Cómo España ha pasado de vivir aislada en los grandes torneos a hospedarse en la vibrante Lausana

Hace solo unos días, Patri Guijarro se sentó en la sala de prensa del Stadion Wankdorf de Berna y atendió a los periodistas completamente relajada. El rictus de la pivote titular de la selección española y del Barça solo transmitía tranquilidad. La futbolista, que se perdió el Mundial de 2023 tras renunciar a jugar con la Roja en septiembre de 2022 por las condiciones pobres y alejadas de la élite en las que vivía el grupo, se explayó ante cada una de las preguntas. “Para mí es una gozada estar aquí sentada”, afirmó la jugadora, de 27 años, que durante meses y meses evitó comparecer ante la prensa en medio de los escándalos que sacudieron la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y, en concreto, al equipo femenino.
Que Patri utilizara la palabra “gozada” para describir su estancia con la selección en Lausana, la ciudad en la que el grupo tiene el hotel y los campos de entrenamiento en la Eurocopa, no fue casualidad. En la Euro de Inglaterra 2022, la centrocampista y sus compañeras vieron cómo el entonces seleccionador, Jorge Vilda, establecía el campamento base de España en Marlow, un pintoresco pueblo ubicado en el condado de Bunckinghamshire. El lugar está situado a orillas del río Tamésis, a unos 50 kilómetros al oeste de Londres, pero solo cuenta con 14.000 habitantes. Fue el segundo cuartel general —de 16— del torneo con menor población. Solo Austria, ubicada en Bagshot (Surrey), con una población estimada de 7.500 habitantes, vivió en un lugar más pequeño.
Guijarro se acuerda todavía de los problemas de entonces, cuando Vilda elegía sedes diminutas que le otorgaban la sensación de control y que obligaban a la selección a hacer trayectos largos en autobús que reducían el descanso de las internacionales. “En el hotel en el que estamos podemos tener cocinero, los campos de entrenamiento son un lujazo, no tienen nada que ver. En el Mundial [de 2023], por ejemplo, entrenaron en un campo de entrenamiento que bueno... y pudieron cambiar. Nosotras ahora no tenemos que estar luchando y pidiendo cosas tan sencillas y básicas para nuestro día a día. Con el viaje, por ejemplo, que para nosotras era muy sacrificado y nos dejaba poco tiempo de descanso”, explicó Guijarro.
La selección ha pasado en tres años del aislamiento social que imponía Vilda a hospedarse en una ciudad con tanta vida como Lausana —la quinta mayor de Suiza con unos 140.000 habitantes—, bañada por el impresionante lago Leman y situada a los pies de los Alpes. En la capital olímpica —es la sede del Comité Olímpico Internacional y del Museo Olímpico—, las jugadoras descansan por las noches en el hotel Royal Savoy, una joya art nouveau de 1907 restaurada hace tan solo unos años. “Es como nuestra casa”, mencionan desde el interior de la RFEF. Claudia Pina, que también estuvo en la Eurocopa de 2022, era muy clara ayer cuando hablaba de las diferencias con respecto a entonces: “Han cambiado muchísimo las condiciones en viajes, en comidas, en entrenamientos, en los sitios en donde estamos, en cómo nos tratan. Es lo que necesitamos para rendir al máximo”.
En la fase de grupos de 2022, España se ejercitó en el centro de alto rendimiento Abbey National Sports Centre, a 15 minutos en coche desde Marlow. Las ruedas de prensa tenían lugar en la Abadía de Bisham, una histórica mansión perteneciente al siglo XIII y construida por los caballeros templarios, que fue acondicionada para la ocasión. En el Mundial 2023, la Roja volvió a aislarse y eligió Palmerston North como sede, una ciudad situada en el centro de la isla Norte de Nueva Zelanda, en la región de Manawatu-Whanganui, con poco más de 90.000 habitantes, de casas bajas y repleta de moteles. Mientras el resto de selecciones disfrutaban de las comodidades de las grandes ciudades neozelandesas —la mayoría se repartían entre Auckland (más de un millón de habitantes) y Wellington (supera los 200.000 y es la capital del país)—, la selección sufría en Palmerston North.
Ante el malestar generalizado en la expedición española con la elección del campamento base tras unos días allí, el grupo entrenado por Vilda se convirtió en un combinado itinerante después de la fase de grupos pese a que el plan inicial era quedarse en Palmerston North hasta el final del torneo, incluso en el caso de disputar la final o el partido por el tercer puesto, que se celebraban en Australia. Fue después de que las futbolistas de la selección expresaran su desagrado: apenas había opciones de ocio para disfrutar de su tiempo libre, se quejaron del estado del hotel en el que estaban alojadas y hubo familiares que no pudieron desplazarse hasta allí debido a su lejanía respecto a las ciudades en las que España disputaba sus partidos —a más de seis horas de Auckland y a dos de Wellington—. Tampoco ayudaban las condiciones de las carreteras que conducían hasta Palmerston North, y el estado del césped en el que se ejercitaban —las instalaciones de la Universidad Massey— empezó a empeorar con el paso de los días.
El cambio ha sido tan evidente que muchas de las jugadoras aprovecharon el pasado domingo para disfrutar de su día libre en el lago Leman o con una pequeña excursión a los Alpes. Laia Aleixandri, que forma la pareja titular de centrales con la capitana Irene Paredes, resumía la semana pasada en una conversación con este diario la mejora que han experimentado en todos los ámbitos, desde la preparación y recuperación física hasta las instalaciones en las que se alojan: “El foco está puesto en lo deportivo. ¿Por qué? Porque todo lo que nos rodea está perfecto, ahora mismo mejor no podemos estar. Siempre digo que se pueden mejorar cosas, pero ahora estamos dentro de la élite”. La selección ha pasado de estar aislada en los grandes torneos y sufrir trayectos eternos en autobús a disfrutar de una ciudad conectada y de vibrante arquitectura contemporánea como Lausana.
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