“Caminar por aquí en la noche es peligroso, siempre escuchamos de alguien que fue asaltado”, dicen en el sector aledaño a la Universidad Central, en Quito
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El consumo de alcohol en la vía pública y la proliferación de discotecas clandestinas han generado un aumento en la percepción de inseguridad en el barrio Santa Clara, ubicado en la parroquia urbana Belisario Quevedo, en el centro norte de Quito.
La zona, que colinda con la Universidad Central del Ecuador, se ha convertido en un punto crítico de disturbios, peleas y robos que generan una creciente preocupación entre los residentes y comerciantes del sector.
Ana, una de las residentes del sector, describe su día a día con angustia. “Todos los días hay problemas. Desde temprano hasta la noche hay consumo de alcohol, peleas y gritos. Me siento insegura al salir de casa, incluso para hacer compras en la tienda de la esquina”, dijo.
Para los comerciantes, la situación también es insostenible. Juan Carlos, propietario de un local de la zona, relató que las discotecas clandestinas no solo generan ruido insoportable hasta la madrugada, sino que también atraen personas en estado de embriaguez o bajo efectos de sustancias. “Esto ahuyenta a los clientes. Mis ventas han bajado porque la gente prefiere evitar la zona y buscar lugares más tranquilos”, aseguró.
La inseguridad afecta incluso a los propios estudiantes de la Universidad Central, quienes se sienten vulnerables al transitar por el barrio.
María, una joven universitaria, expresó que no son todos los estudiantes los que causan problemas, incluso que algunos ni pertenecen a la institución, pero se infiltran para cometer delitos.
“Caminar por aquí en la noche es peligroso, siempre escuchamos de alguien que fue asaltado”, agregó.
Carlos, otro vecino de la zona, contó que hace poco fue víctima de un asalto, a plena luz del día, también recalcó que no es la primera vez, sino que estos intentos de robo son constantes. “La Policía patrulla esporádicamente, pero no es suficiente. Necesitamos presencia permanente”, enfatizó.
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Otro aspecto preocupante es la falta de alumbrado público en algunas calles, lo que contribuye a la sensación de inseguridad.
“Las luminarias no funcionan en ciertos tramos y eso facilita que los delincuentes se escondan y ataquen a los transeúntes”, mencionó Rosa, otra moradora del sector.
Ante la ola de denuncias, la Agencia Metropolitana de Control (AMC), en coordinación con la Policía Nacional y otras entidades municipales, ha intensificado los operativos en el sector.
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María Belén Chuquín, líder zonal de La Mariscal de la AMC, señaló: “Realizamos entre dos y cuatro macrooperativos semanales, desde el mediodía hasta la noche, con el objetivo de controlar el desorden y sancionar infracciones”.
Uno de los problemas más recurrentes es la operación de discotecas clandestinas bajo la fachada de restaurantes o bares. Según datos de la AMC, en lo que va del año se han clausurado dos locales que incumplían con las normativas, con multas que pueden alcanzar los $ 7.050.
“Uno de estos establecimientos, ubicado en las calles Antonio de Ulloa y Jerónimo Carrión, tuvo hasta 250 personas sin las condiciones de seguridad adecuadas, lo que representa un alto riesgo para la integridad de los asistentes y la comunidad en general”, explicó Chuquín.
Desde el año pasado, se han clausurado un total de 18 establecimientos en el sector por operar sin los permisos correspondientes.
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Además, se han emitido sanciones a ciudadanos que consumen alcohol en el espacio público, con multas equivalentes al 25 % del salario básico. Sin embargo, los operativos no han sido suficientes para erradicar el problema.
Los moradores afirman que, a pesar de los controles, las actividades ilícitas continúan. “Clausuran un local y a los pocos días ya hay otro funcionando en otro lugar. Es un círculo vicioso que no termina”, comentó Daniel, otro residente del barrio.
El impacto de esta situación va más allá de la inseguridad. La exposición constante al ruido de fiestas y peleas ha afectado la salud de los habitantes.
“No podemos dormir tranquilos. El ruido es insoportable, y esto nos genera estrés y ansiedad”, mencionó Ana, aunque no sería el único problema.
“No es solo el ruido, es el desorden que esto genera. Cuando termina la fiesta, las calles amanecen llenas de basura, botellas rotas y hasta vómito. Es un desastre”, aumentó Rosa.
Los vecinos del barrio Santa Clara insisten en que es necesario fortalecer la seguridad con mayor presencia policial, patrullajes permanentes y sanciones más estrictas para quienes incumplen las normativas.
También exigieron que la Universidad Central refuerce el control sobre sus estudiantes y promueva una convivencia armoniosa con la comunidad. “No podemos permitir que unos pocos estudiantes afecten la tranquilidad del barrio y la imagen de la universidad”, afirmó una residente.
Las autoridades municipales han anunciado que se encuentran evaluando nuevas estrategias para enfrentar estos problemas.
Entre las medidas que se analizan está la posibilidad de instalar más cámaras de videovigilancia en puntos estratégicos, incrementar la presencia policial en horas críticas y fortalecer las sanciones para quienes operan establecimientos clandestinos.
La comunidad de Santa Clara sigue esperando soluciones concretas. Mientras los operativos continúan, la sensación de inseguridad y desorden sigue latente en la zona.
“Necesitamos respuestas rápidas y efectivas. No queremos que nuestro barrio siga deteriorándose”, concluyó Ana, con la esperanza de que las autoridades tomen medidas contundentes para devolver la tranquilidad a su comunidad. (I)
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