Los aranceles de Trump fuerzan a Europa a recalibrar su relación con China

Los aranceles de Trump fuerzan a Europa a recalibrar su relación con China

La guerra comercial abierta por el presidente estadounidense, Donald Trump, ha llevado a Bruselas a cambiar el tono con China. La Comisión Europea ya no pone tanto el acento en la reducción de las dependencias que tiene Europa del gigante asiático como lleva haciendo desde hace un par de años. Ahora le pide ayuda para frenar la guerra comercial declarada por Estados Unidos y amortiguar sus consecuencias negativas. La presidenta, Ursula von der Leyen, se lo ha reclamado al primer ministro chino, Li Qiang, en una conversación telefónica este mismo martes al llamarle a buscar “una solución negociada para la situación actual, subrayando la necesidad de evitar una escalada mayor”. Este diálogo se ha dado apenas unas horas después de que Washington avance que está dispuesto a levantar un muro arancelario de más del 100% sobre las importaciones del gigante asiático y de que la réplica de Pekín sea que “luchará hasta el final”.

“En respuesta a la perturbación generalizada causada por los aranceles estadounidenses, la presidenta Von der Leyen ha subrayado la responsabilidad de Europa y China, como dos de los mayores mercados del mundo, de apoyar un sistema comercial fuerte y reformado, libre, justo y basado en la igualdad de condiciones”, explica el comunicado emitido después de la conversación. Lejos queda aquel lenguaje duro de hace casi exactamente dos años, cuando la alemana acusaba a China de querer cambiar el orden mundial para dominar el espacio global, haciendo para ello uso de sus herramientas de “coerción económica mundial”. Aquellas palabras tuvieron continuidad con una investigación sobre los coches eléctricos chinos que desembocó en un incremento arancelario sobre ellos en la UE. Pero con el regreso de Trump a la Casa Blanca y el cumplimento de su amenaza arancelaria, en Bruselas se mira a Pekín casi parafraseando el viejo refrán español “a la fuerza, ahorcan”.

La dureza de las réplicas de Pekín contra los aranceles unilaterales estadounidenses se teme en Bruselas. Si las retorsiones chinas se traducen en nuevas respuestas de la Administración de Donald Trump, el mercado será infranqueable para los productos procedentes del gigante asiático. Una muestra de la gran tensión entre las dos grandes potencias mundiales es que todavía no ha habido contacto alguno entre sus máximos mandatarios: aunque Trump dijo en febrero que hablaría con su par chino, Xi Jinping, en 24 horas, esa conversación no se ha producido hasta la fecha. El único intento por el momento de encauzar el diálogo se dio en marzo, cuando el senador republicano Steve Daines, muy próximo a Trump, viajó a China y Li Qiang lo recibió junto a otros empresarios estadounidenses. “Ningún país puede alcanzar el desarrollo y la prosperidad imponiendo aranceles, sino solo mediante la apertura y la cooperación”, dijo Li en aquella ocasión, en la que pidió que ambas partes resolvieran sus problemas mediante apertura y cooperación, informa Guillermo Abril desde Pekín.

Pero esta petición de ayuda no lleva a Bruselas a olvidar los problemas que hay con Pekín. Von der Leyen ha exigido a Li “reequilibrar” la relación comercial. Ambas partes celebran este año medio siglo de relaciones diplomáticas, algo que previsiblemente conmemorarán durante su cumbre bilateral en julio. Pero ni Europa ni China pueden esperar hasta entonces y la Comisión ya prepara un viaje de Von der Leyen y el presidente del Consejo Europeo, António Costa, a Pekín antes del verano.

Soluciones estructurales

Ante los temores de que la subida de los aranceles estadounidenses a China provoque una inundación de productos de este país en el mercado europeo, la jefa del Ejecutivo europeo también hizo hincapié ante Li en el “papel fundamental de China a la hora de abordar la posible desviación del comercio causada por los aranceles, especialmente en sectores ya afectados por el exceso de capacidad mundial”. En este sentido, siempre según la versión de Bruselas, Von der Leyen y Li hablaron sobre la posibilidad de crear un mecanismo de seguimiento sobre esta posible desviación del comercio y garantizar que cualquier evento en este sentido se aborde “debidamente”.

La conservadora alemana también recordó “la urgencia de encontrar soluciones estructurales para reequilibrar la relación comercial bilateral y garantizar un mejor acceso de las empresas, los productos y los servicios europeos al mercado chino”. Porque pese a este tímido acercamiento aparente, y del cortejo de las autoridades de Pekín, la UE sigue convencida de que lo importante son los hechos. Y, en este sentido, el bloque comunitario considera que de momento persiste la larga lista de peticiones para nivelar la desequilibradísima balanza comercial con China y mejorar el acceso de las compañías europeas al país asiático.

Voces europeas radicadas en Pekín reclaman, además, que el vínculo entre la UE y China sea valorado en sí mismo, y no en función de cada movimiento de Washington. “Creo que es un error definir siempre la relación a través del prisma de lo que ocurre con Estados Unidos”, comentaba a EL PAÍS Jens Eskelund, presidente de la Cámara de Comercio de la UE en China, durante un foro económico organizado en marzo en Pekín. Eskelund reiteró que nadie en Europa está reclamando un desacoplamiento de la República Popular, pero recordó que hay una “percepción” en la UE “bastante bien documentada” de que en estos momentos la relación comercial “no está equilibrada”. Más que palabras, esperaba muestras reales de la disposición de Pekín a escuchar las preocupaciones europeas.