Nuevos políticos, viejas mañas

Nuevos políticos, viejas mañas

El fracaso de los partidos políticos es el reflejo de lo que sucede en la sociedad y obliga a insistir en la necesidad de introducir profundas y urgentes reformas estructurales y depurar el sistema vigente. Bella oportunidad para ello aunque la aprobación de los cambios está en manos de los mismos protagonistas de la corrupción.

Los partidos son necesarios en un sistema democrático, pero con excepciones, organizaciones y dirigentes no todos son iguales. Debieran ser los puentes entre los ciudadanos y el poder para canalizar y dar salidas a los problemas nacionales.

El país tuvo una experiencia nefasta con la llegada de la revolución ciudadana, cuyo líder prófugo en una década de gobierno denostó y destruyó a estas organizaciones para hacer peores cosas. Estableció un sistema que permitió la multiplicación de movimientos políticos (más de 280), que se refleja en la proliferación de candidatos.

Dada la ausencia de valores morales y éticos y de una corrupción casi generalizada, daría la impresión que son las organizaciones que merece el país o que se parece a la realidad interna. En lugar de ser los formadores de buenos ciudadanos (primero) y luego líderes, políticos honestos, transparentes, buen ejemplo para las nuevas generaciones, con principios y valores y conocedores de la realidad nacional, son empresas electoreras, que sirven para estructurar listas y patrocinar cargos de elección popular, con personas sin ninguna preparación ni conocimiento de la realidad nacional, y con ello pasar a mejor vida.

Por ello, equivocadamente, no es raro escuchar la ambición de ser legislador y en poco tiempo mejorar el estatus y la situación económica. Grave distorsión que ha llevado a la cárcel a unos pocos que fueran sentenciados por cometer irregularidades con recursos del Estado y otros están en camino de ello.

Cuántos nuevos legisladores no estarán involucrados en estas viejas mañas y prácticas de corrupción y abuso del poder, que aprendieron rápidamente a hacer lo que las normas constitucionales y legales prohíben: gestionar nombramientos de cargos públicos. ¿A cambio de qué? Luego, al ser descubiertos y denunciados, niegan hasta las pruebas encontradas en sus pertenencias. Ese es el reflejo de las organizaciones políticas, que no han respondido a la demanda ciudadana, que a través de ellas ha esperado la atención y solución de sus problemas. Por ello su desprestigio.

¿Por qué no forman nuevos cuadros y liderazgos con sólidas bases? Los caciques de siempre, que han conducido los partidos por muchos años y hasta décadas, se acostumbraron a vivir de ellos. No hay voluntad para el cambio. ¿Cuánto ha contribuido el Instituto de la Democracia, creado en la ley para asesorar, capacitar y promocionar lo que significa un sistema democrático, dirigido a organizaciones políticas y sociales?