Testimonio de Maribel Angulo: ‘Lo dejé en un hospital y desapareció’
“La última vez que vi a mi hijo Álvaro Nazareno estaba sentado en una silla del área de emergencias del hospital Eugenio Espejo de Quito. Él tenía apenas 27 años cuando desapareció. Todo ocurrió el 14 de marzo del 2011.
Mi hijo tenía una enfermedad catastrófica y lo llevé a esa casa de salud porque tuvo una recaída. Estaba muy descompensado, no podía pararse solo o caminar sin ayuda. Tenía mucha fiebre y estaba mareado.
Como no había camas disponibles, el personal médico lo sentó en una silla y le colocaron un suero. La enfermera me pidió que lleve unas muestras de sangre al laboratorio. Me demoré entre 10 y 15 minutos. Cuando regresé él ya no estaba en su sitio. La enfermera me dijo que se fue por unos minutos a la Unidad de Cuidados Intensivos y que al regresar, él ya no estaba ahí. Comencé a gritar y reclamarle.
Fue un momento de desesperación. Lo primero que hice fue buscarlo en todos los cubículos de emergencia, pero no estaba.
Luego fui a la puerta de ingreso donde estaba Miguel, mi segundo hijo, y mi madre. Les conté lo ocurrido y les pregunté si lo habían visto salir, pero me dijeron que no.
Le pregunté al guardia si lo vio, pero tampoco sabía nada. Esto ocurrió alrededor de las 14:30. Recorrimos varias veces los pasillos del hospital, los cuartos y las diferentes áreas, buscamos en el parqueadero, en los exteriores, incluso recorrimos el parque La Alameda, pero no hubo rastro de él. Permanecimos ahí hasta las 20:00. Recuerdo que esa noche por la preocupación que sentía no pude dormir. No he parado de buscarlo desde hace 10 años y no me cansaré hasta encontrarlo.
Al siguiente día de la desaparición, con mis primos, tíos, sobrinos y familiares nos organizamos para buscarlo en Quito. Recorrimos todos los hospitales públicos y privados. Pero en ningún centro de salud habían atendido a un joven con las características físicas de mi hijo.
Además, fui a la morgue de la capital, pero tampoco estaba ahí. Me hice amiga del encargado de ese lugar y hasta ahora me avisa cada vez que llegan cuerpos NN. Cuando eso ocurre voy a identificarlos.
Recuerdo también que mandé a imprimir cientos de afiches de búsqueda con la foto de mi Álvaro. Pagué USD 10 a 50 vecinos para que me ayuden a pegar esos carteles en diferentes sectores de la ciudad.
Utilicé todo el dinero que ahorré después de trabajar durante cuatro años como migrante en España. Con esa plata compré dos máquinas para imprimir afiches. Cada domingo salgo a pegarlos en postes de electricidad, puertas de hospitales, iglesias, paradas de buses y terminales terrestres. Cada tres meses viajó en mi auto a otras provincias para pegar afiches y buscarlo. Por ejemplo, la semana pasada estuve en Esmeraldas. He recorrido casi todo el país, solo me falta ir a Galápagos. Incluso, estuve en Ipiales, Colombia.
Recuerdo que, al mes de la desaparición, recibí la llamada de una persona que aseguraba haberlo visto tirado en una calle, en Tandapi. Viajé inmediatamente para allá, pero no se trataba de él. En ese momento solo comencé a llorar, tenía la esperanza de hallarlo. El año pasado también recibí otra llamada. Un hombre me dijo que había visto a mi hijo internado en un hospital de Latacunga. Fui a comprobar esa información, pero era falsa.
En Fiscalía reposa una denuncia por la desaparición de mi Álvaro. Su caso ha pasado por nueve fiscales. Con los ocho primeros no hubo resultados. Recuerdo que acudía a esa entidad casi todos los días a pedir avances en la investigación. La única respuesta que recibía es que debo tener paciencia.
El 16 de octubre del 2018, mi abogado interpuso un recurso de hábeas corpus para que el hospital me dé respuestas sobre el paradero de mi Álvaro. El juez lo negó, pero remitió el caso a la Fiscalía de Pichincha, para que este caso se investigue como una desaparición forzada. Él estaba dentro de un hospital público y su personal tenía la obligación de velar por su seguridad.
En cambio, la última fiscal sí ha emprendido acciones investigativas para esclarecer este caso. Por ejemplo, el 17 de septiembre de este año, la fiscal recorrió tres pabellones del antiguo hospital Eugenio Espejo para determinar los lugares donde se podrán hacer excavaciones o escaneos para buscar posibles restos óseos de mi Álvaro.
La foto de mi hijo siempre me acompaña mientras trabajo. En una pared de mi negocio de comidas tengo una pancarta con su rostro. Solo sé que nunca dejaré de buscarlo, lucharé hasta el último día de mi vida. Tengo que saber qué le pasó. Tengo derecho a saber la verdad”.
Su vida
Álvaro Nazareno nació en Esmeraldas el 22 de mayo de 1983. Él tenía 27 años cuando desapareció dentro de un hospital. Su madre, de 53 años, ha luchado durante 10 años para encontrarlo. Ella ha recorrido 23 de las 24 provincias del país.
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