Slendy Cifuentes: ‘Logramos que el agresor de Johanna sea condenado’
‘Después de 10 años de la muerte de mi hermana Johanna Cifuentes, logramos que su agresor sea condenado a 25 años de cárcel. La lucha que emprendimos con toda mi familia fue dura, pero no podíamos permitir que este caso quedara en la impunidad.
Mi hermana apenas tenía 19 años cuando fue apuñalada por su expareja y murió. Todo ocurrió la noche del 13 de febrero del 2006, en Chillogallo.
Recuerdo con claridad lo ocurrido. Era un lunes. A las 20:00 me envió un mensaje de texto y me dijo que venía a casa a visitarme. Ella se demoraba 40 minutos en llegar. Pero pasó una hora y no aparecía. La llamé con insistencia y no me contestó. Tenía un mal presentimiento. Solo rogaba que no le hubiese pasado nada malo.
Cerca de las 22:00, mi esposo recibió una llamada de una vecina del barrio. Dijo que encontró el número de él en una agenda de contactos que Johanna tenía en su cartera. La mujer contó que la hallaron sin vida dentro de una panadería, en las calles Diego Céspedes y Joaquín Ruales. Al escuchar eso empecé a llorar. Estuve desesperada. Solo recuerdo que mi esposo me abrazó.
Salimos rápido de la casa, encargué a mis dos hijos pequeños con una vecina y fuimos a esa panadería. Al llegar vi muchísima gente y una ambulancia de Medicina Legal. Todo el lugar estaba acordonado con cintas de seguridad. Fue terrible. Alcancé a verla tendida en el suelo y la identifiqué por unas pulseras que ella siempre usaba. Me acerqué y cuando vi su rostro me desmayé.
Luego de que se llevaron el cuerpo a la morgue, mi papá puso la denuncia en la Policía por asesinato, porque para entonces no había la figura de femicidio. Así se abrió una investigación. Con mi esposo nos fuimos a la casa donde vivía la expareja de Johanna, pero un familiar nos dijo que no sabía nada de él. Lo buscamos por las calles y parques del sector donde ocurrió el crimen, pero tampoco lo encontramos.
El dueño de la panadería fue testigo de todo. Cuando rindió su versión en la Fiscalía contó que Johanna ingresó al local a pedir ayuda, porque estaba mal herida. Dijo que el agresor también entró, que la atacó con un cuchillo que tenía en su mano y que luego huyó. Ese testigo identificó al responsable luego de ver una fotografía.
Ocho meses después de la muerte, la Fiscalía lo llamó a juicio, pero el caso se suspendió porque estaba prófugo (el Código Penal establece que en estos ilícitos no se puede juzgar al procesado en ausencia).
Lo único que nos asignaron fue un equipo de agentes de la Unidad de Capturadores de la Policía Judicial. A ellos les entregamos una foto del agresor.
El 2007 lo buscaron en Quevedo y Esmeraldas, pues recibieron una alerta de que lo habían visto ahí, pero no fue así. Luego la Policía me informó que según las investigaciones él huyó del país vía terrestre un mes después del asesinato.
Todo cambió en octubre del 2014, cuando se me ocurrió buscarlo en Facebook y encontré su cuenta. Eso fue clave. Exploré su perfil y descubrí que vivía en Caracas, Venezuela.
Tenía fotos de ese país y sus familiares comentaban las imágenes. Le conté a mi papá y a mis otras dos hermanas. Entre todos fuimos nuevamente a la Policía para que investigaran si la cuenta de esa red social era real. Me comprometí a estar pendiente de la búsqueda.
Entonces pedí que se reanudara el proceso judicial. En marzo del 2015 fui a la Interpol y aceptaron la solicitud para buscarlo y capturarlo.
El 9 de junio de ese año recibí la llamada de un agente y me dijo que sí fue capturado en Caracas, pero debía seguir un proceso de extradición, pues este hombre había obtenido la nacionalidad en ese país y trabajaba como comerciante.
Hice todo lo que pude y el día que regresó a Ecuador no lo puedo olvidar. Fue el 20 de enero del 2016. Llegó en avión, custodiado por policías. La Interpol me llamó para avisarme que luego de los exámenes médicos lo trasladarían a la cárcel de El Inca, en Quito.
Seis días después se instaló el juicio. Un Tribunal dictó la sentencia. Las juezas le impusieron 25 años de prisión. Hoy está en la cárcel de Cotopaxi. Fue una lucha que valió la pena. Todo por mi hermana”.
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