La cárcel representa temor e inseguridad en Cotopaxi
El sonido de las sirenas se escuchó la noche del último viernes en toda la comunidad de Patután, un poblado rural de Latacunga. Al oír las alarmas, los comuneros salieron de sus casas con palos y piedras.
Se concentraron en la cancha principal, frente a la iglesia. Por los altoparlantes, una persona informaba lo que acababa de ocurrir: una nueva fuga se había registrado en la cárcel de Cotopaxi, a 1,5 kilómetros de distancia.
En grupos de 10 salieron a recorrer las calles de la comunidad. “Afuera la cárcel”, gritaban, mientras caminaban. Los vecinos grabaron esas imágenes y las difundieron por redes sociales. También compartían videos y fotos por WhatsApp.
Unos revisaban casas que lucen abandonadas. Otros fueron al bosque de eucaliptos.
La intención era encontrar a cualquier persona que se hubiera escondido ahí.
Policías y militares con boinas rojas también llegaron en camiones para ayudar en esas tareas. Tenían armas de fuego sobre sus hombros. Los niños veían todo desde las ventanas de las viviendas que se levantan en este poblado, en el que viven unas 6 000 familias.
Este Diario visitó la comuna el jueves pasado, un día antes de la última fuga. Cerca de las 07:00, el viento gélido golpea la cara con fuerza. La gente salía con botas de caucho, bufandas y gorras a trabajar en los sembradíos cercanos.
Desde el parque principal se observan los nevados del Cotopaxi y del Iliniza Sur.
En medio del verde pasto sobresalen fierros azules y paredes grises. Son parte de la infraestructura carcelaria levantada en el 2014 y que ocupa cerca de 70 000 m². Está a un costado de la Panamericana.
A una cuadra de la cancha principal de Patután, una mujer abre las puertas de un negocio de víveres. Al ver a desconocidos se pone nerviosa.
Al inicio no quiere hablar. Luego cuenta que hace 18 días enfrentó a uno de los reos que se fugaron. En ese entonces escaparon cerca de 130 presos. Dos llegaron al pueblo.
La mujer impidió que un hombre con traje naranja y cabello enmarañado entrara a su local. “Yo temblaba, pero le dije que se fuera. Estaba sola”.
Más adelante, el interno fue detenido por policías y por comuneros. Intentaba ingresar a otra tienda, la de Germán, un hombre que ha vivido sus 41 años en esa comunidad.
“Ojalá no vuelva a ocurrir algo así”, decía el jueves. Pero al día siguiente se activaron las sirenas por una nueva fuga. En esta ocasión, un hombre escapó, atacó a una adolescente, robó su celular y la amenazó. La Policía lo detuvo cuando se dirigía al centro de Latacunga.
En Patután piden soluciones a la inseguridad. El presidente de la comuna, Apolinario Yánez, dice que la cárcel ha generado temor y caos. Indica que el problema va más allá de las últimas fugas. “Hay extraños que deambulan por aquí. Cada vez vemos más inseguridad”.
Pero datos oficiales dicen que los robos en Latacunga han disminuido desde el 2019.
El Ministerio de Gobierno registró 90 asaltos en el primer semestre del 2019 y en ese periodo del 2021 hubo 59.
En los tres últimos años, los dirigentes han enviado 12 oficios a autoridades locales y nacionales. El último se entregó hace 15 días, a la directora de la cárcel de Cotopaxi. En el documento pidieron que el centro de rehabilitación no albergara presos nacionales sino solo a los de la provincia; que haya más presencia policial en los poblados y que se retiren los inhibidores de señal que impiden que la cobertura telefónica llegue con normalidad.
Desde hace tres años se han registrado además cuatro manifestaciones, a las que se han unido vecinos de La Calera, San Felipe, Zumbalica y Chantilín Grande. Todos esos sectores están cerca a la prisión.
En este último sitio, los vecinos no quieren identificarse.
Dicen que temen que los reos tomen represalias. En la fuga masiva, 10 presos fueron capturados por la comunidad y por uniformados cerca del río que pasa por el sector.
Diana vive en Chantilín y cuida vacas desde hace 30 años. Dos animales fueron robados el 1 de junio pasado. Ella vio todo. Pero cuando quiso llamar a la Policía no pudo. La cobertura de celular era deficiente. Hoy, debido al último motín carcelario, los inhibidores fueron destruidos. Por eso la señal ha mejorado. “Ojalá quede así. Yo necesito para trabajar y mis hijos para asistir a clases virtuales. El año anterior tuvieron que ir a diario a la casa de una tía, en Latacunga.
En La Calera también hay deficiencia de señal. Ahí, los dirigentes indican que cuando suben a los buses, son acosados por personas que les piden dinero. “Dicen que prefieren pedirnos que robar. Tenemos miedo por nuestros hijos”, cuenta un hombre que no se identifica. En San Felipe, en cambio, se han registrado robos de vehículos. De hecho, el mes pasado la comunidad castigó a una banda que asaltaba a taxistas informales. Ahí también relacionan esos hechos con la presencia de la cárcel.
Los cinco poblados tienen altoparlantes que cuelgan a 11 metros del suelo, en los postes de luz. En Patután hay 33 alarmas que funcionan desde hace dos años, dice el síndico de la Comunidad, Segundo Oña; en el último mes, se activaron siete veces.
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