Siria afronta un horizonte de inestabilidad tras la euforia por la caída del régimen de El Asad

Siria afronta un horizonte de inestabilidad tras la euforia por la caída del régimen de El Asad

Una fuerte explosión precede a la vibración de los cristales de la habitación de la sexta planta, donde se encuentra el hotel. A lo lejos, dos enormes bolas de fuego iluminan totalmente el cielo por momentos, transformándolo a plena luz del día; justo en ese momento pasa Mohamed por la puerta abierta de la habitación. “Israel”, dice gesticulando con las manos. Él es uno de los trabajadores del hotel que se encuentra en la antigua zona del régimen de Bachar el Asad en la ciudad de Qamishli, en el noreste de Siria. Mohamed tiene el perfecto inglés americano aprendido en las películas en la televisión subtituladas al árabe. A pesar de su juventud, posee esa mezcla de curiosidad informativa y sabiduría política innata capaz de analizar y entender las cosas que suceden en su país.

La nueva Siria trata de abrirse paso en un contexto de explosiones, penurias y rencillas heredado tras más de 13 años de guerra. Las nuevas autoridades intentan tranquilizar al mundo para ganar legitimidad. Ahmad al Shara, hasta ahora conocido como Abu Mohamed al Julani, el líder del grupo fundamentalista que ha liderado el derrocamiento del régimen, ha asegurado este miércoles que los gobiernos del mundo no deben inquietarse por la situación del país tras el cambio de dirigentes. “Los gobiernos extranjeros no deben preocuparse por la situación en Siria”, ha señalado Al Julani, según recoge la televisión siria controlada ahora por el grupo fundamentalista que lidera la oposición, HTS, en unas declaraciones recogidas por la agencia Efe. Las declaraciones se conocen un día después de que se haya encargado a Mohamed al Bashir —antiguo cabeza del Gobierno de Salvación, la rama política de HTS— la fase de transición del nuevo Gobierno en Siria.

Según se confirma posteriormente, la explosión en las inmediaciones del hotel se debe, efectivamente, a un bombardeo israelí sobre lo que fue la base militar de El Asad y de sus aliados rusos en Qamishli. Varios sistemas de defensa antiaéreos, almacenes y camiones que transportaban armamento militar fueron alcanzados de forma precisa y quirúrgica en esta ocasión. Se puede comprobar a la mañana siguiente: los impactos solo alcanzaron a los camiones en movimiento de forma directa; uno de ellos intentó incluso una maniobra evasiva saliendo de la carretera, que finalmente fue en vano.

Varias personas caminan entre los restos de un camión destruido cerca del aeropuerto internacional de Qamishli, el 10 de diciembre.
Varias personas caminan entre los restos de un camión destruido cerca del aeropuerto internacional de Qamishli, el 10 de diciembre. Orhan Qereman (REUTERS)

Estos ataques se suman a los más de 330 que Israel ha realizado desde la caída este domingo del régimen de El Asad, pero difieren del resto porque han sido en uno de los bastiones del Kurdistán sirio. Situado en el norte del país, esta región, que cuenta con un Gobierno autónomo, tiene una realidad diferente. Siria siempre fue caleidoscópica, y siempre estuvo atravesada por los grupos que la partían. Ahora, con la caída de la dictadura, se ha creado un nuevo fenómeno.

El mundo está embriagado por la caída del dictador en una celebración constante, que tiene como objetivo mostrar las monstruosidades del monstruo, pero la Siria de hoy está controlada principalmente por una alianza rebelde integrada por varios grupos, y con un gobierno y un proyecto incierto, que en el mejor de los casos puede que proporcione un cierto periodo de estabilidad, dirigido por Al Shara. La puesta en escena recuerda a los peores días de Mosul (Irak) con la proclamación de Estado Islámico (ISIS en sus siglas en inglés).

Pero hay otra Siria, sumida en el sufrimiento y la desesperación desde 2011, ahora eclipsada por las novedades. En esta otra Siria, que mantiene en apariencia la normalidad de siempre, con sus comercios abiertos hasta altas horas de la noche y el ruido de los generadores eléctricos invadiendo toda la ciudad, también existe gente desesperada que corre detrás de un camión con comida para tratar de conseguir una de las bolsas con alimentos porque los encargados de repartir la comida son incapaces de contener a la gran masa hambrienta. “Llevamos un día sin comer”, dice Ahmed. A pesar de que los kurdos muestran sus mejores intenciones acogiendo a los desplazados que han huido de Alepo y de otras zonas, la realidad es que nadie esperaba ni estaba preparado para esta masa de refugiados una vez más.

A no mucha distancia existe un centro temporal de acogida en una escuela donde siete familias recién llegadas aguardan su reubicación. “Ahora, el flujo es pequeño, pero hubo días que llegaron hasta 1.000 familias en un solo día”, afirma Mahmud, uno de los responsables del centro. Los problemas a los que se enfrenta el Kurdistán sirio no solo pasan por la crisis de refugiados, sino también por ver cuáles serán las pretensiones de Turquía.

El escenario para el norte de Siria es oscuro porque, además de a las fuerzas apoyadas por Turquía, se enfrenta a la amenaza yihadista. “Ayer mataron a dos terroristas del ISIS e hirieron a dos más, en las afueras de Raqa, cuando estos atacaron un checkpoint”, señala Newsra, una kurda que acaba de volver de esta ciudad. Los incidentes son diarios. “Las células durmientes son muy activas ahora”, confirma un oficial que prefiere no dar su nombre. Las operaciones antiterroristas están a la orden del día.

Raqa fue una de las tres capitales del califato, junto a Mosul en Irak, donde el líder del ISIS, Abubaker al Bagdadi, lo proclamó en el verano de 2014, y Sirte, en Libia. Ahora, el estadio de la ciudad, que el ISIS utilizó como prisión, donde asesinó y torturó, se ha reconvertido en un espacio de acogida para refugiados que tratan de huir de esta nueva guerra.

Un conflicto al que se unen los viejos problemas sin solución aparente y que no solo afectan a la parte norte del país. Entre ellos, la inflación. El actual cambio a moneda local de 100 dólares es una bolsa llena de dinero, siete fardos enormes de billetes de 2.000 libras sirias. El Palace, uno de los mejores restaurantes de Qamishli —regentado por su mismo dueño desde hace años y que no habla una palabra de inglés, porque era frecuentado por simpatizantes y militares del régimen— sigue manteniendo los precios, pero siempre que se pague en divisa extranjera.

El futuro del norte de Siria también pasa por las bases estadounidenses y rusas que permanecen en la región. El general Kino Gabriel, de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), alianza de kurdos y árabes apoyada por EE UU, participó en la campaña contra el ISIS. Fue el portavoz de esta coalición de milicianos durante la guerra que culminó con el fin del califato en Baguz, en marzo de 2019. ”Los americanos”, dice en referencia al despliegue actual de en torno a 900 soldados de EE UU en territorio sirio, “no se marcharán”.