Pablo Cardoso, artista plástico: ‘La pintura se usó en la conquista de tierras’

Pablo Cardoso, artista plástico: ‘La pintura se usó en la conquista de tierras’

El artista plástico cuencano Pablo Cardoso abre esta semana una nueva exposición en la galería Dpm de Guayaquil, en donde exhibe dos de sus trabajos más recientes, las series Islas y Llueve adentro. Es la excusa para ahondar en sus intereses y sus preocupaciones.

¿Alguna vez soñó que volaba?

Sí. Es más, volé alto (se ríe).

El problema suele ser elevarse en el sueño más allá de unos pocos metros de altura, ¿no?


Una vez soñé que volaba a solo 10 centímetros del piso por toda la casa de mis padres. Y en otra ocasión volé a -no sé- unos 100 metros de altura sobre la ciudad de Cuenca. Fueron sueños muy vívidos viendo desde las alturas los tejados de la ciudad.


El vuelo de pájaro de Google Earth le sirve a menudo como préstamo para sus pinturas ¿Qué le interesa de esas vistas aéreas?


Es como la experiencia de un voyeur. Es decir, alguien que está curioseando en zonas en donde no se le ha dado licencia para meterse. Tienes esa posibilidad de meterte en rincones inesperados, inescrutables. Recuerdo la serie que hice basándome en la orografía de Afganistán. Me maravilló que en muchos lugares de este país podías ver la tierra marcada con agujeros y líneas producto de los bombardeos, del transitar de los ejércitos…


¿Es un recurso al que regresa con su más reciente serie, Islas?


Islas fue un proyecto que inicié en el 2017, con una sola obra, sobre la definición de territorios. Me quedó pendiente continuar. En muchas de las obras solo está configurado el entorno de la isla, la vista aérea del contorno donde rompe el mar, y el interior del territorio queda vacío. Es apenas el perfil de algo que existe adentro y da lugar a preguntarse cómo pensamos el interior. Estas piezas hacen guiños con el abstraccionismo de los años 40 y 50, que eran años en los que los artistas estaban respondiendo a una recuperación de la geografía del planeta tras dos guerras mundiales devastadoras.


¿Una de las grandes paradojas que ha explorado en su obra es cómo la belleza exótica y el romanticismo que emana el paisaje fue un instrumento de depredación, no?


El paisaje se utilizó desde los primeros momentos de la conquista de nuestros territorios como un instrumento para posibilitar la incursión de otra cultura, de otros poderes, en nuestras tierras. La pintura fue también un instrumento de conquista, se usó en la conquista de nuestras tierras. Si nos vamos a los paisajistas que acompañaron a las exploraciones científicas, lo que hacían era registrar estos territorios no solo con una intención estética, artística, sino también política. Y eso está entre líneas en obras que he realizado en los últimos 20 años.


¿Cuando esas obras volvían a Estados Unidos o Europa abrían el apetito por estos recursos?


Por supuesto. Además eran como unas postales viajeras muy mejoradas, embellecidas, perfeccionadas, de los ámbitos naturales por donde transitaban estos pintores viajeros. Ellos convertían estos entornos en algo mucho más atractivo, mucho más bello, para animar a quienes quisieran interesarse por servirse de lo que estas tierras generosas podrían ofrecer.

¿Era un embellecimiento, una exaltación del paisaje, intencional?


Estoy pensando por ejemplo en el paisajista estadounidense Frederic Edwin Church, que pintó el corazón de los Andes, en donde se ve de una manera espectacular el Chimborazo con todas las capas ecológicas, desde la selva a los Andes. Es una maravilla de obra de arte, con una multiplicidad de detalles. Y en realidad esa imagen no existe, no hay ningún punto de la geografía del Ecuador desde donde se pueda ver esa escena.

¿Tiene algo en común con estos artistas viajeros del siglo XIX?


Sí, en el sentido de mi fascinación por la travesía, la geografía, la cartografía, por la orografía, por el uso político y estético que se hace del paisaje. En mi caso el uso va dirigido a un fuerte contenido ecológico. No podemos desentendernos de esto, estamos en una situación absolutamente crítica en términos ecológicos y cuando observamos cualquier horizonte, está acosado por una serie de situaciones que nos afectarán ahora o en el futuro.

¿Por qué el mensaje ecológico no parece calar al ritmo deseado?


Hay una inercia que la humanidad ha ido halando y es muy difícil detenerla. Lo estamos viendo con el problema de salubridad mundial generado por la pandemia, que si vemos en el fondo, tiene un origen en la irresponsabilidad que hemos tenido en el trato al medio ambiente. Esa falta de bordes y límites que debemos poner entre nosotros y las especies salvajes. El ecologismo lo que plantea es reducir el consumo, reutilizar, reciclar, reducir el ritmo. Y por otra parte están las necesidades de desarrollo, de múltiples recursos. Ahí es donde tiene que haber un entendimiento. Pero por encima de la posibilidad de estos acuerdos está a menudo la codicia, el crecer sin límites.

¿Cuál fue el hallazgo más sorprendente en su viaje desde Lago Agrio a Sour Lake, en Texas?


Lo más interesante fue descubrir que la gente, los pobladores de Lago Agrio (Ecuador) y los de Sour Lake (EE.UU.) no tenían ninguna idea de la historia que une a estos dos pueblos, que tienen un mismo nombre. En Sour Lake, en Texas, se sentían muy orgullosos porque habían inaugurado la era petrolera y realmente fue así. En el año 1901 es allí donde arranca la gran codicia por el petróleo. Y en Lago Agrio tenían distintas teorías sobre el origen del nombre, pero desconocían que se lo debían a Sour Lake, a ese otro lago agrio, un lago que se secó por la explotación petrolera.

Latinoamérica está llena de estas conexiones de las que la mayoría de la gente no está al tanto y de un montón de equívocos históricos.

Trayectoria


Obtuvo el Premio Mariano Aguilera a la Trayectoria Artística en 2012. Ha participado en las bienales de arte de Venecia, Sao Paulo, Gwangju, La Habana y Cuenca. Se trata de uno de los artistas más representativos del Ecuador en las últimas dos décadas.