Cristina Morrison: ‘Hay que dejar espacio para lo impredecible’

Cristina Morrison: ‘Hay que dejar espacio para lo impredecible’

Gran parte de la vida de Cristina Morrison ha sucedido sobre los escenarios. Con su música y trabajo escénico -es actriz de teatro y cine-, se ha presentado en lugares como Miami, Nueva York, Quito y Galápagos, donde vivió durante los últimos meses.

¿Qué recuerda de su primer encuentro con Galápagos?

La primera vez que estuve en Galápagos fue en 1993. Después de graduarme de la Escuela de Teatro en Los Ángeles regresé al país para grabar el documental dramatizado ‘El Diablo en el Paraíso’, en el que interpreté a la Baronesa. Fue un encuentro mágico. Desde el primer momento me enamoré de ese paisaje agreste, medio desértico, de aguas turquesas y energía volcánica. Sentí que mi alma vibraba con el lugar y que en algún momento tenía que ir a vivir allá. Años más tarde eso sucedió así; terminé casándome y criando a mis hijos en las islas Galápagos.

¿Cómo es ahora la vida en Galápagos, ha cambiado mucho en relación a los años 90?

En Puerto Ayora ha cambiado muchísimo. Antes había un vuelo cada tres días y la electricidad se iba a la media noche y volvía a las seis de la mañana. Había poca gente y mucha magia. Las personas estaban más conectadas al lugar y vivían de una forma más relajada; ahora todos viven más estresados. Me impresiona la desconexión que hay entre la gente y la naturaleza; siento que han perdido la noción de por qué llegaron allá para comenzar una nueva vida. Hay un buen documental que se llama ‘Galápagos, un paraíso en pérdida’ que tiene la codirección del Pocho Álvarez, que es una buena radiografía de lo que es Puerto Ayora ahora. Isabela también ha cambiado mucho.

¿Hay alguna relación entre los paisajes de Galápagos y su trabajo de creación musical?

Cuando fui a vivir a Galápagos me conecté con el silencio. Descubrir el silencio para mí fue algo importante porque me encontré conmigo misma y con mi yo interior. Ese proceso de aprender a escucharme me inspiró para escribir canciones. Muchas de las letras que están en mis discos las escribí en Galápagos. Es gracias a esa conexión con la tierra, con la naturaleza y con la espiritualidad que he escrito muchas de mis canciones y he realizado varios de mis mejores trabajos de composición.

¿Quién le puso el mote de La Baronesa? ¿Fue por el documental?

El culpable de ese nombre es Héctor Napolitano. El ‘Napo’ es número uno para poner apodos. En 1998 fui a vivir a Galápagos y nos hicimos vecinos. Con él, Christian Idrobo y Ángel Cobo formamos La Baronesa y sus amantes; el nombre también lo puso el ‘Napo’. En ese tiempo no había una movida musical en Galápagos.

¿Cómo se conectó con el jazz?

Me conecté con el jazz a través de mi padre, un estadounidense de la vieja guardia al que le gustaba escuchar a todos los clásicos. Me acuerdo que en su carro siempre sonaba jazz. Luego esa conexión se hizo más fuerte gracias a amigos como Esteban Molina. Me considero más una actriz porque es lo que estudié, pero la música siempre estuvo ahí dando vueltas y ese deseo de cantar se ha mantenido con el paso del tiempo.

En retrospectiva, ¿no fue arriesgado apostar por un grupo de jazz en la escena musical del país?

Claro que sí. El otro día estaba hablando con un grupo de músicos jóvenes con los que estoy tocando y les contaba que en esa época yo era una de las pocas mujeres en el género, pero siempre he sido arriesgada y pionera en muchas cosas, entre ellas la práctica del enduro. Comencé con el motociclismo muy joven, en Los Ángeles. Cuando regresé acá, la mayoría de mis amigos andaban en motos y los fines de semana les acompañaba al enduro. Durante una época fui la única mujer en las competencias, luego ya se abrió una categoría de mujeres. Luego se metieron Isabel Dávalos y Gabriela Acosta. Recuerdo que me ponía bravísima, porque a los hombres les daban unos trofeos bacansísimos y a nosotras solo medallas.

¿Ese ingrediente de improvisación que tiene el jazz ha sido importante fuera de la música?

Sí, en algunas cosas, porque creo que siempre hay que dejar espacio para lo imprevisto y lo impredecible, si no, ¡qué aburrida sería la vida! Además, nunca puedes planificar todo. Pero también tengo este espíritu de coordinadora y productora.

¿Cómo nació el teatro Socavón de Guápulo?

El Socavón de Guápulo fue un sueño que tuvimos con Juan Carlos Terán y que con mucho trabajo logramos hacer realidad. Fuimos el primer teatro comercial de Quito; abrimos las puertas para que se presenten bandas de música, grupos de teatro y de danza. Fue un espacio innovador para la época. Lo abrimos en Guápulo porque era nuestro barrio y lo queremos mucho; además, es uno de los más emblemáticos de la ciudad.

¿Se siente guapuleña?

Me siento guapuleña, galapagueña y neoyorquina. Guápulo, más que un barrio, es una comunidad de familias que viven aquí por generaciones. Es un lugar tranquilo y con una vista maravillosa. Hay una mezcla interesante de personas; la gente de las embajadas, los artistas, las personas con capacidad adquisitiva y la clase media.

Una de las obras que han marcado su carrera como actriz es ‘La edad de la ciruela’.

‘La edad de la ciruela’ es una obra que guardo en mi corazón; es lo más poético que he interpretado. Para mí fue hermoso hablar de esta casa llena de mujeres de varias generaciones. Me sentí identificada con las relaciones, los códigos, los secretos, las añoranzas y las pérdidas de estas mujeres porque vengo de un matriarcado, integrado por mi madre y mis tres tías. Fue un reto actoral porque tuve que hacer personajes de diferentes edades. Recuerdo que con Rossana (Iturralde) no teníamos un segundo de descanso porque estábamos en escena durante toda la obra. Siento que las dos teníamos una química en escena bastante especial, a pesar de que somos personas con un carácter fuerte. Con la obra nos presentamos en México, Estados Unidos y en las principales ciudades del país.

Trayectoria

Ha participado en festivales como el Java Jazz. Es miembro del directorio de la Academia de las Artes Audiovisuales y Cinematográficas del Ecuador; mentora en Grammy U, programa de educación para jóvenes que inician en la industria de la música. Estuvo nominada en dos ocasiones a los Independent Music Awards.