La violencia obstétrica está normalizada en el país
Britney Arias había planificado tener a su bebé en su pecho apenas naciera. Fue un pedido que hizo varias veces a su doctora durante su embarazo y también lo repitió a las enfermeras antes del parto. Cuando la pequeña nació, nadie le hizo caso. Se la llevaron de inmediato y no la pudo tener en sus brazos hasta 24 horas después.
La joven de 20 años también deseaba tener un parto natural. Esto tampoco ocurrió, ya que le practicaron una cesárea y después le informaron que fue innecesaria.
Estos son solo algunos de los eventos que llevaron a que el nacimiento de su hija se convirtiera en una experiencia traumática. Sin saberlo fue víctima de violencia obstétrica.
La Corte Constitucional, a fines de 2019, desarrolló por primera vez el concepto de este tipo de violencia en el país, que ya se encontraba en la Ley para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres.
Esto se llevó a cabo en el marco de la sentencia que el máximo órgano de la justicia constitucional emitiera a favor de una víctima de esta problemática. Una mujer de 27 años tuvo que dar a luz en la sala de espera de uno de los hospitales del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) sin asistencia médica.
Según la sentencia, después de unas horas del alumbramiento le suspendieron la atención médica pese a tener hemorragia uterina posparto y la llevaron a otro establecimiento de salud. Todo ese tiempo tuvo que separarse de su bebé y no tuvo la información adecuada. En el hospital no la quisieron atender al alegar que su empleador no estaba al día con los pagos, aunque esa información era errónea.
Pamela Juliana Aguirre, directora del Observatorio Jurídico Social de la Universidad Espíritu Santo y exasesora de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, explica que este caso fue seleccionado en 2012 por la Corte, debido a la falta de precedente sobre la violencia obstétrica en el país, que es una violación al derecho a la salud y de las mujeres.
Este caso, dice, ayuda a poner en evidencia una realidad que muchas viven no solo en Ecuador. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), 48 de cada 100 mujeres mayores de 15 años han experimentado por lo menos un hecho de violencia gíneco-obstétrica en su vida, a escala nacional. La cifra es mayor en mujeres indígenas: 70 de cada 100.
Esta violencia generalmente es invisibilizada, pero está presente en acciones que se han normalizado, enfatiza Aguirre. Por ejemplo, la decisión de cómo dar a luz y qué hacer con el bebé después del nacimiento debe estar a cargo de la madre, a menos que la vida de este corra peligro. Darle o no fórmula, o tenerlo en sus brazos apenas nazca deben ser elecciones maternas. Estar informada durante todo el proceso es otro derecho.
Esto no ocurrió con Britney. Durante el embarazo estuvo expuesta a múltiples maltratos. Un día viajó desde su natal Salinas a Guayaquil con la ilusión de conocer el sexo del bebé y el doctor a cargo del examen se negó a decírselo. Tampoco respondía sus inquietudes, a pesar de que esta joven, entre lágrimas, le decía que era una madre primeriza y quería saber más sobre el estado de salud de su hija.
Después de este episodio, decidió acudir a otra ginecóloga. A las 38 semanas, cuando fue a una consulta, la doctora dijo que era necesario realizarle una cesárea ese día, sin mayor explicación. Britney se resignó, ya que temía por la vida de su hija.
Durante el parto, recuerda, no le permitieron el ingreso a su pareja. Lo que más le dolió fue que se llevaran a su hija sin dejar que la tocara. Horas después, la joven sufrió una hemorragia, que tampoco le explicaron a qué se debió.
Desde ese momento empezó a sentir las consecuencias emocionales de este evento. Todos los días sentía una profunda tristeza al recordar el parto. Siete meses más tarde decidió pedir ayuda.
Eli Rodríguez, psicóloga perinatal, explica que durante este año ha recibido a cerca de 50 mujeres, además de Britney, que sufrieron violencia obstétrica. La mayoría desconoce que fue víctima.
La psicóloga cuenta que quienes han pasado por esto llegan a consulta con estrés postraumático. Otras piensan que su estado de ánimo y su cansancio están relacionados con la maternidad, pero la raíz del problema es otro. Por eso se trabaja para identificar lo que ocurrió y aceptar que sufrieron este tipo de violencia.
Rodríguez dice que este es un proceso que depende de cada paciente. Algunas buscan tener otro hijo para hacer las cosas de forma distinta, mientras que otras optan por no volver a pasar por esta situación.
Para Aguirre, el hablar más sobre este tema y conocer la sentencia pueden ayudar a que las mujeres denuncien y reclamen sus derechos.
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