‘Sin medida’, la nueva serie de Lena Dunham que promete a las ‘millennial’ más escépticas un cuento de hadas con final feliz

Antes de empezar, esta crítica contiene algunos spoilers de la serie Sin medida.
Sin medida, la nueva seria de Lena Dunham en Netflix, creadora de Girls, puede resumirse así: una comedia romántica de 10 capítulos de algo más de media hora de la que algunas descreídas y resignadas millennial saldrán convencidas (otra vez) de que el amor (heterosexual) existe y de que, además, tienen una nueva oportunidad de ser las protagonistas de su propio cuento de hadas con final feliz.
Dunham, a punto de cumplir los 40, ha revisado los últimos ocho años de su vida, el tiempo que ha pasado entre la emisión del último capítulo de Girls (HBO) y la del primero de Sin medida, para crear la trama con su marido, el músico independiente de origen peruano Luis Felber. En 2021, la cineasta se mudó a Londres después de terminar una relación de cinco años con Jack Antonoff, compositor y fiel colaborador de Taylor Swift, aun hoy una de las mejores amigas de Dunham. Allí se encontró con Felber, se casó con él meses después, al mismo tiempo que pergeñaban este guion.
La protagonista de Sin medida, Jessica (Megan Stalter), abandona Nueva York a mitad de su treintena después de romper con su pareja tras siete años de maltrato psicológico. Llega a la capital británica para trabajar en la filial inglesa de su productora y la primera noche que sale a un pub conoce a Felix (Will Sharpe), un músico indie con el que tendrá una relación desde ese mismo instante.
La cineasta asegura que “solo el 5%” de la serie es autobiográfica y que sus personajes se componen con retazos de hasta 18 de sus amigos. “El romance es el esqueleto”, ha reconocido Dunham, “pero va mucho más allá de nuestra historia, se sumerge en un mundo completamente distinto”.
Es cierto que la creadora vuelve a capturar con pericia en su guion y en la construcción de los personajes eso que se llama el zeitgest, la esencia del tiempo que le ha tocado vivir, que, además, es capaz de desmenuzar con la perspectiva suficiente. Sin medida retrata, así, a esas mujeres que están más cerca de los 40 que de los 30, que ya han tenido una o más relaciones duraderas y que cargan en sus mochilas con todo el peso de las correspondientes implicaciones. Dunham interpreta que toda esta experiencia acumulada, más que seguridad y cimientos, las llena de dudas sobre quiénes son y cómo deben afrontar nuevos idilios, en este caso, con hombres que soportan el mismo lastre laboral, personal y familiar.
A partir de esta premisa, las preguntas que se desprenden de la serie tal vez suenan demasiado familiares para quienes han sido educadas emocionalmente por Disney: ¿el matrimonio es el único fin?, ¿las mujeres siempre tienen que dar su mejor versión?, ¿hay que aguantar y perdonar a los hombres en cualquier caso?

El final de esta comedia romántica no se distancia mucho de la fórmula clásica del género, la diferencia está en la construcción de los personajes femeninos: imperfectas, desastres, cínicas, inseguras, no normativas, cargadas de razones y con derecho, en palabras de Dunham, a terminar el día en el sofá al lado de su novio de la misma manera, sin pedir perdón.
“Yo misma soy incapaz de seguir disimulando quién soy en realidad”, ha explicado la creadora, “y este es el común denominador de las mujeres a las que quiero que, de alguna manera, son demasiado”. Sin medida, demasiado o Too Much (el título de la serie en inglés) es la frase que Felix le dice a Jess como un cumplido. Y, a su vez, el mensaje sobre el que se justifica que, otra vez, a ellos se les perdone y excuse más sus malas y previsibles decisiones que a ellas. En estos tiempos en los que impera el heteropesismismo entre las mujeres, Dunham ha sabido componer un trasunto de su marido que devuelve la fe femenina en la posibilidad del romance.
Esta es una de las razones por las que es imposible desvincularse de la biografía de Dunham, hija de un tiempo en el que la sobrexposición en internet voluntaria (hubo un momento en que compartía sin filtro su vida en redes sociales) y la involuntaria (la materia prima de los medios) han construido su relato. Hasta tal punto que muchas de sus espectadoras probablemente hayan establecido con ella una relación parasocial de la que no quieran moverse ni un milímetro de realidad. Porque la creadora, además, envuelve su nueva serie con muchos retales de la cultura pop femenina de la última década: Bridget Jones, Pretty Woman, Jane Austen, Miley Cyrus, Kesha, Rita Ora, Instagram, las aplicaciones de citas, el poliamor, moda cursi y naive sin ironía... Algunos personajes encapsulan tantas referencias que se convierten casi en aforismos de sus roles de género, como sucede con los dos compañeros de trabajo de la protagonista en su nueva oficina londinense: un chico gay y una mujer racializada.

A mediados de los 2000, un amplio grupo de mujeres se sintieron vistas, validadas e incluidas en un proyecto como Girls que rompía, en parte, con el canon audiovisual. Fueron Hannah (la propia Dunham), Jessa (Jemima Kirke), Marnie (Allison Williams) y Shoshana (Zosia Mamet), protagonistas de aquella serie. Ahora que el listón entre muchas está tan bajo, quieren encontrarse en Jess, Wendy (Emily Ratajkowski), Polly (Adèle Exarchopoulos), Nora (Dunham, de nuevo), Ann (Naomi Watts) y Lois (Rita Wilson) de Sin medida.
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