¡365 dolorosos días para la familia de la cadete Érika Chico!

¡365 dolorosos días para la familia de la cadete Érika Chico!

Érika Sofía Chico Vallejo nació con un don: era capaz de salvar la vida de otras personas. La primera vez que lo hizo era tan solo una adolescente. Evitó que su abuela materna muriera asfixiada por la inhalación de gas. Esa noche, Sofía estaba intranquila, narra su padre Robert Chico.

Insistió tantas veces en ir hasta el departamento de la abuela que a sus padres no les quedó más remedio que acompañarla. “Mi suegra había dejado la válvula del tanque abierta”, rememora Chico.

Luego, a los 18 años, salvó a un compañero de morir ahogado y, después, a un muchacho que disfrazado de viuda la víspera de año nuevo había caído de un autobús. “Le dio los primeros auxilios”, relata.

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Aquellos recuerdos llenan de orgullo al papá. Es todo lo que le queda de ella, su primogénita. Mañana se cumple el primer año de su muerte.

Recibió una beca para concluir su carrera de subteniente en la Escuela de Cadetes de la Policía de Colombia General Santander, de Bogotá.

El 17 de enero de 2019, un atentado con un coche bomba le arrebató la vida a ella y a otros 21 estudiantes.

Desde que era una niña soñaba con vestir de uniforme. Pero los elevados costos de la formación policial no estaban en el presupuesto de la familia Chico. Así que empezó a estudiar para paramédico.

El ascenso

Al principio, Sofía no estaba incluida en el ascenso. Sin embargo, su padre envió un escrito al presidente Duque, explicándole que la joven vestía el uniforme colombiano y que era tan “heroína” como sus compañeros.

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Tiempo después se ordenó la gratuidad de los estudios policiales y, luego de tres intentos, la joven fue aceptada. Robert estaba orgulloso, pero también triste. Su nena partiría para cumplir con ese tan ansiado anhelo.

Con lágrimas, abrazos y risas, el 20 de julio de 2016, Sofía dejó el hogar para comenzar su preparación. Ella destacó desde el principio. Y, en menos de un año, había ganado una beca para estudiar en el extranjero. “Tenía un buen perfil. Excelentes calificaciones en las pruebas académicas, física y psicológicas”, resalta Robert, mientras recuerda el día en que vio partir a su niña hacia Bogotá.

Sofía, la subteniente.

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En diciembre del año pasado y en un país ajeno, Sofía recibió el grado de subteniente post mortem. Para esto, la cadete debió ser nacionalizada y el presidente colombiano, Iván Duque, entregó a sus allegados la insignia de ascenso y un sable marcado con su nombre.

Antes del homenaje en el país cafetero, Robert intentó lo mismo en Ecuador, pero “no hubo respuesta”, relata.

Hoy lo que le tranquiliza es que el título extranjero puede ser validado en el país para que la familia Chico reciba los beneficios que la ley le otorga tras la muerte de la primera de los tres hermanos.

Ayer por la tarde, en la Escuela Superior de la Policía, en Pomasqui, norte de Quito, se realizaría una misa para honrar la memoria de Sofía. Su padre debió “insistir mucho” para que se realizara la ceremonia.

Aunque del lado oficial, asegura haber recibido solo ofrecimientos: la escuela de preparación en la que estuvo Sofía, antes de entrar a la Policía, mantiene un pequeño museo para recordarla. Una torre de salto también lleva su nombre, añade el padre.

En casa, la chica tiene su altar. El espacio está repleto de medallas, insignias y prendas de la joven. Algunas de sus cosas fueron donadas, aunque la mayoría permanece intacta en su habitación, concluye el progenitor.

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Responsabilidad

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Según Robert, el atentando habría ocurrido por las malas decisiones tomadas por una persona que estaba a cargo de la escuela en aquel entonces. Había una puerta dañada –por la que ingresó el coche bomba– cuya reparación se había solicitado con anterioridad. Incluso Chico refiere que se aumentó el presupuesto de mantenimiento para solucionar el tema, pero no se lo hizo a tiempo. “Nos hizo matar a nuestros hijos”, lamenta.

Así opina

Los padres de los otros chicos fallecidos se han convertido en una familia para mí. Nos acompañamos siempre, han sido un paño de lágrimas.

Robert Chico

Padre de Sofía