La urbe que rememora la alegría y su esencia
Guayaquil como una ciudad más libre y que gozaba del espacio público es la descripción que otorga el fotógrafo Vicho Gaibor a la urbe, antes de la llegada de la pandemia.
A través de las imágenes, la ciudad es vista como un escenario en donde sus habitantes son sus principales actores y son ellos quienes narran la historia de expansión y declive.
En el Guayaquil prepandemia primaba el encanto contado a través de sus huecas, esas que con infraestructura sencilla y en barrios populares atrapaban al paladar más exigente con comida típica y barata; alimentos ofrecidos en carretillas ubicadas en aceras del norte como la Alborada o en la octava y Cuenca, que funcionaban hasta altas horas de la noche.
Un poco más hacia el centro, la tradición naval del Puerto Principal sale a flote con el icónico barrio del Astillero.
De los barrios tradicionales como El Cuba, con su pasión futbolera y ligado al río. De los zapatos de lona amarrados en los cables eléctricos y los entrenamientos de gallos para pelea, en el cerro Santa Ana.
De la algarabía en las celebraciones de carnavales en las casas colectivas, en el sur de Guayaquil. La elección de la reina del Carnaval, el uso de la purpurina, la espuma, los globos con agua y las piscinas inflables en mitad de las calles.
De hecho, en esta zona de la urbe se reflejaba parte de ese espíritu de cercanía, hermandad y protección. La abuela que salía a las 18:00 a “tomar el fresco”, junto a sus nietos sin pensar en la delincuencia.
Los partidos de indorfútbol y ecuavóley que se tomaban las calles y las áreas comunes en diferentes sectores de la ciudad, especialmente en barrios populares del suburbio. La calle Vacas Galindo, por ejemplo.
Pero más durante los fines de semana, que eran los días más propicios para los encuentros deportivos entre vecinos.
El miedo al coronavirus, sin embargo, no lo eliminó, pero sí lo detuvo y minimizó.
Guayaquil era (o es) un barrio expandido a una gran ciudad que se ha ido modernizando con el paso de los años.
Es el puerto anclado a orillas del Guayas en donde confluyen las tradiciones de distintos rincones del Ecuador. Su gente es una muestra de la diversidad, ya que acoge a montuvios, indígenas y afroecuatorianos.
Para Gaibor, estos eran (o son) los pequeños grandes detalles que se convierten en la esencia principal del Puerto Principal y que en los últimos años tras la llegada del coronavirus se fueron disolviendo.
De hecho, considera, que se llegó a “enfriar” la ciudad al dejar de usar el espacio público. “Dejamos de ser familia, de ser ese barrio seguro en el que salías a la calle sin miedo”.
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