¡Balas intrusas!

¡Balas intrusas!

La cita médica que Charles Alberto Coello Bajaña tiene el próximo 20 de enero podría ser la solución a su ‘viacrucis’. Espera que al fin le retiren una bala que está incrustada en su pierna derecha, desde el 25 de diciembre, cuando le dispararon a ser asaltado.

Van más de dos semanas que no ha salido a trabajar con su carreta de morocho, por el dolor intenso que siente al caminar. Una penuria física acompañada de la mala racha económica por no ‘camellar’. “Son 150 dólares semanales que dejo de ganar”, dijo.

Vivir con una bala en el cuerpo fue algo inesperado para él. No imaginó que el ‘pillo’ que le sustrajo el celular iba a ser tan indolente para, además, dispararle. El antisocial lo sorprendió mientras subía por un puente peatonal de la autopista Narcisa de Jesús, luego de visitar a su padre por Navidad.

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“Siento como un templón cuando camino, como que me hincaran la pierna”, contó el hombre, mientras tocaba suavemente el área donde tiene el casquillo, el cual puede verse como una especie de relieve dentro de la piel. Unos tres centímetros más arriba, un orificio con costra denota el sitio de entrada del proyectil.

Charles denunció el robo en la Fiscalía. Allí le dieron una autorización para extraer el ‘plomo’. Con el papel en mano, el afectado ‘peregrinó’ por tres casas de salud, pero nada. En el último centro médico al que fue, un hospital del suroeste porteño, le dieron una cita para el 20 de enero, para realizarle una evaluación y entonces definir si le retiran o no la bala.

Para no esperar tanto, Charles quiso pagar por la intervención en una clínica privada, pero casi se cae para atrás como Condorito. Le pedían entre 300 y 400 dólares. Valores que él no puede pagar.

Una lucha de 120 días

Una situación similar a la de Charles vivió Valeria Stefanía Ortega Romero. Fueron cuatro meses los que ella tuvo alojada una bala en su mejilla derecha, a raíz de que su expareja, supuestamente, le propinara cinco tiros el pasado 26 de junio de 2019, mientras iban en un taxi. El caso se investiga y el sospechoso está prófugo.

La vida de Valeria cambió para siempre, pues otra de las detonaciones le impactó en la columna y por eso no ha vuelto a caminar. Realiza terapias para ver si puede volver a hacerlo.

Virginia Romero, madre de la víctima, le limpiaba todos los días la mejilla a su hija, con guantes esterilizados, pinzas y gasas. Según contó, repetía el proceso hasta unas cinco veces por día, pues la herida no podía infectársele y, además, le salían secreciones.

“No podía estar expuesta al aire. Debíamos tenerla cubierta para que no tenga infecciones (...). Al comer, ella sentía que ese objeto se le movía”, comentó la progenitora. Luego de una radiografía, los galenos recomendaron que el cuerpo extraño sí debía ser sacado.

En una consulta con un cirujano que le iba a realizar la extracción, pasó lo increíble. “El doctor hacía un informe y a mi hija se le salió la bala y le cayó en las piernas. Una abogada del hospital tuvo que certificar que la bala salió naturalmente”, reveló Virginia.