Trump y Xi hablan por primera vez desde el inicio de la guerra arancelaria para suavizar las tensiones entre EE UU y China
La llamada más esperada por los mercados mundiales ya se ha producido. Los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de China, Xi Jinping, han hablado por teléfono este jueves para tratar de suavizar las tensiones en la relación bilateral, dañada por la guerra comercial y por las acusaciones mutuas de incumplimiento de los posteriores acuerdos para rebajar los aranceles y, en el caso chino, por la decisión de Washington de cancelar visados a estudiantes del gigante asiático. El líder estadounidense ha calificado en sus redes sociales la conversación como “muy buena” y ha destacado que ha “resultado en una conclusión muy positiva para los dos países”. También ha asegurado que “ya no debería haber ninguna duda sobre la complejidad de los productos de tierras raras”, la queja principal de Estados Unidos.
En lo que puede interpretarse como una mano tendida al entendimiento, durante la conversación, el líder chino ha dado la bienvenida a Trump para que visite de nuevo China, y este le ha expresado su “sincero agradecimiento”, según se lee en el comunicado oficial de Pekín recogido por la agencia oficial Xinhua.
En la llamada, Xi ha señalado la necesidad de “corregir el rumbo” de las relaciones. Y ha hecho un llamamiento a hacer un “buen uso” del mecanismo de consultas pactado tras las conversaciones de Ginebra celebradas en mayo, que lograron rebajar las tensiones en torno a la guerra arancelaria desatada por Trump. Ambas partes, indicó el mandatario chino, han de “respetar las preocupaciones del otro”. También ha asegurado que China actúa “con sinceridad, pero también con principios”. Sin referirse en ningún caso a las tierras raras, sí ha indicado que “la parte china ha cumplido con seriedad los compromisos adquiridos”, y ha reclamado a la parte estadounidense que valore los avances logrados y retire las medidas impuestas contra China, siempre según el comunicado oficial.
Delegaciones de los dos países volverán a reunirse “en breve” en un lugar aún por determinar, según ha puntualizado Trump en un mensaje en su red social, Truth. La delegación estadounidense estará compuesta por el secretario del Tesoro, Scott Bessent; el secretario de Comercio, Howard Lutnick, y el representante de Comercio Exterior, Jamieson Greer.
“La conversación se centró casi enteramente en COMERCIO. No se abordó nada sobre Rusia/Ucrania, o Irán”, precisa Trump con las mayúsculas habituales en sus mensajes. Ambos líderes se invitaron mutuamente a visitar sus respectivos países, agrega: “Como presidentes de dos Grandes Naciones, esto es algo que ambos tenemos muchas ganas de hacer”.
La agencia estatal china, Xinhua, ha precisado que la conversación se ha producido “a petición” de Trump. Es la primera vez que ambos conversan desde la investidura del republicano. La llamada, según el republicano, ha durado una hora y media.
El presidente de EE UU se había quejado en redes sociales el miércoles de dificultades para comunicarse con su homólogo chino. En un mensaje publicado en la madrugada en Washington, Trump había escrito que Xi es “muy duro, y es extremadamente difícil llegar a un acuerdo con él”.
Desde su regreso al poder, el presidente y la Casa Blanca habían anunciado en varias ocasiones una inminente conversación con el líder chino, y en ninguno de los casos esa llamada había llegado a materializarse.
Acusaciones
Estados Unidos ha acusado a China de incumplir su compromiso, alcanzado en Ginebra el 12 de mayo, de suavizar los controles sobre la exportación de tierras raras, imprescindibles para la fabricación de todo tipo de productos, desde semiconductores hasta automóviles y aviones. Pekín controla la mayor parte del suministro mundial.
En la reunión que los dos países mantuvieron en Ginebra el mes pasado, China dio su visto bueno a aprobar licencias para la venta de elementos de tierras raras a EE UU. Pero el proceso de aprobación puede tardar hasta 45 días, algo que ha impacientado a Washington.
Por su parte, el gigante asiático acusa al Gobierno del republicano de haber impuesto restricciones indebidas a piezas de motores de avión y a la venta de software especializado para el diseño de semiconductores, en un intento de impedir que China pueda hacerse con los chips más avanzados. También le reprocha la imposición de límites a la producción de semiconductores por parte del gigante chino Huawei. Además, EE UU anunció la semana pasada que pondría en marcha de manera “agresiva” restricciones a los visados de los estudiantes chinos en su territorio.
Los zarpazos arancelarios y las réplicas de China llevaron a una situación insólita en la que, golpe a golpe, ambos países fueron elevando el uno al otro los gravámenes hasta porcentajes estratosféricos. Washington llegó a decretar impuestos del 145% a las importaciones chinas, y Pekín respondió con tarifas del 125% a los productos americanos, cuantías que Scott Bessent, secretario del Tesoro estadounidense, llegó a comparar con un embargo de facto.
Los reproches mutuos amenazaban con hacer saltar por los aires la delicada entente a la que las dos principales potencias económicas del mundo habían llegado el mes pasado en Ginebra, cuando se reunieron las delegaciones encabezadas, del lado de EE UU, por el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y por el de Comercio, Howard Lutnick, y del lado de China, por el viceprimer ministro He Lifeng.
Cuando comenzó aquel encuentro, los aranceles de Estados Unidos sobre los productos chinos llegaban al 145%, y los de Pekín sobre los productos de su rival alcanzaban el 125%. Tras las conversaciones, los gravámenes quedaron temporalmente en un 30% en el caso de los productos chinos y de un 10% para los productos estadounidenses.
China ha tratado de mantener en todo momento una posición dura de cara a una futura negociación. Por cada vez que Trump aseguraba que hablaría pronto con Xi (lo dijo ya tras la primera ronda de aranceles en febrero), la República Popular ha respondido con silencio sobre esa futura conversación. La última vez que conversaron fue tres días antes de la investidura del estadounidense, y en Pekín no sentó bien que, unos días después, este aprobara una primera andanada de aranceles del 10% vinculados al tráfico de fentanilo.
La conversación ha tardado, en parte, por la distinta forma de ver la diplomacia en China, nunca a golpe de tuit y construida de abajo hacia arriba, y no al revés.
Pekín ha denunciado cada subida arancelaria estadounidense ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) y ha respondido con una retórica contundente, pero siempre mediante portavoces o comunicados oficiales. “La práctica de Estados Unidos de aumentar los aranceles a China es un error sobre otro, que infringe gravemente los derechos e intereses legítimos de China y daña gravemente el sistema multilateral de comercio basado en normas”, ha dicho el Gobierno chino en varias ocasiones.
China se ve en esta ocasión mejor preparada que en la primera guerra comercial desatada por el mismo inquilino de la Casa Blanca en su primer mandato. Además de responder con aranceles de forma especular, ha golpeado en puntos en los que sabe que puede hacer daño al país norteamericano, restringiendo la exportación de minerales críticos y tierras raras. Y ha sostenido en todo momento que, en ningún caso, se sentaría a negociar con Estados Unidos mientras siguieran en pie los aranceles, algo que consideraba un acto de coerción. “Si EE UU quiere negociar, nuestra puerta está abierta, pero el diálogo debe llevarse a cabo en pie de igualdad sobre la base del respeto mutuo. Si quiere pelear, China también luchará hasta el final”, ha sido otra de las frases recurrentes desde las portavocías de Pekín.
Un detalle explica hasta qué punto se ha mantenido firme China: en el fragor de la batalla comercial, Mao Ning, portavoz jefa de Exteriores, llegó a desempolvar y colgar en redes sociales un discurso de Mao Zedong de los tiempos de la guerra de Corea, en el que el dirigente dice que depende del presidente de EE UU poner fin a la contienda: “No importa cuánto dure esta guerra; nunca cederemos”.
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