Los claros y oscuros del patrimonio, en su aniversario
El mundo actual exige que las ciudades se definan, se especialicen. Se simplifiquen hasta que sean fácilmente reconocidas y puedan ser ofrecidas como un idóneo producto de consumo.
Quito, por sus características geográficas, históricas y arquitectónicas únicas, tiene un futuro sin techo en esos ámbitos. Y hasta busca ampliar ese espectro mostrándose atractivo para actividades como las del ‘jetset’, como mostró el reciente matrimonio del hijo del Vicepresidente.
Según Carlos Pallares, exdirector del Fonsal (hoy Instituto Metropolitano de Patrimonio, IMP), Quito siempre es un destino y ningún viajero está de paso hacia otro lugar a no ser a las islas Galápagos, que también fueron reconocidas el 8 de septiembre de 1978 como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
En esa fecha, Quito y Cracovia (Polonia) fueron nombradas las dos primeras ciudades patrimoniales del orbe. Esta semana, la capital celebró 43 años de portar esa corona, y a la vista de las iglesias y casas del Centro Histórico, -unas desgastadas por el impío paso del tiempo- hubo celebración.
¿Cómo se logró ese reconocimiento? No fue producto de la generación espontánea, explica el historiador Alfonso Ortiz, sino fruto de un arduo trabajo de instituciones y personas, entre ellas Rodrigo Pallares Zaldumbide, Juan Cueva Jaramillo, Rodrigo Paz… Y tuvo sus cimientos en 1966, cuando se dictó una Ley de Protección para conservar el patrimonio edificado del Centro Histórico y prohibir el levantamiento de edificaciones de más de tres plantas en la zona.
Claro, hasta esa instancia, explica Pallares, ya se habían cometido varios atentados contra el patrimonio como derrocar el antiguo edificio municipal y levantar edificaciones de corte modernista como el Guerrero Mora.
Esta ley, afirma Ortiz, se reforzó con otra expedida en 1978, luego de un sismo que afectó la estructura de varias iglesias como San Agustín y La Merced; y con la creación en 1987 del Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito (Fonsal).
Su topografía sin igual, las 375 hectáreas de su Centro Histórico -promocionado como el más grande y mejor conservado de Sudamérica- y los 4 900 inmuebles patrimoniales (24 conventos e iglesias) son ganchos que, según Pallares y Ortiz, son frenados por varios males urbanos.
Entre ellos, el incontrolable comercio informal, el tratamiento de los desechos, la falta de estacionamientos funcionales, la insuficiencia de baterías sanitarias públicas, el derrocamiento de edificaciones enlistadas en el patrimonio, el deficiente servicio del transporte, la inseguridad…
La vivienda es otro lunar; en la parte central casi ha desaparecido. En barrios como San Roque, La Marín y El Tejar, el 80% de las casonas se ha convertido en bodegas y conventillos “acondicionados” para los migrantes y las mercancías. El Centro se queda sin vecinos. Ahora mismo no hay más de 30 000 residentes, asevera Ortiz.
No obstante, explica el Arq. Guido Díaz y exdirector del Fonsal, muchos de los 17 barrios del Centro son residenciales. Tienen tiendas, zapaterías, sastrerías, mecánicas… Todo lo que hay que incorporar al abandonado Centro para que recupere esa dinámica urbana que la preservará. Y ayudará al regreso de la gente a vivir ahí.
¿Y el patrimonio edificado? Por su edad, legado y transcendencia siempre debe estar valorado, cuidado y recuperado… Algunas edificaciones tienen cinco siglos de vida, explica Díaz.
En eso se halla, precisamente, el IMP en estos momentos. Su director, Raúl Codena, da a conocer un plan de intervención en varios inmuebles -públicos y particulares- que se realizan actualmente y se extenderán hasta marzo del 2022. La lista de intervenciones incluye a la emblemática Catedral Metropolitana; el monasterio del Carmen Alto; las iglesias de San Marcos, El Belén y de las agustinas de San Juan de la Encarnación; el Centro Cultural Metropolitano Mama Cuchara; y varias estructuras de El Panecillo.
La inversión en la rehabilitación de todos esos sitios será de USD 2,2 millones; de ellos 1,5 millones se destinarán para los trabajos en El Panecillo, que estarán listos en marzo 2022.
Las obras en San Marcos, cuya génesis se remonta a 1606 como ‘iglesia para indios’, están a punto. Incluyeron cambio de iluminación y cableado, recuperación de bienes muebles y más.
La intervención en la Catedral es interesante por la trascendencia histórica y religiosa que ha tenido esta iglesia. Y aunque su interior no tiene ‘todo el oro del mundo’ como La Compañía ni en su construcción metió cuchara el mismísimo diablo como en San Francisco, este gran templo (cuya primera construcción se remonta a 1535 y fue encargada al presbítero Juan Rodríguez) es una amalgama de arquitectura, historia y legado.
Allí reposan los restos de Antonio José de Sucre y del primer presidente del Ecuador, Juan José Flores. Sus campanas, asimismo, han tocado a rebato en las grandes gestas patrióticas como la Batalla de Pichincha, la Independencia, la guerra del Cenepa…
Entre los trabajos, que culminarán en diciembre, se contempla la recuperación del artesonado mudéjar de su techo, trabajos en la cubierta intocada por 15 años, y más… Pinceladas urgentes que requiere el patrimonio para mantener su esplendor.
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