en el país, “la mayor amenaza” para su futuro, según afirmó en su intervención ante la Asamblea. El déficit público de Francia es del 5,4%, muy por encima del 3% que exige Bruselas.