La vigilancia del Báltico pone a prueba al renovado ejército alemán

Desde Rostock, ciudad portuaria alemana que durante la Guerra Fría fue la sede de la Volksmarine (la Marina de la Alemania Oriental), la OTAN vigila el Báltico, nuevo teatro de tensiones entre Rusia y Occidente. En las pantallas de la sala de control del cuartel general del mando germano, militares de varios países observan día y noche cualquier movimiento, preparados para reaccionar ante cualquier anomalía, ante cualquier amenaza.
“Por supuesto, actualmente no estamos en guerra en el sentido del artículo 5 de la OTAN, como forma de defensa”, tranquiliza en Rostock el contralmirante Stephan Haisch en su despacho en el cuartel general de la actual Marina alemana. “Pero sí vemos algún que otro incidente en el que se dañan cables o tuberías submarinas. Vemos ciberataques en algunas zonas”.
No hace tanto tiempo, habría resultado insólito ver una misión como la que dirige el contralmirante Haisch, al frente de decenas de militares de 13 países aliados en el llamado Mando de la Fuerza de Operaciones del Báltico (CTF Baltic, en sus siglas en inglés). Con la invasión de Ucrania por Rusia hace tres años, el Báltico se convirtió en una potencial zona de guerra. Al inaugurar el pasado octubre en Rostock la CTF Baltic, el ministro alemán de Defensa, Boris Pistorius, dijo que se trataba de “disuadir ante la agresión y garantizar la libertad de movimientos”.
En este mar, por el que circulan a diario 6.000 barcos, se han multiplicado desde los sabotajes a la presencia de barcos fantasma cargados con millones de barriles de petróleo que exportan ilegalmente desde Rusia.
También habría resultado insólito antes ver a Alemania al frente de una misión como la del Báltico. Este es un país marcado por el pasado nazi y con una cultura militar de la modestia. Es un país que delegó su defensa, tras la II Guerra Mundial, en Estados Unidos (y la extinta República Democrática Alemana, donde estaba Rostock, era un satélite de la URSS).
Ahora, Alemania y sus Fuerzas Armadas, la Bundeswehr, están embarcadas en una transformación profunda. Una "Zeitenwende" o “cambio de época”, lo llamó el excanciller socialdemócrata Olaf Scholz en 2022. La semana pasada su sucesor, el democristiano Friedrich Merz, prometió en el Bundestag que Alemania tendrá “el ejército convencional más fuerte de Europa”.
La coalición de Merz con los socialdemócratas dispondrá, gracias a la reforma constitucional adoptada en marzo, de una capacidad de endeudamiento que permitirá inversiones ilimitadas para adaptar el ejército federal a estos tiempos en los que Rusia amenaza y EE UU amaga con marcharse. “Es un paso esencial adelante”, dice Sönke Neitzen, profesor de Historia Militar en la Universidad de Potsdam y autor de Die Bundeswehr. Von der Wiederbewaffnung bis zur Zeitenwende (La Bundeswehr. Del rearme al cambio de época), porque “sin más dinero, la Bundeswehr no está en condiciones de defender la frontera oriental de la OTAN”.
Alemania se ha declarado dispuesta a gastar en Defensa hasta el 5% del PIB, como exige el presidente estadounidense, Donald Trump. Actualmente, gasta un poco más del 2%.
Que el ejército federal hace cosas que no había hecho nunca, quedó claro hace unas semanas durante una visita a la sede de la CTF Baltic, en los cuarteles de la Marina alemana en Rostock. Esta es la primera línea de observación y coordinación ante la guerra híbrida rusa, y aquí los alemanes, que tienen la mayor armada aliada en el Báltico, asumen el papel principal.
“Esto es ante todo un símbolo de que Alemania está preparada y tiene la voluntad de asumir responsabilidades en el mar Báltico”, dice el contralmirante Haisch, “y también de que se establece como un socio importante, o un socio sólido”.

Haisch encarna la imagen del militar alemán moderno: sobrio en las formas, risueño y alejado, en su discurso, a cualquier atisbo de arrogancia o belicismo. Subraya que al ser el Báltico un mar pequeño y estrecho, de aguas poco profundas y con un tráfico intenso, es habitual que unidades rusas y de la OTAN se crucen, y se observen de cerca. Señala que, en el caso de incidentes o sabotajes con cables submarinos, “es muy, muy difícil demostrar realmente quién es el autor”. Pero avisa: “Debemos mostrar que, independientemente de quién esté detrás de esto, y cuál sea su objetivo, estamos lo más atentos posible, y preparados para proteger nuestra infraestructura”.
El Báltico es un mar cada vez más transatlántico tras el ingreso de Suecia y Finlandia en la OTAN. La inauguración del CTF Baltic provocó la protesta de Rusia, con el argumento de que viola el tratado que, al caer el Muro, prohibió a los aliados instalar tropas permanentes en el territorio de la antigua RDA. Pero ese no es el caso del grupo que él dirige, asegura Haisch: esto, dice, es un cuartel general bajo liderazgo alemán, con personal multinacional, y a disposición de la OTAN. “Es una buena señal que haya personas molestas en Rusia, porque entonces hemos logrado un cierto efecto”, valora, en todo caso, e insiste: “Desde el punto de vista legal, no veo ningún problema”.
Algunos temen que la ciudad se convierta en “objetivo de ataque” de Rusia, según declaró la alcaldesa, Eva-Maria Kröger, del partido poscomunista La Izquierda. El debate se refleja en el conjunto del país. Alice Weidel, líder de la extrema derecha, acusó a Merz de emplear “una retórica marcial” tras prometer este que pondría el dinero necesario para que Alemania tenga el primer ejército convencional de Europa (es decir, sin armas nucleares, como Francia). En el ensayo Warum ich niemals für mein Land kämpfen würde (Por qué yo jamás lucharía por mi país), el joven Ole Nymoen denuncia la “militarización de la sociedad” y proclama: “Prefiero vivir sin libertad que morir por esta libertad”.
La Bundeswehr es un ejército singular. Fundado en 1955, carecía de tradición: casi toda estaba ensuciada por el nazismo y, antes, el militarismo prusiano. Se define como “un Ejército parlamentario” y sus soldados —“ciudadanos en uniforme”— se guían por el principio del “liderazgo interior”, que les obliga a pensar por sí mismos sin obedecer ciegamente. Estaba diseñado para no luchar nunca, aunque, en lo más caliente de Guerra Fría, cuyo frente partía Alemania, este país llegó a gastar un 4,9% del PIB en Defensa y a tener casi medio millón de soldados.
La mili fue obligatoria hasta 2011. La coalición ha renunciado por ahora a reintroducirla. Esto, según el profesor Neitzel, siembra dudas sobre la voluntad de impulsar una reforma a fondo, pese a las inversiones, pues “el problema de personal de la Bundeswehr no se podrá resolver sin algún tipo de servicio militar obligatorio”. Hoy cuenta con 182.000 soldados. Según el inspector general, Carsten Breuer, el cargo militar de mayor rango en las Fuerzas Armadas, harían falta unos 100.000 más para estar preparados ante una Rusia que, según él, a finales de la década estará en condiciones de atacar a países de la OTAN.
¿Una guerra en el Báltico? “Hasta qué punto un agresor, en el año X, pensará que puede lanzar una guerra aquí, lo ignoro, pero haríamos bien en estar preparados”, responde en Rostock el contralmirante Haisch. “¿Existe una cierta amenaza? Diría que sí”, afirma, aunque precisa: “Si dijese que pienso que habrá una guerra de agresión hacia 2028, tendría que cambiar de oficio y convertirme en pitoniso”.
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