Patricia González: 'Seguimos siendo mojigatos en cierta forma'
Las letras iniciales de su nombre completo forman la palabra ‘plaga’. Pero más que como un organismo que ataca a otro, la cantante guayaquileña siempre se ha sentido como “un alma silvestre y salvaje”. Patricia Lucía Alexandra González Avellán, o simplemente Patricia González, da cuenta de ello en esta entrevista.
Joaquín Sabina compara los conciertos con misas paganas. ¿Usted profiere en ellos unos sermones hilarantes?
Es algo que ha venido con los años- Por mucho tiempo solo me sentaba con mi guitarra, cerraba los ojos y cantaba. Cuando inicié con un grupo que me acompañaba, me fui soltando un poco. Me gusta interactuar con el público, hacer bromas y digo lo que se me ocurre, a veces son unas barrabasadas, aunque sin mala intención.
¿Se ha arrepentido de ellas?
No me arrepiento de nada. Lo dicho, dicho está. En esta vida hay que ser uno mismo. Una vez un hombre del público me preguntó a qué hora bailaba, a lo que respondí: ‘Este hombre está descerebrado ¿cómo voy a bailar? Hasta me demandan con este cuerpo, ya ahorita’, le dije.
Pero usted fue una de las pioneras en usar bikini en Salinas...
Tenía 17 años y usted sabe que a esa edad todo se ve bien, no es lo mismo que tener 77, como tengo ahora (se ríe). Yo le digo mi edad, lo que no le digo es mi peso. En 1960, las mujeres en las playas usaban todavía pantalón de baño, más o menos recatado, que te cubría el torso y parte de las piernas. El bikini era una prenda que estaba en furor en las playas del mundo. El primero que tuve era celeste con bolitas blancas. Todo el mundo me volteaba a mirar en el malecón de Salinas y había hombres que me invitaban a tomar algo. Cogía mi bicicleta y me iba. El morbo era latente. Tuve muchas críticas que nunca me importaron; no tenía mala figura entonces.
¿Sus amigas la secundaron?
Se fueron atreviendo cada vez más a usar bikini. Éramos cinco o seis amigas y muy pocas me siguieron al principio. Mire que siempre me gustaron las carreras de carros y el box. Había una carrera Salinas-Playas y me fui con uno de los conductores como copiloto. Y me fui solo con un bikini blanco y un casco. Pero qué loca que eres, me decían mis amigas después, cómo te pudiste haber embarcado, ponte que te mates…
¿El uso del bikini era una forma de rebeldía, de irse contra la convección social de entonces?
Creo que no lo hacía para provocar. Solo me quería poner el bikini y me lo puse, me quedaba lindo, ¡y qué carajos! Ya con los años me elogiaban, hasta las mujeres.
Era una sociedad muy mojigata, ¿lo sigue siendo?
Cuando empecé a cantar no había muchas cantantes y a mi familia no le gustaba la idea; la veían como una figura de la que los hombres se aprovechaban. Como tocaba el piano desde los cuatro años hasta los 12, en mi familia pensaban que iba a ser una concertista. Y de concertista a cantante hay un muy largo trecho. Seguimos siendo mojigatos en cierta forma. La gente cree que por que reza se olvidó de lo que era o de algún vicio que haya tenido. Siempre he sido católica, hace tres años perdí a mi madre y me metí mucho más en la fe, pero no por eso soy mojigata. No es que intente ser otra persona ni que cambie mi forma de ser. Sigo diciendo malas palabras, por ejemplo, con el perdón de Dios.
La religión ha sido una de sus anclas en la pandemia...
Más que religión, la relación personal con Dios. Siento que se reza ahora mucho más. Estamos viviendo momentos terribles en el mundo. En Ecuador también, porque además nunca he visto tanta corrupción ni tanta droga. Mire que yo he vivido en Colombia, con la penetración actual del narco nos acercamos a eso.
¿Qué nos puede decir de la relación de la voz ronca con el bolero?
Las cantantes roncas elevan el sentimiento del bolero. La cantante cubana Albita Rodríguez tiene una voz más ronca que la mía. También estaba la Ronca de Oro que era Elena Vargas, entre tantas otras. Es una voz muy timbrada, que vibra al final de las frases y mueve a quien escucha. Las roncas arropamos al bolero y el bolero nos arropa a nosotras.
En 2019 llegó a anunciar que al cumplir 50 años de carrera se retiraba de la música ¿Qué la detuvo?
Armando Manzanero (+) se enteró y me envió un mensaje diciéndome que estaba loca, que me dejara de hablar payasadas, que ni siquiera él, que era mayor, pensaba en retirarse. No te retiras y punto, me dijo. Manzanero y Chabuca Granda fueron quienes apadrinaron mi carrera musical.
¿Cómo conoció a Manzanero?
Lo conocí en Quito en el año 70, en uno de los hoteles de la avenida Amazonas. Yo me presentaba en un sitio que se llamaba El Unicornio y estaba cantando una de sus canciones, ‘Te extraño’. Él pasaba por el exterior y, al escuchar, entró a ver quién cantaba. Se sentó muy cerca, pero no lo reconocí hasta que se acercó a felicitarme al final de la canción. Cuando me desocupé, me preguntó si estaba también en el hotel y me invitó a ir a su habitación para mostrarme unas canciones. Le digo ‘maestro, es la una y media de la mañana, ¡a esta hora usted no me quiere enseñar ningún bolero!’. Al día siguiente me lo encuentro en la cafetería. Resultó que los dos veníamos a Guayaquil en el mismo vuelo. Nos sentamos juntos y me invitó al show que iba a dar. Cuando venía a Guayaquil, me ponía en sus espectáculos. Yo abría los conciertos, él cantaba después y al final lo hacíamos a dúo, así por muchos años. Grabamos un disco en México y él participó en otro que grabé con duetos.
¿En todo caso siente que el retiro está cada vez más cerca?
Indiscutiblemente. No tengo nada en contra de la gente que se quiere retirar con más años. Es problema de cada cual cantar hasta que salgan con bastón o en silla de ruedas. En mi retirada, yo quiero atrapar al ocaso, y no que el ocaso me atrape a mí.
TRAYECTORIA
La pandemia le robó en 2020 la posibilidad de celebrar 50 años de carrera musical. ‘La dama del bolero’ ha hecho de ‘En un rincón del alma’ y ‘La Torre’ sus himnos. Grabó más de 40 discos. Es fanática de las artes marciales mixtas y del peleador Chito Vera.
Esta entrevista se publicó originalmente en la edición impresa de EL COMERCIO el 15 de abril de 2021.
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