Los altibajos de 25 alcaldes trazaron el rumbo de Quito
En 1946 el pueblo quiteño eligió a su primer Alcalde. Han sido 25 las personas con ese cargo, de las cuales solo una lo ha perdido: Jorge Yunda, por remoción. ¿Cómo han sido las alcaldías en tres cuartos de siglo? ¿Quiénes fueron los más populares y los más criticados?
Cuando Jacinto Jijón y Caamaño se convirtió en el primer alcalde de Quito por elección popular, la urbe vivía su día a día al ritmo del tranvía y se estiraba con pereza desde el ferroviario barrio de Chimbacalle hasta la carrera Colón, “al otro lado del mundo”, como solían decir los capitalinos.
Jijón y Caamaño se encargó de darle los santos óleos al tranvía eléctrico y puso a rodar por las estrechas calles quiteñas a los primeros buses.
En esa década, la primera oleada migratoria removió la cotidianidad de la ciudad, que no pasaba de los 300 000 habitantes, aunque no esbozaba aún los grandes problemas urbanos que sobrevinieron.
La ciudad ahora tiene tres millones de habitantes y sus problemas han sido afrontados por 20 alcaldes quiteños y cinco “chagras”.
En sus 486 años de historia, explica el historiador Gonzalo Ortiz Crespo, la ciudad tuvo muchos más “jefes” que los 25 antes referidos.
En la Colonia hubo alcaldes famosos como Juan de Ampudia, quien dirigió con brazo de hierro la reconstrucción de la exsegunda capital incaica, incendiada por orden de Rumiñahui. Pero, la tradición de nombrar alcaldes se perdió.
Hasta 1946, las ciudades eran dirigidas por los presidentes de los concejos municipales. En ese año, en el segundo gobierno de Velasco Ibarra, se instituyeron las alcaldías en las capitales provinciales.
Algunos de ellos, como Luciano Andrade Marín, brillaron sin tacha por su gran gestión, explica el también historiador Rafael Racines.
Desde 1910, aquel hombre puso plata y persona en la canalización y relleno de la quebrada Jerusalén, que en 1922 se convirtió en la avenida 24 de Mayo, orgullo urbanístico deslucido con el tiempo.
El ADN alcaldicio de Luciano se prolongó en el tiempo: su hijo, Carlos, también tuvo una destacada gestión municipal. En su alcaldía (1955-1959) se comenzó la construcción del aeropuerto capitalino, de la avenida Oriental y se constituyó la Empresa Eléctrica Quito.
En general, afirma Ortiz Crespo y corrobora su hermano Alfonso, también historiador, la regla fue la buena gestión de la gran mayoría de los 25 líderes, cuatro de ellos interinos. La de Paco Moncayo fue, tal vez, la más redonda aunque es de las más infravaloradas, explican los Ortiz Crespo.
Entre sus puntos a favor se enumeran el aumento al doble de la cobertura de servicios básicos, el inicio de la construcción del nuevo aeropuerto y la reubicación de comerciantes informales del Centro.
La gestión de Gustavo Herdoíza, el radiodifusor elegido para el período 1984-1988, fue muy cuestionada. Tuvo, de todas formas, “un tiro en pleno centro”: la creación del Fondo de Salvamento del Patrimonio de Quito, el Fonsal.
Para los Ortiz Crespo, entre las alcaldías más criticadas están las de Augusto Barrera y Mauricio Rodas. Y claro, la de Jorge Yunda por las sospechas de corrupción que envolvieron a funcionarios y familiares.
Barrera, explican, tomó la decisión de cambiar la forma en que se organizaba el Municipio y fue más proclive a centralizar los servicios que presta a la comunidad.
Desde aquella alcaldía permanece la estructura de secretarías municipales y los servicios se brindan a través de empresas públicas metropolitanas.
El más carismático alcalde, según Gonzalo Ortiz, fue Jamil Mahuad… El hombre se sabía los nombres y apellidos de todos sus colaboradores y los trataba como a sí mismo.
Después de la afección que tuvo tras un infarto cerebral hemorrágico que padeció en marzo de 1997, esa aureola fue disminuyendo de a poco.
Populares, reconocidos, festejados y hasta aplaudidos: José ‘Pepe Parches’ Chiriboga y ‘Papá Oso’, es decir, Rodrigo Paz Delgado. El primero inauguró el estadio olímpico Municipal, actualmente el Olímpico Atahualpa, en 1952 y dotó de agua potable al 44% de la población, considerada una hazaña en esos tiempos.
Paz sumaba ser hincha y directivo de Liga de Quito, con una larga historia de hombre fiestero, gran bailarín y dueño de la más auténtica sal quiteña, a pesar de ser carchense. Pero también era reconocido como un trabajador incansable y exigente y un buen conocedor de la idiosincrasia capitalina.
Guido Díaz, arquitecto que fuera director del Instituto Metropolitano de Patrimonio en la Alcaldía de Barrera y ha colaborado en diversas tareas y consultorías en los últimos 30 años, da más precisiones de algunos alcaldes. Herdoíza era muy popular en los barrios pobres pero poco sabía de urbanismo y afines. Paz era muy intuitivo y tenía un conocimiento integral de las cosas de la ciudad; un gran trabajador.
Sixto Durán era un caballero y muy buen arquitecto y planificador. Y aunque algunas de sus acciones fueron criticadas por atentarcontra el patrimonio, otras contribuyeron a encarrilar a Quito y al país en el tren contemporáneo, pues además de Alcalde fue Ministro de Obras Públicas.
Barrera, para Díaz, es una persona muy enterada del quehacer de las ciudades, pues hasta tiene una maestría en espacio urbano. Considera que algunas indecisiones frenaron su tarea administrativa.
Al final, como dice Joan Manuel Serrat en su disco ‘Fiesta’: cada uno es cada cual.
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