Violencia en Guayas obliga a migrar a la gente a otros barrios

Violencia en Guayas obliga a migrar a la gente a otros barrios

Las huellas de los disparos quedaron impregnadas en las ventanas del automóvil. Era poco antes de las 09:00 cuando dos hombres, a bordo de una motocicleta, interceptaron al vehículo en la ciudadela Los Ceibos de Guayaquil. Se escucharon dos detonaciones.

Unas personas que caminaban cerca del lugar se escondieron detrás de los postes y jardineras de las casas aledañas de este sector, ubicado en el norte de la ciudad. Otros vecinos se refugiaron en sus casas y llamaron a la Policía, que tienen un punto de seguridad a dos cuadras de ese sitio.

A pesar de que el hecho ocurrió hace tres días, la gente de este vecindario tiene miedo. “Uno ya no está a salvo en ningún sitio. La delincuencia cada vez gana más territorio y con esto ya da miedo de salir a la calle“, dice Leonardo, un hombre que vive en esa ciudadela desde hace 10 años.

El hombre cuenta que desde que se mudó a este sector ha sido testigo de la llegada de personas que huyen de la inseguridad de sus anteriores barrios.

Uno de ellos es Josué, dueño de un almacén de repuestos de motos. Hasta hace nueve meses vivía en Sauces 6, otro sector del norte de Guayaquil. Él cuenta que en ese barrio se crió con sus dos hermanos y recuerda que jugaban en los parques y en los pasajes aledaños. “Nunca nos pasó nada. En las noches todos los vecinos salían con sus sillas y conversaban bajo el sereno”, dice.

Pero todo eso ha cambiado en los últimos años. En Sauces este 2021 se han registrado cuatro balaceras, seis asesinatos y decenas de robos.

Para Josué lo que más le impactó fue el asesinato de un conocido radiodifusor hace un año. Desde entonces reunió dinero y se cambió de residencia.

Pero la ola de violencia que vive actualmente Guayaquil no solo ha impactado a estos sectores. Agentes inmobiliarios, consultados por este Diario, dan cuenta que hoy en día la seguridad es uno de los factores que más toman en cuenta las familias antes de mudarse.

Roxán Murillo trabaja desde hace seis años vendiendo y alquilando casas. Ella señala que en los últimos años la gente prefiere las urbanizaciones cerradas. De allí que propiedades en la vía a la Costa o en La Aurora son muy llamativas. Estos dos puntos están ubicados en las afueras de la ciudad.

En lo que va del año, la experta en bienes y raíces dice que ha vendido al menos 15 casas en estos sitios. En cambio en zonas céntricas la demanda bajó. Ese es el caso del barrio Centenario, uno de los más emblemáticos al sur de la ciudad. Allí los vecinos se han blindado con cámaras de seguridad, cercos eléctricos y hasta con guardias privados.

Uno de los hechos que más conmoción generó en este sector fue el asesinato de Sebastián Obando, un niño de 11 años. Él recibió un disparo en medio de un asalto a una heladería de esta zona.

De hecho, ese crimen generó que el presidente Guillermo Lasso decrete un estado de excepción en Guayas y otras provincias de la Costa.

Los datos oficiales indican que Guayaquil es la ciudad más violenta.

De allí que actualmente la urbe esté intervenida con más de 6 000 policías. Los uniformados, en un mes, intervinieron cuatro distritos considerados focos de violencia. Allí se han detectado la presencia de miembros de cuatro bandas delictivas, cuyas redes están dentro de las cárceles del país. En esa lista de zonas inseguras están Los Guasmos, Portete, Pascuales y Durán.

En este último la gente también ha optado por cambiarse de lugar de vivienda en el último año. Alfredo, de 55 años, es uno de ellos. Él con su familia se mudó hace seis meses a Samanes 4, en el norte de Guayaquil.

Él cuenta que en Durán vivía en el sector ocho de Los Arbolitos y cada día se levantaba con la noticia de algún asesinato. “Padre bendito, usted no tiene idea cómo es vivir ahora en Durán. Chicos de 15 y 16 años caminan con armas por las calles. En los parques se reúnen las pandillas y pasan consumiendo droga. Ese cerro de Las Cabras es lleno de sicarios. Por eso decidí venirme acá a la casa de una cuñada. Tengo dos hijos y mi deber es protegerlos”, señala.

Ahora, Alfredo y su familia viven en un lugar parecido a un conjunto cerrado. Los vecinos de ese sector se organizaron para cerrar las calles con compuertas de metal. Así evitan que desconocidos ingresen. Esta práctica cada vez se vuelve más común para resguardarse de la delincuencia.